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La selección cubana de fútbol atraviesa una etapa gris. El descenso al Nivel B de la Liga de Naciones y la no clasificación a la Copa Oro 2025 constituyeron dos duros golpes para el balompié nacional. Tras el fracaso en ambos objetivos, las miradas se reorientan al único propósito que aún sigue en pie: las Eliminatorias Mundialistas de la CONCACAF.
En junio próximo, los dirigidos por Yunielis Castillo deberán enfrentar a sus similares de Bermudas y Antigua y Barbuda, en partidos que marcarán el cierre de la segunda fase de esta competición. Y si bien se espera —y se exige— que Cuba se imponga en ambos duelos, dada la jerarquía inferior de los rivales, solo con esas dos victorias la Mayor de las Antillas aseguraría un puesto en la fase final del torneo.
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Para estos importantes compromisos, suena cada vez con más fuerza la posible incorporación de dos nuevos legionarios que militan en el fútbol europeo, lo cual representaría un nuevo paso de avance, tras la histórica convocatoria en marzo pasado de jugadores de ascendencia cubana por primera vez en casi seis décadas.
En aquella oportunidad fueron llamados Alessio Raballo y Camilo Pinillo, nacidos en Italia y Bélgica, respectivamente, pero con raíces en la isla. Tras ese hito, era cuestión de tiempo que surgieran otros futbolistas en condiciones similares con posibilidades reales de vestir la camiseta nacional.
Alex Carbonell
Uno de ellos es Alex Carbonell, jugador de 24 años nacido en la localidad española de Zumárraga, hijo de padre cubano, que se desempeña como lateral derecho en el SD Amorebieta, club de la Primera Federación, tercer nivel del fútbol español.
Carbonell, quien también puede actuar como extremo por la banda derecha, destaca por su profundidad, recorrido, buen trato del balón y un golpeo efectivo a media y larga distancia, cualidades que escasean en la selección cubana.
Formado en las categorías inferiores de la Real Sociedad, llegó a disputar 15 partidos con el equipo B del club vasco antes de desligarse de la institución. Antes de unirse al SD Amorebieta, tuvo un paso por el Sestao River, también en la tercera categoría del fútbol español.
En la presente temporada, ha disputado 29 de los 33 partidos de su equipo, con un saldo de dos goles y cuatro asistencias. Unos números ofensivos más que aceptables para un jugador cuya función principal es la defensa.
Jorge Aguirre
El otro futbolista que suena con fuerza para sumarse a la selección es Jorge Aguirre, delantero de 25 años nacido en Lesaka, España, de madre cubana, que juega actualmente en el Gil Vicente, de la Primeira Liga de Portugal, una de las competiciones domésticas más importantes del mundo.
Aunque también puede desempeñarse como extremo por izquierda, Aguirre es, por sus características, un delantero centro: técnicamente dotado, con buena velocidad para desmarques en profundidad y efectivo en el área rival. De concretarse su llegada, podría convertirse —por la competitividad de la liga en la que actúa— en una de las mejores incorporaciones para los Leones del Caribe en mucho tiempo.
Para dimensionarlo, su valor de mercado ronda los 600 mil euros, cifra comparable a la de figuras consolidadas como Onel Hernández y Luis Paradela, tasados en 700 mil euros.

Al igual que Carbonell, Aguirre se formó en las divisiones inferiores de la Real Sociedad, donde llegó a integrar el segundo equipo. También defendió los colores del CD Mirandés y el Osasuna B antes de dar el salto al fútbol portugués.
Con el Gil Vicente, aunque no ha sido titular indiscutible, sí ha gozado de continuidad. Ha participado en 30 partidos en lo que va de temporada, anotando cuatro goles y brindando dos asistencias. No se trata, por tanto, de un jugador periférico dentro del plantel.
La posible incorporación de estos dos jugadores podría fortalecer sustancialmente a la selección cubana. En defensa, Carbonell aportaría solidez y proyección; mientras que, en ataque, un tridente compuesto por Onel Hernández, Jorge Aguirre y Luis Paradela representaría un lujo al alcance de muy pocas selecciones centroamericanas.
Eso sí, conviene recordar que el funcionamiento de un equipo no mejora únicamente con la suma de individualidades. Se necesita un técnico capaz de integrar las piezas, exprimir su potencial y plantear sistemas que favorezcan la asociación, la sinergia y el crecimiento colectivo.