Erislandy Álvarez (Cienfuegos, 2000) no tenía idea de que se jugaría el oro olímpico sobre las míticas pistas de Roland Garros.
“Yo ni sabía que este era uno de los escenarios más grandes del tenis. El profesor me dijo que siempre soñó estar aquí, y me sorprendió. Le pregunté qué era y me respondió que uno de los estadios más grandes a nivel mundial. Entonces pensé que si había llegado ahí tenía que dar un show para el pueblo de Francia, para que vieran que Cuba estaba aquí bailando y gozando como hacemos nosotros”, contó exultante el boxeador sureño apenas minutos después de conquistar la corona bajo los cinco aros.
Álvarez había ganado con paso arrollador todos sus combates previos en la Arena Paris Nord, sede menos rimbombante que Roland Garros. Pero el hecho de llegar por sorpresa a un nuevo y mayor escenario, solo le dio más fuerzas al pugilista, que salió con una sonrisa de oreja a oreja cuando fue presentado en las pantallas antes de su final contra el anfitrión Sofiane Oumiha, triple monarca mundial y subcampeón olímpico de Río 2016.
Con el mismo desparpajo afrontó la pelea, que fue un intenso choque de trenes, un permanente intercambio de golpes, un carrusel de emociones en el que Erislandy pensó sacar la peor parte. “Hubo un poco de falta de comunicación con la esquina sobre la puntuación. No me enteré que había ganado el primer asalto 5-0 y por eso estuve un poco más impetuoso en el resto de la pelea.
“Tenía todo en la mente virado al revés. Pensé que iba perdiendo, y estaba ganando Cuando me lo dijeron al final no lo podía creer, y cuando me levantaron la mano sentí una gran alegría. Eso es lo más grande que pueda existir”, relató el cienfueguero, quien se llevó la victoria por decisión dividida (3-2) de los jueces.
París 2024: Erislandy Álvarez, el ángel salvador del boxeo cubano
El combate fue una revancha de la discusión de la corona mundial de 2023 en Belgrado, donde Oumiha impuso su ley con pizarra de 4-1. “Fue un rival difícil, pero hay diferencias entre una pelea y la otra. Mi estrategia se concentró en manejar el combate con Inteligencia, aunque sin dejar de ser agresivo. Ha pasado un año desde aquella derrota y he cambiado muchas cosas gracias a mi preparación. Además, en aquella ocasión era novato y afrontaba mi primera final. Ahora ya llevo tres”, apuntó Erislandy, quien dedicó la medalla a su abuela Cira, fallecida hace solo unos meses, justo el mismo día que él logró la clasificación a París.
“Siempre me había quedado en plata y me dije que quería el oro, que es también lo que quería el pueblo cubano. Por eso peleé desde el principio de los Juegos con mente positiva, con energía, enfocado en divertirme, en salir a bailar, a gozar, a dar show”, añadió el cuarto campeón olímpico cubano en los pesos ligeros.
La historia dorada de la isla en la división comenzó en la lejana edición estival de Moscú 1980, donde Ángel Herrera conquistó la corona tras vencer al soviético Viktor Demyanenko en el pleito decisivo. Después, el holguinero Mario Kindelán sentó cátedra en Sydney 2000 y Atenas 2004, período en el que era considerado el mejor boxeador amateur del mundo. Por último, Andy Cruz, ahora inmerso en el profesionalismo, dio una clase magistral en Tokio 2020.
Sin llegar a su estilo refinado, de todos ellos Erislandy se asemeja más a Andy Cruz, en particular por su intenso tren de pelea y su energía sobre el cuadrilátero. Justo esas virtudes lo han colocado como la gran estrella del pugilismo cubano en París, donde otros estelares consagrados como Julio César La Cruz o Arlen López no pudieron escalar a lo más alto del podio.
“No me siento líder, todos los deportistas tiene su rango. Yo no me siento menos que nadie ni más tampoco, siento que este es un equipo de trabajo. Ahora la gente puede decir que soy la cara del boxeo cubano y no, la cara somos nosotros, Cuba es el boxeo”, señaló Erislandy, quien ha recibido múltiples elogios, entre los que resaltan el de Robeisy Ramírez.
Doble monarca olímpico en Londres 2012 y Río de Janeiro 2016, Ramírez es actualmente uno de los rostros del boxeo cubano profesional y conoce a Erislandy desde hace muchos años, pues ambos crecieron en el mundo de los puños en Cienfuegos, su tierra natal.
“Bien feliz por su victoria. Bien feliz por su padre y por supuesto por Cienfuegos, mi provincia. Le deseo mucho éxito en su carrera y que sigan llegando los triunfos. Espero que no termine en esta Olimpiada y que siga creciendo y piense en grande”, afirmó Robeisy en redes sociales.
Con un pasado como gimnasta, pero enfocado ya totalmente en imponer su frenético ritmo sobre los cuadriláteros, Erislandy Álvarez es, por méritos propios, la gran revelación de la comitiva cubana en los Juegos Olímpicos de París. En la Ciudad de la Luz silenció a los fanáticos franceses y puso el broche dorado sobre las míticas pistas de Roland Garros, un templo que ni siquiera sabía que existía.
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