No hay manera que un rostro pueda esconder las sensaciones del cuerpo. No hay manera que esas sensaciones se oculten en un antifaz después de haber abandonado el aliento. Cuando eso ocurre, no hay manera de que la consecuencia no sea otra que un destrozo asfixiante. Algo así como el segundo inning que vivieron ayer los tigres avileños en Quisqueya. Un desgarro que suele quedar tatuado en la piel. Una derrota que abre la tierra, cava y entierra el alma.
El desencaje de aquellos rostros cubanos era de compasión. El partido duró, exclusivamente, ese segundo inning, de hecho escribo a la altura del sexto capítulo y el juego se encuentra 7 x 1* a favor de los boricuas Cangrejeros de Santurce, Ciego de Ávila podría darle la vuelta al marcador pero estas líneas quedarían trazadas como un manifiesto indestructible. Pocas veces en béisbol, los cubanos pedimos clemencia, suplicamos en alta voz, rezamos un padre nuestro y un espíritu santo, pero ayer en la noche, más de uno miró a la pared y soltó un basta, un que se acabe esta calamidad.
Que te roben la tercera base es como si estuvieras sentado en la sala de tu casa, patas en alto, y veas pasar impunemente, del cuarto a la cocina, a un desconocido que huye sin prisa por el patio con tu mejor par de zapatos en sus manos. A Ciego de Ávila le pasó eso, pero no una sola vez, sino dos y en ese mismo segundo inning.
También vapulearon a sus pitchers, a un bullpen que compitió por ver quién daba más bases por bolas. Esa segunda entrada fue un pasaje absurdo, no hubo manera de parar el temporal.
La ofensiva ni siquiera apareció en todo el choque, como si el plantel no necesitara de ella, es imposible salir a pelear al campo de batalla con tan solo cuatro solitarios hits. Los maderos siguen sin tronar, haciéndole alergia a la grama fuera de Cuba. Definitivamente la victoria seguirá resistiéndose si los pitchers no sacan out y dominan a sus contrincantes y los bateadores solo se presencian en el home plate a cumplir con su turno en el lineup y absolutamente nada más. Si la cosa sigue así, regresaremos de la tierra del merengue embarrados sin ni siquiera haber probado una cuña de cake.
Por supuesto que sabemos que la imagen apócrifa que dejó ayer Ciego de Ávila en Quisqueya no es la imagen real del béisbol cubano. También sabemos que el nivel y talento individual de nuestros peloteros está por encima de la media de sus contrarios en esta Serie del Caribe. Pero, lamentable y misteriosamente, esta generación de peloteros se encasquilla cada vez que salen de la isla a representar las cuatro letras de la chamarreta tricolor.
Ahora los tigres avileños están contra las cuerdas, con sus dos derrotas en dos salidas, se ven en la obligación de vencer a los Leones del Escogido de República Dominicana o a los Tigres de Aragua de Venezuela, para así obtener uno de los boletos a semifinales.
Sobre la funesta noche, Roger Machado no quiso hablarle a OnCuba. Lo entiendo. Debí dejarle mis condolencias en el buzón de entrada.
*Resultado final del juego: Cangrejeros de Santurce 12 Ciego de Ávila 1.