Hace 25 años, cuando comencé a ver béisbol y a estudiar, leer y aprender sobre la magia del juego, mi abuelo me regaló unos cuantos libros viejos con relatos, anécdotas y números de la pelota y los peloteros cubanos. Historias de los torneos profesionales, de las Series del Caribe, de las Grandes Ligas y de las primeras Series Nacionales se me escurrían entre las manos luego de horas atrapado en el corazón de un diamante imaginario.
Muchas veces, mi abuelo aparecía y, cual enciclopedia, me soltaba “un comercial” sobre alguno de los sucesos que estaba descubriendo en las páginas de aquellos ejemplares polvorientos: que si Willy Miranda, que si el Almendares, que si el Marianao, que si Rocky Nelson, que si “Salivita” Sánchez, que si los Yankees, que si Phill Rizzuto, que si Casey Stengel…
Uno de los ejemplares que más recuerdo es uno que hacía un recorrido detallado por las 27 victorias de Adolfo Luque en la temporada de 1923, cuando defendía la casaca de los Cincinnati Reds, y otro que exploraba todas las Series Mundiales desde principios de siglo hasta finales de los años 80, pasando por el triste capítulo de las Medias Negras en 1919, la hegemonía de los Yankees o la atrapada fantástica de Sandy Amorós en el primer título de los Dodgers en 1955.
Poco a poco fueron apareciendo entonces historias sobre el impacto y la consistencia de Orestes Miñoso, el Novato del Año y los títulos de bateo de Tony Oliva, el MVP de Zoilo Versalles, el Cy Young de Mike Cuéllar, las victorias de Luis Tiant desde la lomita o los anillos de Bert Campaneris y Tany Pérez, auténticos reyes del béisbol en octubre.
Indiscutiblemente, uno miraba hacia atrás y aquella época era una rutilante mina de oro para el béisbol cubano, referencia obligada y principal potencia latina en las Ligas Mayores, muy por delante de República Dominicana, Venezuela, Puerto Rico o México.
“Todo tiempo pasado fue mejor”, me decía mi abuelo con nostalgia, porque a mediados de los 90 del siglo pasado ese reparto de fuerzas se había invertido por completo. Cortado el flujo entre Cuba y Estados Unidos, la Isla perdió galones y protagonismo en las Ligas Mayores, mientras dominicanos, venezolanos, boricuas y mexicanos comenzaban a escribir capítulos gloriosos.
Para el ciclo 1995-2000, por ejemplo, las historias cubanas en MLB se reducían al epílogo de la carrera de José Canseco, la explosión de Rafael Palmeiro y sus esteroides, y las épicas postemporadas de Liván y su hermano Orlando “El Duque” Hernández, coronados campeones de la Serie Mundial en dos de las capitales del este de Estados Unidos: la Florida y Nueva York, respectivamente.
Sin embargo, en la inocencia de mi niñez, mientras disfrutaba de Linares, Kindelán, Pierre, Pacheco, Vargas, Javier, Germán, Contreras, Ibar y Vera, podía percibir algo especial en aquellas difusas señales que llegaban desde el norte. Mi abuelo me contaba la manera en la que salido de Cuba hombres como René Arocha, Osvaldo Fernández –el derecho–, Liván o “El Duque”, quienes a la larga se convirtieron en símbolos y guía para los cientos de peloteros que años más tarde también decidiendo ir a probar suerte en el béisbol profesional.
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Su irrupción en las Mayores, provenientes muchos de ellos de las Series Nacionales, marcó el inicio de una nueva etapa. Los nombres de Dannys Báez, Contreras, Kendrys Morales, Alexei Ramírez, “Riquimbili” Betancourt o Yunel Escobar comenzaron a sonar, también a través de difusas señales, y sin darnos cuenta llegamos a la verdadera época dorada del béisbol y los peloteros cubanos en Grandes Ligas.
Los títulos de Yoennis Céspedes en los Derbys de Jonrones, la foto de “Pito” Abreu, Champan, Alexei, Puig y de nuevo Céspedes en un mismo Juego de Estrellas (2014), la fiebre de “Caballo Loco” en Los Ángeles, el fenómeno José Fernández en Miami, los Bates de Plata de Céspedes, Kendrys y Abreu, o los 30 cubanos en una misma temporada fueron algunos de los hechos que marcaron esta “nueva dinastía antillana”, que solo está iniciando.
Los tres últimos cursos han sido la prueba definitiva. En el 2019, Yordan Álvarez explotó con su madero y no paró hasta llevarse el “Novato del Año”, y en la siguiente campaña Luis Robert atrapó un Guante de Oro, mientras “Pito” Abreu repitió “Bate de Plata” y liderato en impulsadas, además de conseguir un espectacular premio como “Jugador Más Valioso” (MVP) de la Liga Americana, el tercero en la historia para los peloteros cubanos en Estados Unidos.
Nunca había vivido la Isla semejante avalancha de premios, los cuales han vuelto a caer en el 2021. Yulieski Gurriel fue campeón de bateo y Guante de Oro, José Adolis García quedó como el novato más relevante para la prestigiosa revista Baseball Digest, Yordan Álvarez ganó el MVP de la Serie de Campeonato de la Liga Americana, el mismo galardón que en el 2020 llegó a las vitrinas de Randy Arozarena.
Justamente, el pinareño fue nombrado “Novato del Año” en este 2021, luego de completar una temporada muy seria con los Tampa Bay Rays. Arozarena lideró a todos los peloteros que optaban al premio en WAR (victorias sobre reemplazo), uno de los santos griales de las métricas avanzadas que intenta medir el aporte de un jugador basado en su ofensiva, fildeo y corrida de bases.
El patrullero de los Rays tuvo un consistente rendimiento con el madero, expresado en un promedio de embasado de .356, 94 anotadas, 32 dobles, 56 boletos, 20 bases robadas y OPS de .815, puntero entre todos los novatos de la Liga Americana. Además, lideró a los debutantes de las Mayores en jits (145) y average ofensivo (.274), y destacó a la defensiva con siete carreras salvadas que le valieron la nominación como finalista al “Guante de Oro” en los jardines.
Lo más impresionante de Arozarena es su progresión indetenible. Quienes creyeron que su espectacular postemporada en el 2020 fue obra de la casualidad ahora deben estar tirándose de los pelos, porque el pinareño ha demostrado que puede sostener un rendimiento superlativo con una combinación eléctrica de velocidad, poder e instinto asesino para explotar al máximo sus herramientas en situaciones de tensión.
En la campaña, Arozarena pegó 20 jonrones y se robó 20 bases, algo que habían conseguido apenas tres aspirantes al “Novato del Año” en el presente siglo. Si revisamos toda la historia, solo 11 debutantes lograron temporadas de 20-20:
*Tommie Agee (1966-Chicago White Sox)
*Mitchell Page (1977-Oakland Athletics)
*Ellis Burks (1987-Boston Red Sox)
*Devon White (1987-California Angels)
*Marty Córdova (1995-Minnesota Twins)
*Nomar Garciaparra (1997-Boston Red Sox)
*Carlos Beltrán (1999-Kansas City Royals)
*Chris Young (2007-Arizona Diamondbacks)
*Mike Trout (2012-Los Ángeles Angels)
*Andrew Benintendi (2017-Boston Red Sox)
Como pueden apreciar, Arozarena es el primer novato en conseguir estos números con la franquicia de los Rays, creada en 1998, pero es el segundo entre todos los debutantes latinos, detalle impresionante si tenemos en cuenta el nivel supremo que han mostrado muchísimos peloteros dominicanos, venezolanos y boricuas desde su irrupción en las Mayores.
Otro dato que ilustra a la perfección la magnitud de lo logrado por Randy es el siguiente: el pinareño ha ganado el “Novato del Año” de la Liga Americana la misma temporada en la que otros dos debutantes —José Adolis García y Ryan Mountcastle— conectaron 30+ jonrones. ¿Saben cuántas veces había ocurrido eso antes? Pues ya lo sospechan, nunca.
Normalmente, si un jugador conecta 30 o más cuadrangulares en su campaña de debut tiene un buen trecho ganado para alzarse con el “Novato del Año”. De hecho, desde que el premio comenzó a entregarse en 1947 y hasta el 2019, 17 de los 25 novatos que pegaron 30+ vuelacercas se llevaron el galardón a casa. Arozarena simplemente invirtió la ecuación a base de consistencia.
Este es un premio supremo para los Rays, que el 9 de enero del 2020 —cuando casi nadie apostaba a Randy— decidieron soltar en un canje a Matthew Liberatore, uno de sus mejores prospectos, para hacerse con los servicios del cubano. Ellos dos fueron los ejes del cambio de cuatro jugadores entre Tampa y los St. Louis Cardinals, franquicia que quizás lamente dejar ir a Arozarena.
Exactamente 678 días después de completado el canje, el pinareño ha demostrado ser uno de los peloteros más eléctricos de la liga, mientras Liberatore espera por una oportunidad de ascender a las Mayores, aunque se mantiene como un prospecto de alto calibre, el segundo en la granja de los Cardinals y el número 47 en el ranking de los 100 mejores de MLB.
Si hace más de medio siglo Luque, Miñoso, Tony Oliva o Tany Pérez fueron referentes de una época maravillosa, si en el pasado más cercano Liván, “El Duque”, Contreras, Kendrys o Alexei Ramírez abrieron el camino hacia nuevos tiempos gloriosos, pues entonces ya podemos decir que “Pito” Abreu, Yordan Álvarez, Luis Robert o Randy Arozarena son los protagonistas de esa nueva etapa dorada, la mejor en la historia del béisbol cubano en MLB.
Ahora, por fortuna, me siento a hablar con mi abuelo y le digo que el tiempo futuro será mejor.
Estimado Aliet, ha tenido un olvido imperdonable, no ha mencionado el MVP de Jorge Soler en la Serie Mundial, un premio tan grande como el que mas. En fin, que los cubanos son todavia inferiores en numero, si los comparamos con otras nacionalidades latinas, pero son cada vez mas influyentes y decisivos en el accionar de los equipos en los cuales militan.