En medio del sinfín de resultados que arroja Google al buscar el significado exacto de la palabra “decepción”, resalta uno que —desde la perspectiva de este redactor— es el que mejor podría definir las sensaciones que ha dejado la selección cubana de fútbol tras sus dos primeras salidas en la Copa Oro 2023.
Curiosamente, no es la RAE, sino la rudimentaria Wikipedia quien mejor puede precisar el sentir de la afición al más universal de los deportes en la Isla por estos días. La mayor y más popular plataforma de consulta rápida de internet, define la decepción como “un sentimiento de insatisfacción que surge cuando no se cumplen las expectativas sobre un deseo o persona” y que “se forma al unir dos emociones primarias, la sorpresa y la pena”.
Y no es para menos. Si bien no es sorpresivo que Los Leones del Caribe hayan caído en la fase de grupo de estas lides, el desempeño mostrado sobre la cancha dista mucho de las expectativas que se habían creado alrededor de esta selección.
Tras caer con marcador de 1-0 en una pálida primera salida ante Guatemala el pasado martes 27 de junio, las esperanzas de los más optimistas se vieron forzadas a descender un par de revoluciones. Ya que la clasificación era poco probable, nos habíamos conformado, al menos, con tener una Copa Oro decente. Ello implicaba, como mínimo, regresar a casa sin haber recibido ninguna goleada.
La exigencia era lógica. Ahora teníamos jugadores profesionales, no podíamos repetir las dolorosas recetas de la época del amateurismo. Sin embargo, fue Guadalupe —selección a la que habíamos vencido hace poco más de tres meses— quien se encargó de frustrar ese propósito.
El pasado sábado 1 de julio este pequeño territorio francés de ultramar que, previo al inicio del torneo se avizoraba como la posibilidad más asequible para Cuba de raspar algún punto, endosó al cuadro cubano un demoledor 4-1. De esta forma, los dirigidos por Jocelyn Angloma confirmaban de forma matemática lo que la lógica había dejado claro cuatro días antes: Cuba estaba eliminada en fase de grupos.
Si bien desde el inicio de este proceso habían existido opiniones divididas con respecto a la idoneidad del cuerpo técnico para llevar las riendas de la absoluta, tras la derrota sabatina los cuestionamientos al banquillo fueron casi unánimes.
A pesar de que la selección de este pequeño archipiélago francés de poco más de 400 mil habitantes cuenta con una plantilla superior a la de muchos equipos involucrados en el torneo, no se comprende que las diferencias con respecto al elenco cubano, con todo y sus ausencias, sean tan abismales como las que se vieron reflejadas sobre el césped del Shell Energy Stadium de Houston.
En principio, el sistema de juego escogido para enfrentar a este rival era coherente, buscando superioridad en el mediocampo con un sistema 4-3-2-1. Sin embargo, fueron las demarcaciones específicas en las que se ubicó a los jugadores las que —a mi juicio— les entregaron el partido en bandeja de plata a nuestros adversarios.
En el once que saltó a la cancha había seis futbolistas fuera de su posición natural. Y si bien en algunos casos no eran demarcaciones totalmente ajenas al jugador, tener a tantos elementos alejados de las zonas del campo en las que mejor pueden influir en el partido terminó pasando factura.
La línea de tres en la media cancha, conformada por un defensor central y dos extremos, otorgó demasiadas libertades al cuadro rival. Tanto así que tres de las cuatro dianas rubricadas por Guadalupe fueron conseguidas desde la media distancia tras recibir, armar el disparo y ejecutar con total impunidad. Esto les permitió sentenciar el marcador en la misma primera parte, yéndose al descanso con un lapidario 3-0 en la pizarra.
La insistencia con futbolistas de poca vocación defensiva en posiciones donde se les exige dicho aporte, además de haber sido ineficaz en este orden, los hizo ver —por momentos— incómodos recibiendo el balón en zonas del campo no habituales para ellos, lo cual derivó en alguna que otra pérdida comprometida.
Si bien a nivel ofensivo el equipo generó llegadas claras con mayor facilidad que en su primera salida, utilizar a Maykel Reyes y Luis Paradela en posiciones invertidas no parece tener una explicación coherente. Más bien terminó limitando de manera notable el aporte de este último y alejando al primero de su función más peligrosa.
Este martes 4 de julio Cuba cerrará ante Canadá su participación en la Copa Oro 2023. Dicho pareo será de vida o muerte para los de la hoja de maple, pero de puro trámite para los antillanos. Este, a su vez, podría ser el último partido de Pablo Elier Sánchez al frente de la absoluta cubana.
De ser así, y a pesar de este presunto cierre de ciclo negativo, la valoración de su labor al frente de la selección es innegablemente positiva. El estratega pinareño no solo cumplió el anhelo de millones de cubanos siendo el principal gestor de la convocatoria de nuestros legionarios, sino que —en lo estrictamente deportivo— consiguió devolvernos a la Copa Oro y al Nivel A de la Liga de Naciones de CONCACAF.
Por ello, a mi consideración, su futuro, sea cual sea, debe estar siempre ligado a la selección, ya sea en el cuerpo técnico o en las oficinas.