Los claros en los estadios de la Copa América en Brasil son demasiado evidentes, y el presidente de la CONMEBOL, Alejandro Domínguez, confesó estar preocupado por la situación.
Pero el federativo afirmó el domingo que está convencido que la concurrencia a los partidos mejorará a medida que transcurra el partido.
Más de 46 000 aficionados pagaron un promedio de 125 dólares el boleto para el partido inaugural del certamen el viernes, cuando la anfitriona Brasil le ganó 3-0 a Bolivia. Pero por lo menos 22 000 butacas quedaron vacías en el estadio Morumbí para un duelo que los organizadores inicialmente dijeron tenía entrada agotada.
Las gradas desérticas han sido la pauta en las primeras tres jornadas. En el empate el domingo 2-2 entre Qatar y Paraguay, apenas 20 000 espectadores acudieron al estadio Maracaná de Río de Janeiro, con capacidad para 87 000.
Situación idéntica se dio con los dos partidos el sábado. Apenas 11 000 acudieron a la Arena Gremio, con aforo para 60 000, para ver el 0-0 entre Perú y Venezuela. Por la noche, 35 000 espectadores acudieron al Fonte Nova de Salvador para uno de los partidos más anticipados de la primera ronda, en el que Colombia dio cuenta 2-0 de Argentina, el equipo que lidera Lionel Messi. Los organizadores también habían dicho que las entradas para el Argentina-Colombia se habían agotado con anticipación.
“Nos preocupa, desde luego que nos preocupa”, dijo Domínguez tras un evento de la entidad rectora del fútbol sudamericano en Río. “Creo que es algo que va a mejorar”.
La concurrencia en el Mineirao de Belo Horizonte también fue floja para el Uruguay-Ecuador la noche del domingo.
“No es que la gente no quiera venir”, dijo Luis Roberto, comentarista de la red brasileña TV Globo, al mencionar el costo de las entradas. Las más baratas alcanzan un equivalente de 30 dólares, el doble del valor de un boleto para los partidos del campeonato nacional, el Brasileirao.
El salario mínimo en Brasil este año llegó a los 256 dólares, con pequeño ajuste en comparación a años recientes debido a la persistente crisis económica en el país. Más de 13 millones están desempleados en el país anfitrión de la Copa América, peor que la situación cuando montó la Copa Mundial en 2014.