Cruzaba el umbral de los juveniles hacia su primer campeonato nacional de mayores. Ángel Valodia Matos, sin apenas conocerlo, se puso a coacharle en una esquina del Dojang. Comenzó a ganar un combate detrás del otro hasta que llegó a la final. Ahí derrotó a Robelis Despaigne, medallista mundial de la división pesada y quien sería el representante cubano en los Juegos Olímpicos de Londres en ese año 2012. La historia por el camino de los puños y las patadas había comenzado para Rafael Alba Castillo (Santiago de Cuba, 12 de agosto de 1993) a la edad de 10 años, pero sin cumplir 19 ya empezaba a abrir un círculo que ahora ha cerrado en París 2024, su tercera lid bajo los cincos aros. Junto a Ángel Valodia, se convirtió en el taewandoka cubano con más citas estivales y en el primero en lograr dos medallas
Cuando su patada llegó a la cabeza del croata Ivan Sapina en el segundo asalto y casi lo dejó noqueado, ya Alba se sabía campeón olímpico, aunque estaba discutiendo la medalla de bronce: “Aquí llegué con algunas lesiones resentidas y después de haber pasado un proceso quirúrgico. Uno siempre duda después qué pasa por algunas cosas de la vida, pero esto demuestra de que está hecho. Me fui cansando un poco a la defensa. Para mí, soy campeón olímpico por enfrentarme a estos monstruos y obtener una medalla”, dijo a la prensa acreditada tras obtener la presea.
París 2024: Rafael Alba gana bronce y Cuba se sostiene entre los 30 primeros del medallero
Su rival era doble medallista mundial y ya se habían enfrentado en una final de Grand Prix, donde el cubano también lo había derrotado. Como en Tokio, Alba tuvo que esperar los rayos del repechaje pues después de derrotar en dos rounds al turco Emre Kutalmis Atesli, número 5 del mundo, cayó en cuartos de final por 2-1 ante el británico Caden Cunnigham, a la postre medallista de plata: “Ante el británico tenía pensado que me iba a enfrentar. Es un atleta joven y número 3 del mundo. Fue un combate cerrado, perdí el primer asalto porque él hizo más contactos al peto”, comentó.
El primer monstruo que se encontró en la ruta subterránea fue al nigerino Abdoul Issoufou, subcampeón olímpico de Rio de Janeiro 2016, cita a la que llegó siendo un desconocido y privó al cubano de la repesca al derrotar en semis al favorito de la división en aquel entonces, el uzbeco Dmitri Shokin. El africano, campeón mundial posteriormente, no pudo interponerse esta vez en el camino de Rafael, quien lo derrotó en el segundo y tercer asalto luego de sucumbir en el primero.
Asimismo, en zona mixta el santiaguero afirmaba que aún no había asimilado que era el único con taekwondoca cubano con dos medallas olímpicas: “Esta para mi tiene un valor mucho mayor. La gente solo ve la parte linda del deporte. El atleta que gana se para en un escenario lleno de luces. El público que le grita. Pero la gente no ve la parte oscura del deporte. Los dolores, las lesiones. Sin poder hacer tantas cosas que pierdes tu juventud. Esto es el resultado de todo mi sacrificio”.
Para llegar a la capital francesa, Rafael tuvo que luchar su cupo en el clasificatorio continental de Republica Dominicana en abril pasado. A comienzos de 2023 había obtenido su tercera corona centroamericana, pero una lesión lo alejó de los Panamericanos en Santiago de Chile. Su largo recorrido internacional comenzó en 2013. Al torneo mundial de Puebla arribó como al certamen domestico cubano, sin presión y a dar lo mejor de él; no tenía a Matos en su esquina, ni mostraba su estilo agresivo de combate, pero algo de su espíritu le quedaba y ningún rival pudo con su fortaleza: ese cuerpo fibroso que con más de 80 kg se hace tan difícil de derrotar. Al título mundial sumaría el de los Centroamericanos y del Caribe de Veracruz 2014 y los Panamericanos de Toronto 2015. Además, en el certamen del orbe de Cheliabinsk 2015 obtenía el tercer puesto.
Con un ciclo casi perfecto aterrizaba en sus primeros Juegos Olímpicos de Río 2016, en los que debutaría con una cómoda victoria ante el tunecino Yasinne Trabelsi. Ya en cuartos de final se cruzaría frente al entonces vigente campeón mundial, el uzbeco Dimitri Shokin con quien caería en un cerrado combate luego de terminar igualados en puntos marcados.
La derrota sorpresiva de Shokin en semifinales versus el desconocido Abdoul Issoufou era el ocaso para Alba, sin opciones de repechaje. Pero como la rueda de la suerte se invierte a cada tanto, en sus próximos Juegos ocurriría todo lo contrario. Para el siguiente ciclo, vendría otro cetro regional en Barranquilla 2018 y un segundo título mundial en Manchester 2019 de manera casi sorpresiva. Sin embargo, en la final de los Panamericanos de Lima 2019 caería contra el estadounidense Jonathan Healy, atleta a quien había superado en el certamen universal.
El tiempo sin entrenar por la pandemia de Covid-19, una recuperación casi milagrosa de una lesión sufrida en el clasificatorio olímpico de Cancún y una derrota fuera de todo pronóstico frente al macedonio Dejan Georgievski en la primera ronda de Tokio 2020, marcaron las peripecias de Alba en su segunda experiencia olímpica. Pero la fortuna se quiso alojar en sus patadas en esa fecha: era el día del europeo y brincó hasta la discusión del oro.
En su frenesí, arrastró los tenues rayos de un Alba que se fueron encendiendo en la repesca para, con dos victorias consecutivas, lograr la ansiada presea. En Rio 2016, Rafael había sido responsable de romper la cadena de medallas alcanzadas por el taekwondo cubano iniciada en Sidney 2000 con el título (único hasta el momento) de Ángel Volodia Matos.
Sin presión y con la certeza de que sería su último torneo como taekwandoca, competió Alba en París. No enfrentó a dos de sus principales adversarios: su amigo, el mexicano Carlos Sansores, número dos del ranking mundial y el marfileño Cheick Sallah Cise, el líder del escalafón donde el santiaguero se ubicaba 12mo.
Más que una bandal, un sonnal, su estatura, su experiencia, el arma más poderosa de Rafael Alba en este torneo fue su deseo de disfrutarlo al máximo. Con la intención de cerrar el círculo del deporte activo en su vida, a París trajo una luz distinta que terminó reflejándose en un metal colgado sobre su pecho.
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