Semana negra en Harleem para la pelota cubana

Aunque finalmente quedó en cuarto lugar, el equipo cubano vivió una semana negra en el torneo beisbolero de Harleem, Holanda. En la imagen, momento de la derrota ante Japón en la fase eliminatoria. Foto: Robert C. Bos.

Aunque finalmente quedó en cuarto lugar, el equipo cubano vivió una semana negra en el torneo beisbolero de Harleem, Holanda. En la imagen, momento de la derrota ante Japón en la fase eliminatoria. Foto: Robert C. Bos.

El equipo cubano, que llegó a Harleem con la intención de ahuyentar los fantasmas que desde hace algún tiempo persiguen al béisbol de la Isla, quedó lejos de su propósito y vivió una semana negra en territorio holandés.
Emular un pésimo resultado como el quinto lugar del año pasado en Rotterdam parecía imposible, pero este conjunto –el segundo de Cuba en la actualidad– se acercó bastante a aquel desastre.
En la ronda eliminatoria, la selección dirigida por el matancero Víctor Figueroa sufrió cinco derrotas consecutivas ante Alemania (4-5), Japón (1-6), Italia (3-7), Holanda (4-6) y Taipei de China (2-12), este último un doloroso nocaut para rematar una triste actuación.
Lo peor de esta fase fueron las tres derrotas ante equipos del continente europeo. Parecía que Cuba jugaba en realidad un torneo de fútbol y no de pelota. A la bestia negra holandesa se sumaron ahora Alemania e Italia, dos fracasos increíbles para un equipo cubano del nivel que sea.
Por suerte, la pésima imagen mostrada en estos juegos cambió con las dos victorias finales que permitieron al equipo terminar en el cuarto lugar. El enrevesado sistema de competencia, que no eliminaba a ningún seleccionado aun cuando hubiese sido barrido en la ronda inicial, terminó siendo una bendición para los de la Isla.
Primero se desquitaron 7-1 ante los germanos, sus victimarios del primer día, aunque el resultado se torna engañoso pues Cuba definió el juego con un racimo de seis carreras en la novena entrada.


Ya en la disputa del cuarto puesto mostraron una mejor ofensiva para desbancar a Italia 9-4 –con 14 hits incluidos– y, de paso, tomar también revancha del revés en las eliminatorias. Gracias a ello quedaron al borde las medallas, un premio que, sin embargo, no quita el mal sabor de labios que ha dejado el performance cubano en la Semana Beisbolera de Harleem.

Cuba en números

El pitcheo cubano no pudo estar peor en la justa holandesa. Los de la Isla lanzaron colectivamente para un paupérrimo 5,28 con un bateo de los oponentes de 323. Por demás, el de Cuba fue el cuerpo de serpentineros que más extrabases soportó con 18 (12 tubeyes, 3 triples y tres jonrones).
Solo Leandro Martínez tuvo dos aperturas de calidad. Los restantes abridores no pudieron caminar los partidos.
Dachel Duquesne, que llegaba como uno de los principales lanzadores, apenas pudo sacar cuatro outs en dos juegos, y nunca pasó de la primera entrada. Misael Villa y Yosvany Torres tampoco cumplieron con las expectativas. Únicamente Royd Hernández pudo llegar al sexto inning en el último duelo ante Italia.
Entre los relevistas, Frank Luis Medina tuvo buena efectividad en carreras limpias, pero regaló siete boletos en ocho entradas y tampoco cumplió como lanzador intermedio. Yudiel Rodríguez solo lució efectivo como relevo situacional en los dos últimos juegos, mientras los jóvenes Carlos Font y Alejandro Meneses no mostraron buenas credenciales.
El mejor del bullpen cubano fue el cerrador José Ángel García, aunque trabajó muy poco porque el equipo siempre llegaba debajo a las postrimerías de los encuentros.
La defensa tampoco estuvo bien. Cuba terminó en quinto lugar en este aspecto con un pobre 962 de average. Los cubanos cometieron 10 errores en siete juegos, y con ellos le propiciaron nueve carreras a los contrarios.
Los dos receptores fueron líderes en pasbol con tres, al tiempo que solo capturaron a dos corredores en nueve intentos de robo. Más allá de que no aportaron a la ofensiva –compilaron entre ambos de 19-2–, su defensa fue ciertamente discreta.

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Mejor al bate

Por increíble que parezca, lo mejor para Cuba fue la ofensiva. Empleo el adjetivo “increíble” porque este ha sido el punto flaco de los equipos cubanos en los más recientes torneos y topes internacionales, e incluso ahora mismo aqueja al conjunto que busca el título en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla.
En Harleem, los antillanos batearon para 279, un average nada ostentoso, aunque les valió para ser segundos detrás de Japón, que lo hizo para 289. Este desempeño no les sirvió de mucho en las eliminatorias, pero ya en la definición de los lugares el bateo resultó clave para maquillar su hasta entonces lamentable actuación.
El mejor a la ofensiva por Cuba fue el matancero Ariel Sánchez con excelente línea de 407/467/556, un zurdo de experiencia que, sin embargo, ha sido no pocas veces marginado de los equipos de la Isla. Sánchez fue clave en el logro del cuarto lugar pues en ese partido ante Italia bateó de 4-3, con jonrón, doble y dos impulsadas.
Otro zurdo, el joven santiaguero Sergio Barthelemy, demostró que está hecho para empeños mayores con 368/429/526, mientras el útil Orlando Acebey también lució bien y promedió para 333.
En cambio, el granmense Lázaro Cedeño, llamado a ser el gran cañonero del equipo, apenas bateó para 208 y quedó muy por debajo de sus reales posibilidades.
A favor del mentor Víctor Figueroa debe decirse que hizo constantes cambios para obtener mejores resultados, pero contar con solo trece jugadores de posición no le dejó mucho margen a las rotaciones.
En el pitcheo, intentó cambiar los roles establecidos para algunos lanzadores, pero tampoco consiguió buenos resultados. Casi nada funcionó en este equipo.
La semana negra de Haarlem dejó nuevamente en entredicho al béisbol cubano. Un cuarto lugar, derrotas increíbles ante equipos europeos y muchas incógnitas, es el saldo que deja en la maleta el certamen holandés.
Lo más penoso es que parte de la afición parece ya resignada a que actuaciones como esta se repitan, a que sean el pan cotidiano más que la excepción, a que no se vean –al menos a corto plazo– soluciones para la crisis.
El orgullo del béisbol cubano –lo que va quedando de él fuera de las Grandes Ligas y los jonrones de Despaigne en Japón– pasa ahora por los Juegos de Barranquilla. Sobre los hombros del equipo de Carlos Martí está el pesado fardo de poner una sonrisa –al menos temporal– en el rostro de los aficionados de la Isla o acabar de teñir de negro un mes de julio hasta ahora para el olvido.

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