“El Guayabo”, como le decían al ya fallecido preparador José Antonio Hernández, le lanzó una recta por el medio a Yosvany Peraza (San Juan y Martínez, 1979) en el 2015, y le mostró el camino hacia Italia, donde tendría la oportunidad de continuar en lo que siempre hizo: jugar béisbol.
Eran tiempos algo convulsos para “El Gordo”, sancionado por presunto tráfico de personas y obligado a colgar los spikes en su tierra. De la noche a la mañana, el legendario dorsal 46 de la pelota pinareña se convirtió en un villano, a pesar de que ni las autoridades ni los medios oficiales cubanos hicieron públicas las acusaciones en su contra.
Lamentablemente, ese fue el final de su carrera en Cuba. Casi cinco años después, las heridas ya no están expuestas del todo. “No hay nada mejor que un día detrás de otro”, piensa Peraza, quien relata a OnCuba, con más calma, aquellas fechas tormentosas.
“Ni yo mismo sé cómo pasó, parece que alguien contó algo que no era después de la Serie del Caribe de San Juan. Hay cosas que ni pregunté, porque estaba muy asombrado con lo que pasaba. Salí un día para el estadio a entrenar y me interceptaron unas personas, me llevaron a una oficina, me hicieron unas preguntas y me propusieron que no jugara más pelota.
“No hubo proceso formal ni nada, solo me dijeron que no podía jugar más, me sacaron del equipo de Pinar del Río y de todo el sistema competitivo. Fue una impresión muy desagradable, de hecho, mucha gente evitaba hablar conmigo después de la sanción y hasta los atletas no se me acercaban”, recuerda “El Yope”, como también se le conoce a uno de los últimos jonroneros natos que han pasado por las series nacionales.
En tiempos de redes sociales, algunas notas aisladas de aquel suceso se divulgaron y Peraza se sintió arrollado por la avalancha de comentarios, ofensas y dudas sobre su persona.
“Sufrí bastante, se me caía la cara de vergüenza, no recibía visitas ni de mis mejores amigos, ni de mi hijo. Yo no quería hablar con nadie”, dijo el pinareño en una entrevista con Cubalite.
Esas palabras reflejan el dolor de un hombre, veterano efectivo de la selección nacional, triple campeón del patio y flamante titular de la Serie del Caribe con los gloriosos Vegueros, que en un santiamén fue multiplicado por cero, sin que se conocieran detalles sobre algún proceso legal en su contra o de alguna condena por el presunto delito que le atribuyeron.
“Los que me conocen saben que yo sería incapaz de hacer algo así. A mí nunca me pasó por la cabeza traicionar al país de ninguna manera. Yo siempre estuve firme, me quedé en Cuba y al final tuve que pasar por algo bien desagradable. Pero ese tema está muerto para mí, después que vine a Italia más nunca ni pregunté por ello”, asegura Peraza en diálogo virtual con nuestra revista.
Aquel, probablemente, sea el momento más amargo en su vida, uno que lo marcó para siempre, y que le abrió las puertas de un nuevo mundo.
“Gracias a Dios, pasó el tiempo. Lo importante es que ahora todo marcha bien y he podido enfocarme en otras cosas. Estoy en paz, he regresado a Cuba y los mismos que no me hablaban me han saludado cordialmente. En el fondo saben que nunca hice nada, nunca iba a hacer nada como eso”, asegura el otrora estelar slugger.
Peraza está totalmente asentado en Italia, donde ahora dirigirá al Castenaso, club al que ha estado ligado por más de cinco años desde que llegó allí. Según cuenta, su experiencia en el Viejo Continente no ha sido del todo sencilla, porque el ritmo de juego y la dinámica de trabajo no se parecen a las que estaba habituado.
“En Italia hay partidos solo los viernes y los sábados. Entrenan durante la semana para jugar esos dos días. Nosotros no estamos acostumbrados a eso, tienes que adaptarte poco a poco, pero créeme, si te pierdes dos entrenamientos después te cuesta trabajo empatarte con la bola”, precisa “El Gordo”, quien no cree que el certamen italiano sea de bajo nivel.
“Al béisbol de aquí han venido muy buenos jugadores, gente con experiencia en las Menores y en ligas del Caribe, muchos venezolanos entre ellos. No se trata de descartes como algunos piensan, hay buen material, incluidos un grupo grande de lanzadores que se sostienen por encima de las 90 millas”, explica Peraza, quien este año comenzará sus labores como mentor en breve.
“En el 2020 yo no pude jugar la Serie C. Había ido a Cuba y, cuando regresé, venía a jugar con otro equipo y entrenar a la vez un grupo de niños del Castenaso, en Bolognia, donde siempre he estado. Yo no los dirigía pues no tenía los documentos oficiales, aunque sí los asesoraba. De los mismos muchachos, de los directivos que ya me conocen, salió la propuesta de que asuma este año la dirección del equipo”, relata el vueltabajero.
Este, sin dudas, es un giro en la vida de “El Gordo”, el hombre del jonrón contra Australia en el Clásico Mundial del 2009 –su momento más grande con la selección nacional–, el fornido pelotero que, con una sonrisa amable, hacía sufrir la pelota en los diamantes cubanos. Durante 18 temporadas en series nacionales, el pinareño despachó 249 bolas más allá de los límites, remolcó 883 carreras, pegó 1327 imparables y terminó con línea ofensiva de .298/.390/.508.
De su recorrido por los campeonatos antillanos tiene muchos recuerdos, desde el primer título en 1998 cuando era todavía un juvenil, hasta su última corona en el 2014, siempre bajo el mando del mago Alfonso Urquiola.
“No se ve mucho eso de que un mánager gane una Serie, no siga dirigiendo por razones diversas y luego regrese, tres años más tarde, para repetir una actuación similar. Alfonso Urquiola tenía esa capacidad para lograr que sus atletas fuesen como una familia. Creo que ahí estuvo la clave de sus triunfos”, dice Peraza con orgullo, aunque su paradigma como director es otra persona.
“Jorge Fuentes, sin dudas: ese fue mi amigo, mi padre, mi hermano, en fin, el hombre al que yo más admiro del béisbol cubano. Y la otra persona a quien yo le debo ser quién soy es a Omar Linares Izquierdo. Yo recuerdo que no jugaba porque en la receptoría estaban Yosvani Madera y Lázaro Arturo Castro. Y en una práctica de bateo yo le doy a Omar como diez o doce jonrones y él intercede con Jorge para que me pusiera a jugar. Ahí empezó la historia, diría yo, de Yosvany Peraza”, rememora el exjugador, ya con 40 años.
Uno de los tesoros que mejor guarda de su carrera es el privilegio de haberle recibido detrás del plato a hombres como Pedro Luis Lazo, José Ariel Contreras, Faustino Corrales, Omar Ajete, verdaderos caballos de batalla del pitcheo pinareño y cubano.
“Nosotros teníamos un equipazo, con Yobal Dueñas, Omar Linares, Juan Carlos Linares… En la receptoría estaba Yosvani Madera, Lázaro Arturo Castro, Vladimir García, Norlis Concepción y yo. Después nos quedamos y yo era suplente. Me sacaban de emergente, catcheaba uno o dos innings, pero nunca pensé en irme a otra provincia ni nada, estaba enfocado en hacerme de un puesto con Pinar.
“Lo mejor trabajar con los lanzadores. Faustino es uno de los mejores pitchers zurdos de la historia de Cuba, y estaban también Ajete, Lazo, Contreras, Orestes González, Alain Soler, Dannys Báez, Remigio Leal, a quien le recibí en una Liga de Desarrollo. Tuve la oportunidad de trabajar con todos y te soy sincero, uno de los más impresionantes era Faustino”, recuerda Peraza, quien puede escribir un libro de anécdotas con aquellos estelares.
“Yo era el cátcher de Faustino el día del récord de los 22 ponches contra Holguín. Su curva era impresionante. Y bueno, Lazo y Contreras son dos de los pitchers más grandes que ha dado Cuba. Contreras aprendió a tirar el tenedor en el bullpen. Recuerdo que me buscaba y me decía: «vamos para allá atrás y ahí se ponía a practicar y practicar»”, cuenta el slugger pinareño.
“Con Lazo me sentía muy cómodo porque trabajé más con él, aunque no fue fácil adaptarse a su ritmo. Él tiraba muy rápido entre pitcheo y pitcheo y un día me metió la bola en el pecho. Me dijo que tenía que atenderlo y poco a poco fui aprendiendo de sus mañas. Llegamos a trabajar tan compenetrados que a veces me lanzaba sin señas porque sabía lo que él quería tirar según la situación en que estábamos”, afirma Peraza, quien ganó su último título en Cuba en el 2014.
Ese cetro le abrió a Pinar del Río las puertas de la Serie del Caribe de San Juan, Puerto Rico, aunque para el torneo se reforzó considerablemente el plantel. “Yo no estaba contemplado en la selección que se hizo y de manera muy tranquila, muy calmada, le expresé a la dirección del Partido que si yo no iba a la Serie del Caribe, que conmigo no contaran más para seguir jugando.
“¿Cómo se explica que tú te pases un año entero dedicándote, esforzándote, dándolo todo por tu equipo y al final piensen en mandar a otro atleta con la misma calidad que tú? Me dolió mucho ver que hombres como Vladimir Baños y Reinier León fueran privados de un premio que con todo derecho merecieron”, se cuestiona “El Gordo”.
Lo que sucedió en Puerto Rico es conocido: los Vegueros se alzaron con una corona que hoy, seis años más tarde, sigue siendo el último título conseguido por una escuadra cubana en eventos foráneos. Peraza no duda cuando dice que para rescatar esos espacios perdidos en la arena internacional es necesario topar, topar y topar con un béisbol de mayor nivel.
“S vas a experimentar en una competencia determinada, sin conocer al contrario, no puedes aspirar a ganar y eso es lo que, lamentablemente, se ha perdido en todas las categorías: la oportunidad de confrontar antes a tus posibles rivales”, afirma Peraza, siempre en los focos por su peso corporal.
“Esta es mi complexión física, en el equipo nacional me ponían un peso y bajaba los kilos que hicieran falta, me esforzaba, comía menos, corría por las mañanas. Yo siempre llegaba al límite que me ponían, quizás por eso los manager no tenían temor de ponerme a jugar.
Como enamorado de su tierra, Peraza recuerda San Juan y Martínez. “Esta es la cuna de peloteros muy renombrados, como Fidel y Omar Linares, Omar Ajete y, además, la tierra de la que guardo los recuerdos más bonitos, como el calor de la gente al regresar de cada evento. San Juan y Martínez es todo, allí están mis hijos, con quienes hablo todos los días. Es difícil la distancia y se extraña a la familia”, dice.
Apelando a esa nostalgia, muchos pinareños soñaron con un posible regreso del estelar 46 de los equipos vueltabajeros a la acción en los diamantes cubanos, una última despedida antes de colgar los spikes pero, por desgracia, ya no puede.