A esta hora, sabemos que los libros se rescribieron. Primero el de arquitectura; luego, el de historia.
Hasta las 6 de la tarde, hora de Qatar, Hassan II, en Casablanca, era la segunda mezquita más grande de África y la séptima del mundo. 90 minutos después, Marruecos rompió la marca construyendo sobre el campo un templo gigante. Infranqueable, con Sofian Amrabat tapiando todas las entradas exteriores. Ounahi, Yamiq y Saiss reparando cualquier daño a la estructura. En la punta del Minarete, Youssef En-Neysiri, de vigía y rematador de cualquier balón aéreo. Bono en la última puerta como el guardaespaldas de un imán, de un sultán, de un país entero.
Marruecos aturdía a los lusos con orden extremo. Terminaba la reconquista de la península ibérica atrayendo los rivales a su terreno. Como primero tuvo que reconvocar a sus constructores.
La mayoría de los jugadores del equipo africano nacieron en Países Bajos, España, Bélgica, Francia, y regresaron a jugar por la nación de sus progenitores. Los hijos de inmigrantes con infancias duras y padres explotados, que huyeron en busca de un mejor futuro y ahora tienen como recompensa un lugar en la historia de las Copas del Mundo. Quizá por eso se entienda que en Madrid y Milán miles hayan salido a las calles para celebrar la victoria árabe. Primer equipo africano en semifinales de un torneo.
Como ocurre con los atletas, sucede también con el arquitecto detrás de la obra: Walid Regragui nació en Francia. Este improbable héroe tomó hace tres meses la selección, luego de problemas entre el capitán Ziyech y el anterior técnico, Halidovic. En su trayectoria solo aparecen los clubes FUS Rabat de Marruecos, Al Duhail SC de Qatar y el Wydad Casablanca. Lo cierto es que el equipo es una mezquita monolítica que se conforma por bloques y no por nombres. Con la ausencia de tres defensas titulares durante el choque ante Portugal, se mantuvo la misma efectividad.
Quien nunca la encontró fueron los europeos. Después de hacer que Suiza quitara el rojo de su bandera, se suman a la lista de sorprendidos por los marroquíes, que solo han concedido un gol en el Mundial y se lo marcaron en propia puerta.
Cuando Fernando Santos entendió que la única vía para superar esta estructura era la precisión extrema, trajo a Cristiano Ronaldo, que es el hombre que más salta en el fútbol, y también un neurocirujano del gol. O solía serlo. Tuvo el empate en el agregado, pero la épica esta vez decidió bendecir a los que rezan sobre el verde.
CR7, al no poder ser el héroe, lloró sobre el campo. Con la misma pasión con la que celebra un gol. Hizo en el túnel su marcha de la derrota. Su única compañía fue la frustración más grande que cualquier mezquita construida por Marruecos. O quizá fue el desasosiego. El desasosiego de su compatriota Fernando Pessoa. Como si hubiéramos descubierto en ese instante un nuevo heterónimo del gran escritor: Cristiano Ronaldo.
Harry Kane también terminará leyendo al poeta portugués. O al menos a Uderzo y Goscinny, los creadores de Astérix y Obelix. El número 9 de la serie —el mismo que el del inglés— narra la llegada de los Normandos a la aldea gala para aprender lo que es el miedo. Kane lo aprendió en el peor momento posible, luego de cuatro penales perfectos en Copas del Mundo.
Su tropa caía gracias al pequeño guerrero rubio a quien, para confundir, llaman Griezmann, y al alto y ahora delgado repartidor de menhires, Giroud. Si no juegan mejor es que el druida Panoramix no le confía a Deschamps la fórmula mágica, y entonces tienen que resistir por esfuerzo propio.
Mirábamos al héroe trocado en villano por un golpe de tinta, de teclas, por un empujón, por patear más abajo el balón, por nada. Entre una acción dramática y otra. Así con Kane y así con Tchouameni, quizá el jugador más experimentado de un bando contra el menos del otro. Los jugadores se igualan en la desgracia y se singularizan en las genialidades. Otra vez una cuestión de precisión extrema hace que los galos, con menos volumen ofensivo, derroten a unos ingleses sedientos de oro y copas.
Es una jugarreta cruel de quien escribe la historia de la Copa mientras ocurre, Francia avanza con un gol de Giroud y por un penal fallado por Harry Kane. ¿Alguien en el Reino Unido tendrá ganas de recordar quién es el mejor?
Otro que cortó una racha de goles y asistencias consecutivas en Mundiales fue Mbappé: siete partidos. Termina la ronda de ocho mejores con la posibilidad que se repita la final de Rusia 2018 y con la seguridad de que habrá un nuevo tercer lugar. Marruecos rescribió la historia y Francia quiere poner su nombre al lado de Italia y de Brasil.
Sigue la cobertura completa de OnCuba: