La noticia de un nuevo memorando entre la Federación Cubana de Béisbol y la Little League Baseball Internacional permitirá la inserción en un circuito para niños entre cuatro y doce años, con más de 200 000 equipos en 85 países. Sobre esa base habrá un torneo en el Caribe, en Curazao, eliminatorio con vistas a la tradicional Serie Mundial infantil con sede en Williamsport, Pennsylvania.
Hasta aquí la buena nueva para los cubanos, pero la noticia oficial lamentablemente ignoró que el acontecimiento no es más que el retorno formal de los pequeños de la Mayor de las Antillas, sí, porque desde hace muchas décadas ya se había dado esta presencia, incluso con sonados éxitos.
Cuando los directivos de la Federación hablaron de la “creación” de una Liga Pequeña de Cuba no hicieron otra cosa que retomar la que ya funcionó desde los finales de los 50 hasta los primeros años de la Revolución. El registro de los jugadores en sus lugares de residencia, la organización de eventos provinciales y nacionales, para luego clasificarse a una Serie Mundial infantil no es nada nuevo, se trata casi de un calco (enhorabuena) de los “Cubanitos”, un experimento con debut en 1956.
Para ser justos con la historia, debemos recordar la exitosa iniciativa de Roberto Bobby Maduro, el mismo propietario del Estadio del Cerro (hoy Latinoamericano), quien se apoyó en la popularidad de los Cuban Sugar Kings, de la Liga Internacional de la Florida, quienes a su vez llegaron a ganar la Pequeña Serie Mundial en 1959, justo en La Habana, causando el furor de los fanáticos ante la posible llegada de una franquicia cubana al circuito Mayorista.
Para dedicarse al fomento del béisbol infantil, Maduro contó con el esfuerzo de José “Mako” Pérez, un ex coach del club Miramar en la Unión Atlética Amateur de Cuba (UAAC), quien se hizo cargo de la Asociación de Base Ball Infantil Cubanitos. Ya desde 1946 la pelota en la Isla formaba parte del llamado pacto del Caribe con MLB, otro condimento para entender la importancia de la edificación del Cerro, por tanto, a la presencia de los jugadores del patio en la Liga Internacional de la Florida, se le sumaba la imitación del sistema estadounidense para fomentar el desarrollo de talentos desde edades muy tempranas.
La integración de la liga de los “Cubanitos” abarcó a las seis provincias de entonces, con un altísimo grado de organización, aunque hoy no estén a mano parte de la documentación y estadísticas de los eventos de base. A “Mako” se le sumaron algunos veteranos como Napoleón Reyes y el trabajo de coordinadores provinciales voluntarios, como Alfredo Pino en Las Villas, Héctor Lavernia en Camagüey, Abel Tarragó en Oriente, e incluso un médico jefe, el doctor Alfredo Méndez Campillo, y un encargado del sistema de arbitraje, el umpire Enrique Villaverde.
Además, la prensa hizo convocatorias abiertas para la inscripción de empresas o entidades que se comprometieran a cumplir los estatutos para constituir equipos con pequeñines. Basta decir que en apenas tres años la masividad hizo que funcionaran 19 ligas, con 75 equipos compuestos por 2 300 jugadores. Tan solo un año después, en 1960, con el trabajo de las nuevas estructuras deportivas en la Revolución, los números explotaron hasta llegar a 4 000 equipos patrocinados por entidades cívico religiosas, comerciales e industriales que garantizaban trajes con su correspondiente publicidad.
El tránsito de un sistema político a otro no cambió el mecanismo de financiamiento, de hecho, la maltina y los refrescos eran las bebidas perennes en los campos de juego, todo un lujo para niños pobres, que además podían recibir estímulos especiales.
Los “Cubanitos” fueron una gran cantera, con gran aporte de valores y figuras (Félix Isasi, uno de ellos), porque había que rendir académicamente para participar en una cuasi categoría sub 13 (con documentación probatoria ante los patrocinadores de las novenas) y portar el permiso de sus padres.
Después de que cada provincia dirimiera todas sus liguillas e hiciera su final regional, los seis monarcas provinciales asistían al Cerro con todo bombo y platillo, ocasión también propicia para la politiquería, por qué no decirlo, y el campeón era invitado a Estados Unidos.
Desde esa época el estadio de la Little League es el mismo en Williamsport, pero también coincidía ese momento con la Pony League, para casi adolescentes, lo cual era otro chance para que los “Cubanitos” provocaran gran taquilla.
Ya en el propio debut del proyecto en 1956 se dio el caso de dos juegos de no hit no run (se jugaba a cinco entradas) en La Habana, algo que no se repitió hasta 1959 (por última vez) protagonizado por el camagüeyano Antonio Ansia contra Pinar del Río.
Otros peloteritos destacados de ese entonces fueron los habaneros Manuel González, Luis Galego, Martín Chiong, Jesús Franco y Alberto Villegas (casi todos del poderoso equipo Jimaguas de Tallapiedra), el villareño Jorge Díaz, el matancero Roberto Martínez y el camagüeyano Reinaldo Fabá.
Como vemos, hay mucha historia que contar sobre aquellos posibles retoños de los Reyes del Azúcar (un tema sobre el cual continuará OnCuba) y toda una tradición que bien pudiera ser imitada ahora que, otra vez, se abren las puertas para llegar hasta el estadio de Pennsylvania, entre el 15 y el 25 de agosto de 2019.
Nada periodista!! Tanto nadar para quedarse en la orilla. Se regresa a la ” pelota esclava”
El asunto fue que ese convenio fue montado para hacer creer que Antonio Castro habia sido el Gran Creador de esa iniciativa,por eso se invito hasta la prensa extranjera para que la AP hiciera una nota y lo publicaran en los periodicos americanos.Castro debia haber ido a la rueda de prensa de Higinio anunciando el acuerdo con la MLB y no fue,porque ahora se estan dando cuenta que su presencia politiza ese acuerdo y lo va a frustrar tarde o temprano. Muy buena nota de Oncuba al recordar que Pequenas Ligas habian en Cuba hace 60 anos mucho antes que naciera del Embajador del Globo de la Federacion Mundial