A Legnis Cala Massó el boxeo le cambió la vida de un día para otro. A sus 32 años había dejado atrás hacía mucho tiempo el sueño de triunfar en el deporte. Pero, inesperadamente, tuvo ante sí una segunda oportunidad.
“Yo había tratado de colgar los guantes, pero no pude. La vida puso el boxeo en mi camino”, dice esta joven habanera. Hace apenas un año no podía imaginar que sería subcampeona centroamericana de los 57 kilogramos y que hoy se erigiría como una de las esperanzas de Cuba en los Panamericanos de Santiago de Chile, que comenzarán en solo unos días.
Cuando en diciembre pasado las autoridades deportivas de la isla anunciaron la tantas veces postergada oficialización del boxeo femenino, ya Legnis no pensaba ni por asomo en subir a un ring. Estaba “sentada en la casa”, cuenta a OnCuba, cavilando cómo reconducir su vida luego del impasse de la pandemia.
Hasta que la COVID-19 trastocó los planes y rutinas de millones de personas, ella, al menos, se daba “de tanto en tanto” una vuelta por el gimnasio. Su idea no era convertirse en boxeadora propiamente, sino mantenerse en forma y disfrutar “la adrenalina” que siente cuando está en el cuadrilátero.
Pero con la pandemia todo eso quedó atrás. Después, ya nada era igual. Por ello se resistió a la idea de asistir al tope que convocó la Federación Cubana en busca de atletas para la naciente selección nacional femenina. “No quería ir. A esas alturas, ¿para qué?”, afirma.
“La culpa” de que cambiara de idea fue de una vecina, que también practicaba boxeo y le insistió para que la acompañara a la competencia. Y también de su debilidad para dejarse convencer “por embullo”, cuando ella misma no creía que tuviera mucho sentido volver a ponerse los guantes.
“Ese mismo día de la competencia tuve una novedad, pero ya estaba allí, y me subí al ring. Perdí la pelea y pensé que ya, que no tenía chance, pero parece que los entrenadores me vieron algo, porque igual me seleccionaron para el equipo. Ellos tuvieron confianza en mí cuando yo misma no pensaba que podría, y mira”, apunta.
Descubriendo el ring
Legnis Cala llegó al boxeo de casualidad. La zurda de Arroyo Naranjo quería ser una estrella del atletismo y en 2007 ingresó a la ESPA Nacional en este deporte. Lo suyo, me dice, era el tanque de saltos, pero luego, “por cosas de la vida”, no seguiría ese camino.
Salió de la escuela, dejó de entrenar, tuvo una niña con solo 19 años. El sueño del alto rendimiento se le hizo demasiado distante. Unos años después dio con el pugilismo.
“Después del parto me quedé en la casa y empecé a engordar. Entonces, después de un tiempo, volví a hacer ejercicios para bajar de peso y ponerme en forma, y me encontré con el boxeo”, narra.
“Vi a algunas muchachitas que lo estaban practicando en la escuela (Escuela Superior de Formación de Atletas de Alto Rendimiento Giraldo Córdova Cardín), me dio curiosidad y entré —añade—. Estuve viendo cómo era, me puse a practicar, y al poco tiempo vino una muchacha que tenía experiencia como boxeadora y había ganado no recuerdo qué, e hice un sparring con ella”.
“Yo llevaba solo dos semanas entrenando, y me gustó esa sensación. Me sentí un poco nerviosa, pero me gustó la adrenalina que se siente en una pelea, y ahí me embullé y me quedé un tiempo más”, me cuenta en un descanso de sus entrenamientos en el gimnasio del Estadio Panamericano, al este de La Habana.
Por entonces, unos siete años atrás, Legnis estaba a las puertas de los 25, criaba a su niña y había empezado a trabajar fuera de la casa. El boxeo lo asumió como un hobby. Pero el pugilismo femenino estaba lejos de ser aún un deporte oficial en la isla y con el cambio de las prácticas a La Habana Vieja, y por otras razones personales, Legnis perdió la regularidad.
“Cuando empecé a entrenar estuve como tres meses seguidos, pero luego iba un tiempito, me desaparecía, volvía, y así. Y ya después vino la pandemia y no volví más hasta ahora, y porque me dejé convencer por embullo para regresar. Pero no me arrepiento, porque, aunque ha sido bien duro, ha valido la pena”, dice.
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Un cambio radical
Para la hoy medallista de plata centroamericana, dejar la que era su vida hasta diciembre pasado y someterse a los rigores de un entrenamiento intensivo, alejada incluso de su hija y su familia, ha sido un cambio radical.
“Después que dejé el atletismo y tuve a mi niña llevaba una vida muy distinta a esta de ahora —confirma—. Fui secretaria de un círculo infantil, estuve trabajando en seguridad en la Casa de la Música, y algo más, y aunque entrenaba boxeo de tanto en tanto, no me pasaba por la cabeza volver al deporte de primer nivel. Cuando llegó esta oportunidad estaba en mi casa, sin trabajar, y ha sido un cambio bien grande en mi vida, la verdad.”
¿Cómo has asumido este cambio? ¿Cuán difícil ha sido para ti adaptarte?
No ha sido fácil. He tenido mis problemitas, pero son cosas que se van arreglando con el tiempo. El hecho de cambiar de un tipo de vida para otra, como esta, ha sido favorable en muchos sentidos, pero también ha tenido un impacto, no solo en mí, sino también en mi familia: en mi hija, en mi mamá, en mi pareja. Pero acá estoy.
El entrenamiento es bien fuerte, con mucha exigencia, y yo lo doy todo en el gimnasio, no me reservo. Por eso termino muerta, como decimos los cubanos, y por eso me quedo aquí en la escuela, para recuperarme para el día siguiente. Tengo que hacerlo así, porque si me voy a mi casa me siento demasiado cansada para venir al otro día, y estar también tan cerca de la familia te hala, te hace querer quedarte ahí con ellos.
Después de todos estos meses, la verdad es que siento los cambios. El cuerpo me ha cambiado bastante, lo noto hasta en la manera de caminar. Tengo más resistencia, aunque también me siento bien agotada después de estas sesiones fuertes. Claro, eso cambia cuando empiezan a bajar las cargas, siguiendo la planificación del profe Santiago (Suárez) y los demás entrenadores. Entonces me siento mucho mejor, y veo el resultado del trabajo.
¿Y cómo funcionan las cosas con la familia?
Voy a la casa los fines de semana, aunque trato de estar siempre pendiente de ellos. Yo soy bastante familiar, me gusta estar en mi casa, con mi hija, viendo televisión, y no poder hacer eso todos los días es duro. Pero tengo que hacerlo así para poder seguir en el boxeo y lograr los resultados que quiero, que también son de mi familia.
En mi casa me ayudan bastante para que pueda estar aquí, sobre todo con respecto a la niña, que ya tiene 11 años y es lo que más me preocupa. En eso me apoyan muchísimo; mi mamá está todo el tiempo con ella y eso ha sido muy importante para poder seguir adelante. Ha sido una gran ayuda para poder estar tranquila y enfocada.
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Aspiraciones, prejuicios y consejos
Aunque hace solo un año ni pensaba en volver a subir a un ring y mucho menos en asistir a un evento internacional representando a Cuba, el boxeo ha despertado el gen competitivo y las ganas de triunfar de Legnis Cala.
“Estoy enfocada en las competencias, en los resultados”, confirma la zurda, que recién cumplió una base de entrenamiento en Francia —con tope incluido— y que entró también en la historia como la primera boxeadora cubana en combatir oficialmente en una lid internacional. Ello sucedió durante los Juegos del ALBA, en Venezuela, antesala competitiva de su —para muchos sorpresivo— segundo lugar en San Salvador.
“Nosotros fuimos a los Centroamericanos con pronóstico de bronce y después de coger plata me siento con más exigencia, con más responsabilidad. Ahora me exijo más yo misma, ya no pienso solo en participar y ver lo que sale, sino también en lograr un buen resultado. Todavía estoy empezando y los retos más grandes están por delante, pero si quiero llegar lejos tengo que pensar en grande: en ganar, en coger medallas”, señala.
Tus aspiraciones han evolucionado entonces…
Pues sí. Al principio, la verdad, ni pensaba en las medallas. Mi idea era participar, aprender, asistir a las competencias representando a Cuba, pero jamás pensé que iba a obtener los resultados que ya tengo en tan poco tiempo.
Ahora mismo ya no es así. Y no tengo una meta única, porque siempre quiero más. Si consigo algo, como la medalla en los Centroamericanos, entonces quiero la medalla en los Panamericanos. Es difícil, pero estamos entrenando para eso. Y el año que viene hay Mundial, hay Juegos Olímpicos, todavía falta, y hay que ver si podremos ir, pero yo sí quiero estar allí y ver qué pasa. Yo voy pa’lante porque lo mío es seguir.
El boxeo femenino no es bien visto por todas las personas en Cuba. ¿Qué piensas sobre ese prejuicio? ¿Cuál es tu experiencia en este sentido?
Yo no he sufrido ningún prejuicio por el tema del boxeo femenino, la verdad. Al contrario, muchas personas, cuando saben que practico boxeo, me dan ánimo, me preguntan si yo fui la que cogí medalla, y se alegran, y hasta me han dicho que mi novio tiene que estar más tranquilo que “estate quieto”, porque si se sale del plato, ya tú sabes… Pero eso son bromas, y nadie me ha dicho nada feo por boxear, aunque sé que hay gente que no entiende que las mujeres estemos en este deporte.
Yo soy boxeadora en el gimnasio, en las competencias, pero del gimnasio para afuera soy como cualquier otra mujer cubana. Soy tan femenina como cualquiera, aun cuando mi cuerpo haya cambiado por los entrenamientos, y llevo mi vida normal, con mi hija, con mi familia. Las boxeadoras somos mujeres como todas las demás.
A quienes miran mal al boxeo femenino, entiendo que es su opinión, pero me parece que deberían informarse mejor, documentarse y dejar atrás los prejuicios. Nosotras tenemos protectores de senos, de ovarios, de boca, de cabeza. Estamos protegidas por todos lados.
Que las mujeres boxeen ya es algo normal en el mundo, y más con todas esas protecciones. ¿Por qué no lo podemos hacer en Cuba? ¿Qué puede pasar, que me noqueen? Pues no pasa nada, es parte del deporte.
¿Qué consejo le darías a las muchachas y mujeres que se interesen por el boxeo?
A las muchachas que les gusta y quieran entrar al boxeo les aconsejo que no tengan miedo, que sí se puede. El boxeo tiene sus exigencias, pero si se esfuerzan lo pueden lograr, incluso si no lo creían al principio, como me pasó a mí. Es verdad que puede haber nervios, que puede haber miedo, pero todo eso se quita dentro del cuadrilátero.
Ya cuando subes al ring y tiras tu primer un-dos, aunque sea al aire, todo lo demás se borra, el miedo se te quita y te enfocas en ganar la pelea. Puede que no lo logres, pero si lo intentas, en algún momento lo conseguirás, incluso más rápido de lo que piensas.
Espero que sigan aumentando las boxeadoras en Cuba, que haya más muchachitas que se interesen y vayan a la EIDE y que puedan subir aquí, al equipo nacional también. Que al igual que estamos haciendo nosotras, demuestren que las mujeres cubanas sí pueden triunfar en el boxeo; que vayan a más competencias internacionales y que puedan poner en alto el nombre del boxeo femenino en Cuba.