En opinión de especialistas y aficionados, el arte de impartir justicia en las series nacionales ha visto pasar sus mejores días y hoy el arbitraje es uno de los componentes del juego de béisbol que más atentan contra su calidad en Cuba. Entre los errores más frecuentes achacados a los “imparciales” está la heterogeneidad de la zona de strike entre uno y otro, las deficiencias en su posicionamiento para distinguir jugadas apretadas y la carencia de personalidad y carisma para enfrentar indisciplinas y situaciones conflictivas en los juegos.
Pero los problemas del arbitraje no se limitan a deficiencias técnicas o formativas, o al menos así lo asegura Lázarro Sarría, árbitro durante 23 años en el béisbol organizado, 17 de ellos en series nacionales (1996-2013), a quién aún se le recuerda como ese “ampáyer” negro y alto, de carácter y buenas decisiones, que dejó de participar repentinamente en el torneo élite.
Lo que le cuenta a OnCuba huele feo: Sarría dejó de arbitrar en las series nacionales, no por decisión propia, sino porque no le cayó bien a las personas indicadas.
“Los árbitros trabajamos por una contrata que se renueva anualmente. Después de la serie de 2013 a mí no me lo renovaron y ya, para mi casa. En el mundo del arbitraje también se viven cosas como el compadreo, la guataconería, la promoción acorde al nivel de relaciones y no al talento y resultados de cada uno, todo lo cual contribuye a que personas honestas se decepcionen y aparten”.
Evidentemente dolido aún, Sarría opina: “Yo lo hacía bien y no me ponían en home, sólo en las rayas para que no me destacara. Hubo un año en que me inventaron 26 deficiencias, cuando eso no lo tiene ni un árbitro que esté por nacer. Yo sacaba 100 puntos cuando había árbitros monstruos todavía aquí, y sacar esa puntuación en exámenes de reglas de pelota es muy difícil. Además, era el de superación en la provincia e impartía cursos. ¿Cómo es posible que el seleccionado para enseñar tenga deficiencias técnicas?”, se pregunta.
“Por eso me esforcé más y estuve tres o cuatro años con pocos señalamientos”, agrega. “No obstante, estoy convencido que me fueron por no ser de los círculos cercanos a la Comisión y al que era jefe de los árbitros por ese entonces.”
A pesar de su amarga experiencia, Sarría confesó que su amor por la profesión y el béisbol en general se mantienen intactos. De hecho, actualmente es uno de los profesores de la categoría infantil 7-8 años del municipio Plaza y continúa impartiendo justicia en ligas independientes o de colectivos laborales como la de la corporación TRD y el Banco, donde la retribución monetaria por los servicios arbitrales y la atención al hombre son superiores a las del béisbol organizado.
En la Serie Nacional, un ampaya gana 32,73 pesos cubanos por juego cuando se desempeña en bases y 38,18 en el home plate. En cambio, ‘cantar’ en ligas alternativas puede salir en 50 pesos por ocasión.
“Los árbitros no tenemos sindicato u organización propia que represente nuestros intereses y nos proteja adecuadamente ante el irrespeto de la afición, atletas y entrenadores”, sigue Sarría.
“Los cursos de formación los organiza cada provincia de manera periódica, pero para organizar buenos cursos hacen falta árbitros de calidad y hoy no los hay como antes. Además, un ampáyer en formación precisa pegarse a otros más viejos, de experiencia, para captar todo el conocimiento posible. Entonces, si estos no están, es claro que los egresados de los cursos salen con carencias.”
En el debate sobre la variabilidad de la zona de strike entre cada árbitro cubano, Sarría remonta la corriente y asevera que es falso y superficial. “Las reglas del béisbol dicen que la zona es una sola, bien definida. Lo que pasa es que hay árbitros buenos y malos.
“Una vez le canté mal un strike a Pestano, sobre una bola alta, y lo expulsé cuando me protestó. En ese momento pensé que la razón era mía y lo expulsé convencido, pero luego al analizar el partido comprendí mi error. A la larga, esas cosas te empujan a la superación y el autoanálisis, para ser mejor cada día”.
Quien confiesa haber determinado algunas jugadas “por intuición”, ante la falta de todos los elementos, además se muestra reacio al uso del video: “Para mí debería emplearse para determinar si un batazo es foul o home run, o si la bola está viva o muerta, pero no para jugadas de apreciación de out y quieto. Para eso está el árbitro como institución y aunque puede equivocarse y definir un juego, el video no es su mejor apoyo.”
Mientras escuchábamos a Sarría y comprobábamos su pasión por el arbitraje, la última pregunta no podía dejar de estar relacionada con un potencial regreso suyo a la Serie Nacional.
“Llevar este traje chocolate y tener mi carácter, incompatible con la guataconería, es complicado. Yo he determinado que aunque las mismas personas que forzaron mi salida me pidiesen volver, no lo haría. Uno no puede trabajar para personas que no reconocen tu trabajo y favorecen a otros de menos resultados”.
Disculpa, el estadio donde se encuentra Sarría es en el Huelga
gracias Yoan Manuel por el aviso
Esas cosas como el compadreo, la guataconería, la promoción acorde al nivel de relaciones y no al talento y resultados de cada uno, todo lo cual contribuye a que personas honestas se decepcionen y aparten está en todas partes desde hace muuuuuuchos años. El que no lo quiera ver…
Es lamentable pero es así y no solo en la pelota
hermano un umpire siempre tiene que darse su respeto dentro y fuera del terreno de juego.