Tan acostumbrados hemos estado al idílico amateurismo que realmente muchos pensaron que de verdad valía la pena una batalla ante la constante y creciente penetración monetaria en el movimiento atlético internacional.
Sin embargo, los años han demostrado que invertimos demasiado tiempo tratando de evitar lo inevitable. Al menos es la sensación que me quedó este martes al ver un cuadrilátero instalado en el corazón de la Ciudad Deportiva, en La Habana, con el logo del Inder junto al de Gazprom, la corporativa multinacional rusa de gas natural.
Tal “alianza” era impensable en el contexto cubano, no ya de hace treinta años cuando Fidel Castro alertaba sobre la mercantilización en el deporte, sino de hace menos de una década, cuando tampoco se soñaba con el regreso de los boxeadores de la isla a los circuitos profesionales.
Pero los escenarios han cambiado y Cuba, por primera vez en más de 60 años, organizó una cartelera profesional del deporte de los puños en La Habana, con pugilistas profesionales sobre el ring, patrocinios y premios en metálico que ascendieron a más de 100 mil dólares para los grandes ganadores de la velada.
La Noche de Campeones, denominada así por la Asociación Internacional de Boxeo (IBA), resultó un homenaje a la tradición de la isla en este deporte y también al primer Campeonato Mundial celebrado hace 50 años justamente en La Habana, detalle curioso y hasta cierto punto contradictorio, pues aquel evento fue puramente amateur y ahora se conmemoró su aniversario con una velada puramente profesional.
Un cartel, seis peleas: hablemos de boxeo
La afición cubana es consumidora nata del deporte. Por eso no fue nada extraño ver este martes la Ciudad Deportiva de La Habana abarrotada como en sus buenos tiempos para disfrutar de seis peleas entre boxeadores cubanos y exponentes profesionales de otros países.
La cartelera tenía como principales atracciones la discusión de los títulos mundiales de la IBA en las divisiones de 80 y 92 kilogramos, donde el respetable examinaría en combates de 10 asaltos a los dos veces titulares olímpicos Arlen López y Julio César La Cruz, quienes no pudieron cumplir con sus pronósticos dorados hace solo unas semanas en París 2024.
Además, la oportunidad de ver en primera fila a Erislandy Álvarez, flamante monarca en la capital francesa, y volver a disfrutar de dos históricos como Lázaro Álvarez y Roniel Iglesias, también motivaron a los fanáticos para asistir al Coliseo capitalino, donde se diseñó y se montó un buen show de luces y sonido.
La programación sobre el cuadrilátero, en cambio, dejó algunas sombras y altibajos que repasamos a continuación.
Saidel Horta vs. Ruslan Belousov (Rusia)
Por votación unánime se impuso Horta en el duelo de los 57 kilogramos que marcó el inicio de la cartelera, pero la pelea fue mucho más cerrada que lo plasmado en las papeletas de los jueces. Belousov, un rival con experiencia profesional desde 2021, mantuvo una estrecha porfía con el cubano, que se vio un punto menos impetuoso que en sus recientes presentaciones en los Juegos Olímpicos de París.
Saidel aprovechó su velocidad y movimientos de piernas y torso para desplazarse con inteligencia por el cuadrilátero, entrando y saliendo en los momentos justos. El ruso, por su parte, aceptó el ritmo de pelea y tras un período de estudio apostó por los intercambios, pero su oponente siempre sacó la mejor parte.
Pese a que su preparación de los últimos meses se enfocó mayormente en el reto olímpico, donde los choques son a solo tres asaltos, el físico de Horta aguantó los seis rounds previstos para este cartel profesional.
“Me preocupaba más el aspecto psicológico. Lo dominé y salió el resultado. Gracias a Dios me sirvió de mucho la preparación de los Juegos Olímpicos. Solo hice pequeños ajustes en el combate”, precisó el cienfueguero tras su victoria.
Lázaro Álvarez vs. Mujibillo Tursonov (Uzbekistán)
Cuando quedaban poco más de 30 segundos en el quinto asalto del combate entre el pinareño Lázaro Álvarez y el uzbeco Mujibillo Tursonov, “El Príncipe” antillano se olvidó del refinado estilo de pelea que lo ha llevado a ganar tres títulos mundiales e igual cantidad de medallas olímpicas.
Como poseído por el espíritu de un fajador nato, el vueltabajero soltó una relampagueante combinación de golpes y puso contra las cuerdas a Tursonov. Enseguida abrió los brazos y prendió la chispa en la grada de la Ciudad Deportiva, que esperaba desesperado porque alguien agitara la Noche de Campeones.
Álvarez, ya con 33 años, demostró que conserva las habilidades y el estilo elegante que lo llevaron a ganar tres medallas olímpicas y cinco mundiales, incluidas tres coronas. El pinareño, pese a subir a los 63.5 kilogramos, se vio rápido, activo y enérgico, con un gran trabajo de esquiva y notable manejo de su mano izquierda, sobre todo con los ganchos al abdomen.
Su trabajo de desgaste hizo efecto, pues su contrario uzbeco fue perdiendo el norte mientras avanzaba la pelea. Tan fogoso como desorganizado, Tursonov quedó fuera de distancia en reiteradas ocasiones y buena parte de sus golpes no pasaron la guardia del pinareño, que se agenció una cómoda victoria unánime.
Erislandy Álvarez vs. José Ignacio Muñoz (Colombia)
Erislandy Álvarez es un producto codiciado por el profesionalismo, no hay otra forma de verlo. El cienfueguero es un showman en toda la extensión de la palabra, no solo por su endemoniado ritmo de golpeo y sus eléctricas combinaciones, sino también porque entiende como pocos el sentido del espectáculo.
El cienfueguero es un millenial (nació en el 2000). Se formó como boxeador bajo los preceptos del amateurismo, pero ha crecido admirando y observando a los profesionales. Quizás por eso, cuando sale camino al ring, monta su rutina de baile, alardea y brinca por encima de las cuerdas para contagiar al público con su energía.
Lo que viene después de ese show también forma parte del guion que buscan los circuitos rentados: combate cuerpo a cuerpo, intercambios sin tregua, pegada fuerte, resistencia y mucha adrenalina. Ese fue justo el plan que siguió Erislandy este martes contra el colombiano Muñoz, un chico joven que tampoco se guarda nada sobre enserado y que ya había demostrado poder con sus puños.
Por eso el cubano manejó sus impulsos con cautela, cuidándose de no quedar descubierto y que el cafetero le aguara la fiesta. De cualquier manera, fue superior, aterrizó muchos más golpes efectivos en la anatomía de Muñoz que los que recibió y sacó un triunfo unánime para los jueces, a pesar de que en las postrimerías sus bríos flaquearon un poco.
No se le puede pedir más. Erislandy solo tiene cuatro peleas profesionales a cuestas y acumula el desgaste del examen olímpico (cinco combates en París en cuestión de 12 días), por lo que su presentación en la Ciudad Deportiva fue correcta y cumplió con las expectativas en los pesos ligeros, una división de la que han salido grandes campeones en circuitos rentados, como el mexicano Oscar de la Hoya y el ucraniano Vasiliy Lomachenko, y otras figuras prometedoras como el también cubano Andy Cruz.
Roniel Iglesias vs. Gurgen Madoyan (Armenia)
Aunque ganó más de 300 peleas como amateur, dos títulos olímpicos, una corona mundial y se consagró entre los más destacados exponentes del boxeo cubano en el presente siglo, Roniel Iglesias nunca fue un pugilista particularmente atractivo, al menos para mi gusto.
El profesionalismo no lo ha cambiado. A sus 36 años sigue siendo un boxeador sobrio, efectivo, extremadamente técnico, pero sin esa chispa que levanta a la gente de sus asientos. Claro, no hay mucho que cuestionarle después de todo lo que ha ganado. Este mismo martes, por ejemplo, logró un triunfo por votación dividida contra el muy poco ortodoxo oponente armenio.
Madoyan, consciente de sus limitaciones técnicas y físicas (al ser más pequeño sus combinaciones quedaban constantemente fuera de distancia), buscó cualquier cantidad de trucos para sacar de paso al pinareño, pero Roniel, sereno y aplomado, no cayó en las provocaciones. El armenio bajaba la guardia y se golpeaba él mismo en todo el cuerpo para incitar al cubano a entrar en intercambios cuerpo a cuerpo, algo que sucedió en pocas ocasiones.
No obstante, Madoyan se las ingenió para presionar a Roniel y llevarlo a terrenos incómodos donde él pudiera sacar alguna renta. Al final, su estilo inconsistente enredó al vueltabajero, quien no consiguió abrir la pizarra porque no estuvo tan preciso en su golpeo como suele hacerlo históricamente.
Arlen López vs. Luis Antonio Tejeda (República Dominicana)
Uppercut, ganchos, rectos y pura potencia. Arlen López llegó al Coliseo capitalino con ganas de borrar la imagen de su derrota en semifinales de los Juegos Olímpicos de París y lo consiguió con creces frente al dominicano Tejeda, que aguantó hasta el tercer round de puro milagro.
El guantanamero se protegió de inicio para evitar sorpresas con la pegada del quisqueyano, pero enseguida subió la temperatura y se adueñó del cuadrilátero con un arsenal de golpeo impresionante. Arlen trabajó primero con su perfil derecho y en el segundo asalto cambió a la zurda. Ninguna de las dos variantes las soportó Tejeda, quien terminó sangrando a chorros por la nariz tras uno de los intercambios con el cubano.
“Después de unos Juegos Olímpicos en que las cosas no salieron como quisimos me centré en este compromiso y trabajamos duro con mi entrenador Víctor Sánchez para garantizar este resultado por cualquier vía. Se trata de un nuevo paso en mi carrera, como siempre apoyado por mi familia, y compensa en algo no haber podido titularme por tercera ocasión en París”, apuntó Arlen, quien se lleva un suculento botín de 120 mil dólares por la faja mundial de la IBA en la división semipesada.
Julio César La Cruz vs. Madiyar Saydrakhimov (Uzbekistán)
“Me da lo mismo que sean 10, 20 o 30 asaltos”. Algo así se le escuchó decir a Julio César La Cruz cuando terminó su desgastante pelea contra el gigante Saydrakhimov, definida por votación unánime a favor del camagüeyano, quien se vio entero físicamente pese a realizar un esfuerzo mucho más largo de lo que está acostumbrado.
La Cruz apeló a su tradicional estilo de riposta, basado en la movilidad constante, la velocidad de piernas y movimientos de torso para sacar de balance a sus rivales y pegarles cuando están desprotegidos. Este plan le sigue saliendo a la perfección al agramontino y seguramente le seguirá rindiendo frutos mientras lo acompañen esos reflejos felinos que le permiten desaparecer ante la vista del contrario.
De cualquier manera, tal parece que la sombra de Julio César ya no es tan alargada. Da la impresión de que le cuesta un poco más escabullirse, y también es perceptible que ha perdido algo de poder en su pegada, que nunca fue la octava maravilla. El camagüeyano es un maestro en el trabajo con el jab, pero sus golpes son como de seda y no hacen mella en los contrarios. No obstante, el desgaste al que se expone sus rivales por su habilidad para moverse lo convierten en un escollo difícil de superar.
Saydrakhimov lo sufrió en carne propia. No terminó magullado, pero sí exhausto por tanto recorrido sobre el cuadrilátero. En dicho apartado, es difícil encontrar un peso pesado con esta cualidad tan desarrollada como Julio César, quien está de seguro de poder seguir ganando a su forma. A esta altura, después de tantos triunfos, nada ni nadie lo van a cambiar.
¿Qué significado tiene este cartel profesional en La Habana?
Hace no mucho era tabú que un atleta se insertara en circuitos rentados y al mismo tiempo representara a una selección nacional; ahora las federaciones cubanas claman cada vez más por contar en sus escuadras con este tipo de deportistas. Antes no se concebía el patrocinio y las jugosas bolsas monetarias como premio tras determinado evento; hoy el movimiento atlético cubano busca casi con desespero colocar en dichas lides a los exponentes que permanecen en la isla.
Los tiempos han cambiado y las autoridades deportivas y gubernamentales se han visto en la obligación de dar su brazo a torcer tras décadas de defensa a ultranza del amateurismo, a pesar de que el alto rendimiento en el país ha tenido desde hace tiempo un matiz profesional, pues los atletas se dedican exclusivamente a la práctica de sus disciplinas y reciben una remuneración por ello.
El regreso de los peloteros de Grandes Ligas a los equipos nacionales de béisbol, la convocatoria a jugadores residentes en el exterior en modalidades como el balonmano, baloncesto, voleibol o fútbol, han marcado pautas en el desplome del muro contra el profesionalismo, eliminado en la isla poco después de 1959 para dar paso a una nueva concepción de la práctica deportiva.
“Fue la Revolución la que erradicó las viejas prácticas y vicios en el deporte; fue la Revolución la que hizo posible que este fuese el primer país de América donde el deporte dejase de ser una actividad comercial, mercantil, para convertirse en una actividad educacional, cultural (…) La Revolución liberó el deporte, lo convirtió en una sana práctica de todo el pueblo, erradicó toda fórmula de profesionalismo deportivo”, decía Fidel Castro en 1966.
Crecí disfrutando de los éxitos de aquel modelo, que convirtió a Cuba en la principal potencia deportiva de Latinoamérica y uno de los contendientes más duros del concierto olímpico, donde desafiaba a países del primer mundo con muchas más herramientas y fondos para el desarrollo de la actividad atlética.
Sin embargo, desde hace algunos años tengo la sensación de que nos quedamos estancados, en gran medida por falta de voluntad para cambiar preceptos y evolucionar a la par del mundo. Es cierto que el universo deportivo ha crecido a pasos agigantados; que desde un país pobre, bloqueado y en crisis es muy difícil seguir el ritmo de las grandes potencias; como también lo es que muchas decisiones y aperturas dependían exclusivamente de los que conducen el movimiento atlético en la isla; y se retrasaron inexplicablemente hasta conducirnos al escenario que vivimos hoy, bastante más alejados de la élite de lo que podemos imaginar.
Eliminar esa brecha que se ha abierto en muchas disciplinas, asumir el atraso e intentar actualizar modelos de preparación y concepción de espectáculos deportivos no es cuestión de un día; sobre todo cuando no se cuenta con los medios económicos para salir a flote rápidamente. Tomará tiempo adaptarse a las nuevas circunstancias, y necesitaremos una mentalidad abierta y cada vez más flexible en pos de enfrentar escenarios cada vez más dinámicos.
El cartel de boxeo profesional de este martes en La Habana, si bien puede habernos dejado un sabor agridulce en la parcela estrictamente deportiva, es un paso importante para que Cuba sea visualizada como un escenario abierto a shows y competencias profesionales, con todo lo que implica. La cuestión es no temerle a este tipo de espectáculos e intentar perfeccionarlos tomando los mejores referentes. Detenerse implicaría retroceder en el tiempo y hay distancias que jamás se logran recortar.