La semifinal entre Cuba y Estados Unidos había empezado antes de que las dos novenas se reunieran en el diamante del LoanDepot Park de Miami. Cuando supimos que el equipo Cuba seguiría rumbo a semifinales, miles de cubanos, incluso los más indiferentes al deporte, embarcamos en el mismo sueño.
La ilusión vivida durante el Clásico de 2006, cuando Cuba consiguió un segundo lugar, se renovó entre quienes poco o mucho saben de pelota. Pero la espera se hizo agridulce después de que quedara definido el contrincante de la escuadra cubana en el Clásico de Béisbol: el dream team de Estados Unidos.
El domingo 19 de marzo, mientras una parte de la afición sintonizaba TeleRebelde, otra Fox, y otros intentaban engancharse en transmisiones piratas a través de Facebook o YouTube, o se disponían a seguir inning a inning el juego en grupos de WhatsApp, los alrededores de la sede de los Marlins vieron desfilar símbolos variopintos: dos caras de una pasión compartida que, para bien o para mal, no nos deja indiferentes.
Tanto el apoyo como el repudio al “Team Asere” se hicieron sentir. Quedó evidenciada la fractura política y la herida abierta en la comunidad cubana transnacional, que tiene en Miami un epicentro conflictivo.
Desde que se conoció que el primer equipo “mixto” de la historia del béisbol cubano, con jugadores de la liga nacional y de ligas extranjeras, estaría en predios miamenses, la pregunta era cómo sería recibido por un exilio histórico y su estela generacional.
Tanto la vieja maquinaria del anticastrismo como nuevos influencers y otras figuras públicas se aseguraron de expresar un claro mensaje de repudio al equipo Cuba. No faltaron escenas como la conocida aplanadora en acción fuera del estadio, y en las gradas, dentro de este, se registró más de una agresión contra los miembros del equipo o sus simpatizantes.
Se demostró que la pelota sigue siendo una dimensión esencial de la identidad cubana. Los eventos alrededor del deporte nacional son parte de lo que somos. En la cita del V Clásico, el de Cuba no fue apenas un equipo, sino un símbolo que, según credos y narrativas encontradas, vitoreamos o criticamos. La ideologización atravesó el tope de punta a cabo.
En la periferia del IoanDepot Park se vio de todo. Manifestantes contra el Gobierno cubano. Malestar y dolor entre una parte de la diáspora allí presente. Nacidos aquí o allá, arropados por una bandera cubana.
También se vieron vendedores ambulantes a los que no faltaron pedidos de algún que otro despistado que olvidó su gorra o su bandera en casa.
Una afición ilusionada se dejaba oír entre vítores, aplausos, gritos y consginas. Muchos de ellos sintieron, a pesar de que las predicciones daban como favorito a Estados Unidos, que la posibilidad de ser el mejor equipo se acercara; que el sueño que abuelos y padres no vieron realizarse desde 2006 hasta aquí, por fin, ahora sí, se concretara.
En el estadio, los cubanos de la novena dirigida por Armando Johnson nos pusieron en el primer inning más cerca del sueño, cuando anotaron una carrera ante el veterano de 41 años Adam Wainwright. Roel Santos y Yadir Drake celebraron y contagiaron su alegría.
En las gradas, se vio a una niña sonriendo en los brazos de su padre mientras ondeaba la bandera cubana.
No muy lejos de allí, una mujer levantó un cartel en el que pedía “Libertad para Cuba” y tres cubanos se lanzaron al terreno para reclamar libertad para los presos políticos del 11J.
La euforia del primer inning no duró mucho y el final de esta historia todos lo conocemos.
El picheo cubano no pudo con la ofensiva estadounidense y, en una lentísima muerte de nueve innings sin nocauts ni mercy rule posibles, el sueño se deshizo en un 14-2 a favor del dream team.
Desde todas partes del mundo, los cubanos fuimos apagando televisores, cerrando laptops como si diéramos un portazo. Decepcionados y un poco tristes. No había nada más que ver.
En el estadio, la gente comenzó a irse a casa, a soñar de nuevo. Porque el sueño, ese sí, sigue vivo. Fue lindo mientras duró. ¿Quién sabe si una próxima vez?
Vea la cobertura especial de OnCuba:
Un espectáculo lleno de morbo y de odio sentido, o asumido y sospecho que comprado. El Team Asere no perdió, el equipo de los Estados Unidos fue grande, superior, ganó el juego. Perdieron los que ya antes perdieron su Patria.