El fútbol no entiende de medias tintas. Es ganar o perder. Un empate puede resultar, a veces, de un sabor tan insulso como la derrota en sí misma. Otras ocasiones ni siquiera el éxito sacia la sed. En Granada, en la segunda jornada de la Liga de Naciones de la Concacaf, la selección cubana casi se queda con las esquirlas en sus manos. Su sonrisa fue a medias, casi inducida por una ley superior.
Han pasado varios días desde la victoria de la escuadra comandada por Raúl Mederos con pizarra final de 2-0 ante un oponente inferior en calidad. Sin embargo, algunos matices del encuentro invitan al análisis, precisamente ahora que ha amainado la tormenta y la calma imperante en el ambiente permite barrer cualquier subjetividad.
Ante todo, el marcador se antoja estrecho teniendo en cuenta la importancia de la diferencia de goles en la clasificación final por países, con la consiguiente repartición de cupos a la fase final y a la Copa de Oro, por lo que aprovechar los partidos ante equipos débiles no solo representa una oportunidad para asegurar los tres puntos, sino también para amasar una buena ventaja con respecto a rivales directos. Hasta ahí, misión incumplida.
Otra cuestión llamativa, pese a que más de un mes separó a un partido del otro, resulta el número de cambios introducidos en el once inicial por el técnico villaclareño, con tendencia a situar en la titularidad a varios de sus coterráneos. Si bien algunos son absolutamente comprensibles, como la inclusión de Arichel Hernández, uno de los mejores futbolistas del país en la actualidad y que no pudo participar del primer choque por lesión, otros, como la suplencia de Sandy Sánchez en detrimento de Nelson Jhonston, dejaron perplejos a la mayoría de los aficionados y a los propios jugadores.
De igual forma, la búsqueda de alternativas en los laterales llevó al villaclareño Dariel Morejón a adueñarse de la banda izquierda, aunque esta conjetura fue despedazada por la inoportuna lesión de Yosiel Piedra. Si los rumores son acertados, esto ya no debe constituir más un problema, pues la convocatoria de Samuel Mahlamaki (actualmente juega en Finlandia) para los venideros partidos es casi un hecho.
Más allá de todas estas curiosidades que arrojó la alineación –uno de los pocos detalles del encuentro a los cuales tuvo acceso la afición del fútbol cubano, tras otro partido a ciegas desde el punto de vista televisivo–, lo cierto es que el juego desplegado sobre el césped del estadio Kirani James vuelve a desnudar un grupo de carencias preocupantes en cada una de las zonas del campo. Tiempo han tenido para trabajar, mas no se avizoran mejorías.
Hasta el momento, la defensa sí se ha comportado a la altura esperada, con la dupla invariable de Erick “Pocho” Rizo y Yasmani López, aunque es cierto que las exigencias de los rivales han sido bastantes pocas. Del resto, el medio del campo, que todavía está lejos de lograr buenos dividendos en cuanto la efectividad de pases, así como problemas más que conocidos en la zona ofensiva por la ausencia de un matador de categoría. Quizá pudiera ser Maikel Reyes el hombre que los solucione, aunque Mederos no le está dando oportunidades.
Dicho esto, se avecina un mes bien importante en materia de fútbol, con la preparación del partido contra República Dominicana en noviembre. Un éxito de Cuba le otorgaría casi con total seguridad el cupo a la Copa de Oro del año próximo. Además, los aficionados se frotan las manos ante la posibilidad de ver in situ al mejor jugador cubano del momento: Onel Hernández. Algunos medios, de hecho, han asegurado que el natural de Morón estará en el Marrero, pero, de primera mano podemos afirmar que aún son solo especulaciones.
Los quisqueyanos cuentan en sus filas con jugadores que militan en el viejo continente como Edipo, Emmy Peña o el curtido defensor central Tano, quien formara parte del Osasuna durante varios años. Este es un factor a tener en cuenta. Aunque algunos intenten ocultarlo, la presencia de profesionales eleva cualitativamente el nivel de un equipo de fútbol, más tratándose del área de Concacaf.
Con las incorporaciones de Onel y Samuel, si se concretan, los cubanos redondearían un once muy completo. Aun así, ilusos serían aquellos que piensen que todas las dificultades quedarían resueltas. Manteniendo el mismo sistema (4-2-3-1), ya previsible para los rivales, con cambios constantes incluso en la portería y ausencia de amistosos ante equipos de nivel similar o superior, resulta una utopía ascender. Lo único que sube sin ser impulsado es la espuma. Y el fútbol, amigos míos, nada tiene que ver con eso.