Pasados los cuatro partidos de ida de la Champions League, el camino de las semifinales luce bastante despejado. Digo “bastante” y no “completamente” para ofrecer un –mínimo– margen a lo imprevisible que de tanto en tanto aparece en el fútbol.
A pesar de las diferencias en los marcadores, los cuatro topes de cuartos de final parecen estar dentro de una gama que va desde “casi resuelto” a “imposible de revertir”. El margen para la emoción en los juegos de vuelta, programados para la semana que viene, se antoja mínimo.
Más que a la épica, los perdedores del primer choque tendrán que apelar a un milagro.
El duelo más reñido, el que todavía mantiene un hálito de esperanza, es el que enfrenta al Bayern de Múnich y al Sevilla.
En la ida, en la capital de Andalucía, los de casa inauguraron el marcador y dieron alas a la sorpresa. Pero poco les duró la alegría. El campeón alemán dio la vuelta al partido ayudado incluso por la fortuna –autogol de Navas y desvío en Escudero del testarazo definitorio de Thiago– y la solidez de todas sus líneas, que lo ratifica como sempiterno aspirante a la corona europea.
El Bayern tiró más a puerta y manejó los hilos de la segunda mitad para ahogar los amagos de unos andaluces que, sin embargo, no están aún eliminados en teoría. Pero para que esa opción se troque en realidad tendrían que vencer el próximo miércoles a los bávaros en su feudo de Múnich, algo que muy pocos pueden hacer.
En su contra pesa también la inconsistencia de una temporada en la que lo mismo han eliminado al robusto Manchester United de Mourinho en los octavos de la Champions que han cedido puntos increíbles frente a equipos menores en la liga española.
El Sevilla de Vincenzo Montella es capaz de poner contra las cuerdas al mismísimo Barcelona para luego ver cómo le empatan el marcador en solo dos minutos. Ese cachumbambé de calidades y emociones resulta fatal frente a un equipo como el Bayern, que en la vuelta contará por demás con el respaldo de su público y que, junto a su poderosa plantilla, tiene la inspiración de un Jupp Heynckes que ya los condujo a su último título de Europa en 2013.
Tendría el club español que rozar la perfección y el alemán rodar por un abismo impensado, para cambiar los papeles.
Favorito: el Bayern, en un 80 por ciento.
España arrolla a Italia
Las del Real Madrid y el Barcelona van siendo películas diferentes pero con un mismo desenlace. Ambos filmes tienen como antagonistas un club italiano y en ambos la sentencia quedó clara desde la ida.
En una porfía reñida a priori, los de la capital de España deshicieron los sueños de la Juventus en Turín. La pretendida venganza de la Vecchia Signora por el revés ante el Madrid en la final de Cardiff el año anterior, terminó en todo lo contrario: un 3×0 vergonzoso frente a sus propios seguidores y la prácticamente segura eliminación del torneo.
Dos imágenes resumen el partido: los aplausos del público piamontino a Cristiano Ronaldo tras su soberbia, monumental, chilena que terminó en las redes de un azorado Buffon, y el imprudente planchazo de Dybala a Carvajal que le mereció la expulsión al argentino y terminó por desmembrar a una Juve incrédula y desconcertada tras el inaudito segundo gol de CR7.
La vuelta, el miércoles en el Santiago Bernabéu, pudiera ser apenas un trámite si el Madrid, aun sin Sergio Ramos en la medular defensiva, no fuera el Madrid. Si los de Zidane no estuvieran hoy por hoy en estado de gracia y la Champions no fuera su hábitat preferido, su zona de confort.
Pero en su casa, con el orgullo por las nubes y el rival desangrado y temeroso, los merengues irán seguramente por más, impulsados por el insaciable apetito de Cristiano. La remontada de la Juve parece imposible.
Un día antes, en la Ciudad Eterna, el Barza y la Roma cerrarán un duelo ya resuelto. El 4×1 de la ida otorga una plácida primacía a los azulgranas, aunque pudiera espolear el orgullo de los italianos en busca de una victoria que les permita despedirse dignamente de la Champions. La merecerían.
En el Camp Nou, la Roma no fue el equipo indefenso que muchos vaticinaban frente al Barcelona y terminó pagando en exceso. Aun en desventaja, los romanos insistieron en busca del gol de visitante y consiguieron avivar la ilusión cuando el bosnio Edin Džeko anotó a falta de diez minutos para el final.
Pero la suerte estaba echada y las imprecisiones defensivas y la mala fortuna que permitieron a los culés ponerse en ventaja en la primera hora con dos autogoles, volvieron a darse la mano en la anotación definitiva de Luis Suárez. Un portazo que cerró la eliminatoria.
Sin tener su partido más brillante, los catalanes garantizaron en casa una vuelta poco estresante en la que pueden darse el lujo de un Messi a media máquina e incluso alguna sorpresa en la alineación. Solo una debacle –improbable a juzgar por lo sucedido en la temporada– impediría al Barza estar en semifinales luego de dos años ausente.
Favoritos: Real Madrid y Barcelona, 100 por ciento.
La clarinada del Liverpool
Quiso el sorteo que los dos clubes ingleses aún con vida en la Champions se enfrentaran en cuartos de final. El destino puso cara a cara al Manchester City de Pep Guadiola y al Liverpool de Jürgen Klopp y el mundo se frotó las manos.
Este era, en opinión de muchos, el tope más parejo. Aunque los Citizens han sido implacables en la liga y aventajan a los Reds por 18 puntos en la tabla, los choques entre ellos fueron auténticos banquetes: mientras en septiembre los de Manchester apabullaron al Liverpool 5×0, en enero los de la ciudad de los Beatles devolvieron el golpe con un 4×3 rompecorazones.
Los estilos vistosos y ofensivos de ambos equipos, la magia y efectividad de sus estrellas y la probada reputación de sus técnicos, aderezaban el duelo que tendría su primera cita en Anfield. Y cuando la mayoría vaticinaba una paridad que dejara las mayores emociones para el juego de vuelta, los de Klopp hicieron funcionar la aplanadora en un primer tiempo incontestable.
Tres dianas en media hora decidieron la suerte del partido. El Liverpool mostró toda su efectividad al ataque capitaneado por el egipcio Mohamed Salah, el hombre grande de la actual campaña inglesa. Mientras, unos Sky Blues tan atónitos como su entrenador se frotaban los ojos ante el vendaval que los sacudía.
Si algún equipo jugó mejor que el Real Madrid en la ida de los cuartos de final, ese fue el Liverpool del primer tiempo. Agarró corto a su rival, lo puso a merced de su juego, sólido en defensa y veloz al contragolpe, y se fue al vestuario con pie y medio en las semifinales.
En la segunda parte, los Reds dieron un paso atrás y regalaron la pelota, pero nunca soltaron los hilos. El Manchester City, golpeado en su amor propio y con las ideas embotadas, no consiguió siquiera la anotación de visitante que mantendría abierta la eliminatoria.
La prensa inglesa no tuvo piedad con los vencidos: “Aplastado”, “Bombardeado”, “Destruido”, fueron algunos de los adjetivos “ganados” por el equipo de Guardiola.
No obstante, en el Etihad Stadium la historia debe ser otra. No solo porque la presencia de Salah, quien salió lesionado de Anfield, resulta una incógnita sino también porque cuesta creer que un conjunto con los músculos y las neuronas del Manchester City tenga dos partidos malos seguidos.
A la vuelta, el Liverpool irá a amarrar la clasificación aunque no es un club que se conforme con empates y un gol prácticamente les asegura el pase. Los Citizens, en cambio, tendrán que poner toda la carne al fuego, impedir las relampagueantes ofensivas de los Reds y buscar un gol tempranero que alimente sus esperanzas. Si este escenario se da, el juego será sin dudas trepidante.
No obstante, con lo hecho en casa los de Kloop tienen la mayoría de las papeletas en la mano.
Favorito: El Liverpool, 90 por ciento.