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Joseph “Sepp” Blatter no es Jay-Z y tampoco tiene una opulenta novia como Beyoncé, pero su visita a La Habana también causó cierto revuelo, sobre todo en el mundillo del músculo en la Isla, no tan acostumbrado a este tipo de invitados.
Hablamos de un hombre vinculado al fútbol como miembro de la FIFA hace casi cuatro décadas y presidente en los tres últimos lustros, cuatro mandatos consecutivos. Un superviviente, sin duda, señalado en reiteradas ocasiones por escándalos de corrupción, sobornos o el veto a la altura, y venerado por llevar la Copa del Mundo por primera vez a Asia y África, así como utilizar el deporte a modo de catalizador para el entendimiento entre los pueblos bajo el slogan “Puro fútbol, pura esperanza”.
Teniendo en cuenta dichas credenciales, la prensa en Cuba se frotó las manos con la llegada de un icono, que más allá de su neutralidad de cuna tiene el carácter de todo un Coronel del ejército suizo, que en cuestiones de fútbol suele ser tan mesurado como implacable, casi siempre con un as triunfador bajo la manga.
Procedente de Haití, arribó en su jet privado y cumplió un periplo relámpago de apenas 24 horas, a ratos público, a ratos secreto, porque algunas de sus conversaciones (sospecho que las más trascendentes) permanecen y muy probablemente permanecerán con el maldito cartel de “top secret”.
No obstante, el comienzo no estuvo nada mal, hasta esperanzador fue. Dijo que llevaba a Cuba en el corazón, que agradecía nuestro respaldo en situaciones adversas, cenó con los directivos del deporte cubano y nos entregó un premio en honor al avance del fútbol en la Isla.
Nunca faltaron las palabras finas en perfecto español, porque Blatter simplemente no sabe comportarse de otra forma, es de estos federativos casi extintos dentro de nuestras fronteras, amable incluso al dar una negativa, diplomático en toda la medida. Así lo demostró la siguiente jornada en el campo La Polar, donde tendremos una cancha sintética en los próximos meses, aunque por ahora es tan artificial como nuestros propios sueños.
Allí charló con los veteranos, bromeó sobre su edad, se fotografió con todos, desmontó su frac, sostuvo en sus manos una pala por primera vez en no sé cuanto tiempo, removió la tierra y dejó constancia de que una obra debe comenzarse inmediatamente, mensaje subliminal que deben captar los entendidos, los involucrados…
Después, en el Hotel Nacional, más de lo mismo. Sonrisa perenne, mensajes esperanzadores y avalancha de elogios para con nuestro deporte, sobre todo por aquello de que practicamos fútbol no solo por competir, sino como una escuela de la vida.
POR DETRÁS DEL TELÓN
Sin embargo (odio que siempre haya un sin embargo), ciertos cabos siguen quedando sueltos, pues el hecho de que no se hablara prácticamente nada sobre las deserciones luego de que Sepp valorara el asunto “de grave” hace unos meses da mucho margen a la especulación.
“No es sólo un tema para el departamento de competiciones (de la FIFA), sino un asunto presidencial que voy a plantear en persona a las autoridades deportivas en Cuba para que se lo trasladen a sus autoridades políticas”, expresó en Ginebra meses atrás, visiblemente preocupado por una situación incómoda y desagradable para todas las partes.
Entonces, ¿no es de suponer que algo saliera a colación en su visita? ¿No es de suponer que él mismo expresara su parecer y las aristas discutidas con las autoridades cubanas? Pero nada de esto ocurrió, al menos no en público, porque sí es seguro que Blatter no vino a vacacionar y en algún instante surgieron debates.
El mandamás de la FIFA tenía programado un encuentro con el vicepresidente Miguel Díaz-Canel con acceso a la prensa, misteriosamente suspendido o reprogramado a puertas cerradas, con muy pocos detalles al respecto, salvo que estuvieron presentes el General de Ejército Raúl Castro, presidente de la nación, acompañado por otros directivos del deporte.
Tras bambalinas, además, se evaluaron los destinos del presupuesto de la FIFA, y se discutió sobre las deserciones, presiento que sin ningún acuerdo inmediato. Supongo que no avistaron una solución acorde a las necesidades del fútbol cubano, a pesar de la intransigencia militar de Blatter en sus negociaciones.
La prueba, creo yo, se pudo constatar, cuando, al ser incordiado sobre el tópico, el suizo solo atinó a mover la cabeza y tomó la batuta Luis Hernández, titular de la Federación Cubana, quien pronunció un discurso sin pistas, culpando por las deserciones a las políticas de Estados Unidos.
¡Bravo! Así dirán muchos de esos federativos que no se parecen tanto a Blatter y pululan en cualquier rincón del país, un poco ignorando todo el daño que ha hecho a nuestro deporte, no solo las salidas ilegales, sino la política interna que las ha motivado, porque no podemos simplemente decir que son traidores sin analizar otro gran número de mediaciones en el asunto.
De seguro, existe un remedio, solo es cuestión de encontrarlo, asumirlo y practicarlo, algo aparentemente muy difícil en Cuba, donde seguimos renuentes a la expansión y desarrollo de los jugadores en torneos de mayor nivel, en los que tengan la oportunidad de probar sus cualidades.
Tal vez, Blatter no tenía el remedio perfecto, pero si una idea, la cual a todas luces no fructificó, al menos momentáneamente, por lo que su viaje termina con muchas sonrisas y pocas respuestas.