Gaspar Legón es el lanzador camagüeyano con más victorias en Series Nacionales, con 141. Conversar con él es regresar a una época dorada del béisbol cubano, en los años 60 y 70 del siglo pasado.
Formó parte de aquel excelente conjunto que ganó la Serie Selectiva de 1977. Junto a otros miembros de un increíble cuerpo de pitcheo –Oscarito Romero, Juan Pérez Pérez, Omar Carrero, Lázaro Santana– impulsó a un equipo al cual el mítico narrador Bobby Salamanca bautizó como “Los Incapturables”.
Sentado en las gradas del estadio Cándido González, Legón sigue atento al béisbol cubano y no pierde la oportunidad de dejar un consejo para los lanzadores más jóvenes: entrenar, siempre entrenar para ser mejores.
¿Por qué si era camagüeyano debutó en los equipos centrales?
Por el servicio militar me llevaron para Las Villas. El comandante Victoriano “Macho” Parra me llevó para allá y se hizo un equipo del Ejército Juvenil del Centro, del cual formé parte. Después hice el grado para el primer equipo que tuvo la región central en Series Nacionales: Centrales. También jugué con Las Villas y Azucareros, con los que gané tres o cuatro títulos hasta que en el año 1972 regresé a mi provincia de origen.
¿Cómo lo recibieron en Camagüey después de tantos años jugando por otros equipos?
Me recibieron bien porque ya hacía tiempo me estaban reclamando, pero no vine antes porque me sentía muy bien en Las Villas. Además, allí fue donde me dieron la oportunidad de jugar al máximo nivel. Pero regresé y también tuve buenos resultados en mi provincia.
El Campeonato Mundial de 1970 fue su primera gran actuación con el equipo Cuba…
Se hizo una gran preselección y tuvimos cerca de tres meses de entrenamiento. Fue una gran lucha para integrar el equipo porque solo hacían el grado seis lanzadores: cinco derechos y uno zurdo. Hubo que batirse duro.
Fui el pitcher cubano que más ganó, con tres victorias sin derrotas. Lancé 21 entradas y solo me hicieron una carrera pero allí las victorias importantes fueron las de José Antonio Huelga, que le ganó dos veces a los americanos.
¿Por qué demoró tanto en hacer nuevamente el Cuba grande?
Era muy difícil mantenerse en esa época porque había muchos lanzadores de calidad. Por eso la demora de algunos en repetir. No hice nuevamente el primer equipo hasta 1978, porque en 1972 hice un segundo equipo a un torneo llamado Serie del Caribe. Asistí a los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla y me fue muy bien. Nunca perdí un juego en eventos internacionales.
¿Cómo recuerda a los míticos “Incapturables” camagüeyanos que se coronaron en la Selectiva de 1977?
Ese equipo era una familia. Teníamos un pitcheo muy grande. Contábamos con cinco lanzadores estelares: Oscarito Romero, Juan Pérez Pérez, Omar Carrero, Lázaro Santana y yo. Además de una segunda línea muy buena con Alfredo Roque y José Cruz. Desde que arrancamos fue un equipo imparable. Eso no lo esperaba nadie, y por eso Bobby Salamanca nos puso “los Incapturables”. Pero el éxito estuvo en la unidad del grupo.
¿Por qué llega tan pronto el retiro en 1979?
Tenía problemas en el brazo y calcificación en el codo. Por el efecto de tanto trabajo en 15 series nacionales con apenas 34 años no podía más. Los dos últimos juegos que lancé fueron con un bloqueo hecho en el hombro. Gané esos dos juegos 2-0 y 2-1, pero cuando se iba la anestesia no podía ni levantar el brazo del dolor.
¿Qué hizo después del retiro como pelotero activo?
Seguí trabajando como entrenador de pitcheo en la academia y en los juveniles. Solo estuve una vez con el equipo grande pero lo que me gustaba era el trabajo con los juveniles.
¿Qué diferencias ve entre el béisbol que usted jugó en las décadas del 60 y 70 y el actual?
La única diferencia que veo es que nosotros jugábamos a la pelota con mucho amor. Ahora los peloteros se relajan mucho. No dan todo lo que pueden dar en el terreno. No existe ese gran interés. La vergüenza deportiva no la tienen como la teníamos nosotros, que sufríamos y hasta llorábamos cuando perdíamos un juego.
¿Cuál es su consejo para los lanzadores actuales?
Tienen que trabajar mucho y pensar para hacerse buenos lanzadores. Yo comencé con 19 años y a los 25 fue cuando me hice un lanzador con maestría deportiva. Un pitcher no se hace en un año o dos, pueden existir excepciones, pero el lanzador lleva años de trabajo. Hay que entrenar más. Los mismos lanzadores no lanzan en práctica, y la práctica de bateo para los lanzadores es primordial para coger control.
¿Qué se puede hacer para mejorar la salud del béisbol cubano actual?
Pienso que las contrataciones de peloteros a diferentes países pueden darnos muy buenos dividendos, pero tienen que salir más peloteros a jugar a otro nivel de béisbol.