Para Gabriel Angelotti
En los primeros días de agosto de 1936, a bordo del vapor Siboney, arribó a La Habana el Atlante, equipo mexicano de fútbol que disputaría una serie de tres partidos con clubes locales. Durante toda una semana fue noticia en la prensa habanera la visita del once azteca, teniendo en cuenta la calidad de los conjuntos de esa nación, lo cual levantó una enorme expectación entre la afición capitalina.
Más de cien personas estuvieron en la bienvenida, incluido el presidente cubano Miguel Mariano Gómez, así como el alcalde habanero, el gobernador provincial y otras personalidades de los clubes contendientes en la gran serie, el Colegio de Árbitros, la prensa, la embajada y consulado mexicanos y otros sectores deportivos.
El Atlante tenía su fama muy bien ganada. Era uno de los mejores equipos de México, avalado por sus victorias ante clubes muy fuertes como el Colo Colo de Chile, el Buena Vista de Uruguay y el Sabaria de Hungría. Además, rescataron la pasión por el fútbol en el país azteca luego de su memorable victoria sobre el Necaxa en la definición de la temporada de 1932, en la cual conquistaron su primer título.
Entre agosto y septiembre del aquel año derrotaron al Necaxa en la serie final del torneo, una suerte de desempate luego de culminar igualados en las 14 jornadas de la Liga Mayor. Durante aquellas fechas, rompieron los récords de asistencia a los estadios (18 000 personas en un partido) en la historia del fútbol mexicano hasta ese momento, pero lo más importante es que establecieron una conexión especial con los fanáticos, al punto de ser reconocido como el “equipo del pueblo”.
Ese es uno de los motes que el cuadro azulgrana arrastra hasta la actualidad, aunque en el mundillo futbolístico es popularmente recocido como el conjunto de los cinco nombres. El club fue creado en diciembre de 1918 por el líder obrero Trinidad Martínez, su hermano Refugio y Agustín Pérez en la Ciudad de México y se le nombró primeramente Sinaloa. En 1919 se le cambió el nombre por el de Lusitania y un año más tarde comenzó a llamarse U-53 (en honor a un submarino alemán de la Primera Guerra Mundial), y ya para 1921 volvió a cambiar de nombre, en ese momento se llamó Atlántico y posteriormente se quedó con el de Atlante.
Con este último cosecharon sus primeros éxitos y se establecieron como uno de los conjuntos más competitivos del circuito mexicano en la década del 30, soportando el empuje de los poderosos Necaxa, España o América. Con ese cartel de equipo en apogeo llegaron en 1936 a Cuba, donde fueron recibidos en la oficina del gobernador de La Habana antes de probar los platos de la comida criolla en el estadio La Polar.
De hecho, esos fueron los primeros lugares que visitaron en la Isla el mismo día de su llegada, cuando también recorrieron los terrenos del estadio La Tropical y la joyería El Gallo, con el propósito de que observaran los trofeos que se discutirían en la serie amistosa con onces cubanos. En ese punto, todas las miradas estaban sobre los futbolistas del plantel mexicano, algo nunca antes visto…
La forma en que se organizó y se llevó a cabo este recibimiento, aportó un verdadero precedente en lo que correspondió al interés por el balombié. Hasta ese momento, jamás se le tributó a ningún equipo extranjero esa clase de bienvenida. Por otra parte, existió tremenda expectativa en el desarrollo de estos partidos para ver si los clubes locales eran capaces de derrotar a este potente equipo mexicano, que llegaba luego de vencer a los poderosos Racing de Madrid y Athletic de Bilbao cuando estos los visitaron en tierras aztecas. El otro gran interés radicó en la sed de revancha de los cubanos, pues fueron derrotados por México en los juegos Centroamericanos celebrados en El Salvador en 1935.
En La Habana, la polémica primó entre los dirigentes de los clubes locales ante la posibilidad de utilizar o no refuerzos para medirse a los visitantes. Después de un debate interesantísimo en la prensa sobre tal decisión, se acordó la toma de los refuerzos y al final se vieron los resultados.
El primer juego los aztecas lo saldaron con derrota 3-1 ante el equipo Iberia. El poco descanso de sus jugadores tras el viaje golpeó al Atlante, que también acusó la falta de adaptación a la pelota número cuatro con que jugaron aquí, pues en México era usado el balón número cinco. Además, se enfrentaron a un equipo Iberia bien reforzado, con muy buenos jugadores de la Juventud Asturiana y del Deportivo Centro Gallego.
A pesar de la derrota, los mexicanos no bajaron el ritmo. Los ilustres visitantes se fueron de fiesta y se deleitaron con un espectáculo nocturno en los terrenos del Campo Armada, patrocinada por los clubes Deportivo Hispano América y Juventud Asturiana. Allí pudieron disfrutar de la hospitalidad cubana, las muestras de buena voluntad y la camaradería deportiva, dejando a un lado la rivalidad en medio de un ambiente festivo, muy característico de la época.
Pero de fiesta en fiesta, las cosas en la cancha eran más complicadas. En su segunda presentación en Cuba, el Atlante volvió a caer, en esta oportunidad por abultado marcador de 4-0 ante el Deportivo Centro Gallego. De nada les valieron los entrenamientos previos a los mexicanos, pues los “alacranes galleguistas”, con la ayuda de varios refuerzos locales, le endosaron una goleada de escándalo.
Ese día, bajo la dirección de la Empresa Promotora de la Serie Internacional, se organizó un programa de excelente factura, pues la jornada comenzó con el enfrentamiento de la Juventud Asturiana y el Iberia, en opción de la Copa San Carlos, y a última hora —como plato fuerte de la jornada— se vieron las caras los visitantes aztecas con el Deportivo Centro Gallego, en aras de conquistar la Copa donada por el presidente cubano Miguel Mariano Gómez.
Con dos estocadas inobjetables, la delegación mexicana apuntaba con optimismo al tercer desafío, en particular su delegado, el Licenciado Miguel T. Mariscal, quien quería salvar la honra y llevarse a casa la Copa del Gobernador Coronel Celestino Baizán. Sin embargo, el club de la sociedad Juventud Asturiana, vigentes campeones del patio, apelaron a la artillería pesada y consiguieron triunfo de 7-3, a pesar de las polémicas de su entrenador Fernando Rodríguez por el tema de tomar o no refuerzos.
Al final, primó el deseo de tener los mejores jugadores en cancha y sí llegaron los refuerzos, que contribuyeron al toque de gracia del Atlante, el club de los cinco nombres que, en términos futbolísticos, fue arrollado por los onces cubanos.
Así terminó la travesía por tierras caribeñas de este equipo mexicano. Por los anfitriones, se demostró el alto nivel de los clubes habaneros tras un período de nacionalización que llegó para quedarse. Luego de un tiempo con mayoría de jugadores españoles como miembros de los onces capitalinos, en los años 30 los cubanos ya eran mayoría en estos conjuntos. Pero lo más importante del tope preparatorio es que le brindó un bonito espectáculo al exigente y conocedor público de la Isla.