El 31 de diciembre es un día de festejo. Para Cuba es sinónimo de ron y cerveza, de carne de puerco y mucho chicharrón, de dominó entre amigos y familiares. Pero este 31 de diciembre no fue así, ni de cerca, para “El Chacal”, Guillermo Rigondeaux (15-0, 10 nocauts). Lejos de su natal Santiago de Cuba, de su conga, de su ajiaco criollo estaba el indómito dispuesto a demostrar su talento. Incluso, muy apartado de Estados Unidos, país donde hoy tiene su guarida.
El campeón de las 122 libras quiso defender su título súper gallo de la Organización Mundial de Boxeo (OMB) y la Asociación Mundial (AMB) a solo horas del 2015, y aunque hubo notas distintivas llegó al nuevo advenimiento con la sonrisa de oreja a oreja.
Su rival, el japonés Hisashi Amagasa (28-5-2, 19), en casa por demás, no era ningún novel, más bien un viejo zorro con aspiraciones e ínfulas de grandeza. Acostumbrado a hacer de las suyas y usar sus mañas en 126, puso al cubano en serias, pero serias dificultades al inicio debido a su mayor alcance y tamaño. Sin olvidar (esto está fuerte) que en el pesaje había hecho las mismas libras (121,4), y ya para la noche del combate estaba en 141. Diferencia abismal.
No obstante a todo ello, una de las noticias es que Rigondeaux se repuso de dos caídas en el séptimo round de este duelo realizado en Osaka. Lo trascendental es que cayó, no que se levantó, claro está.
Las cuentas de protección incrementaron el ánimo (o la moral) del rey, y lo hicieron abandonar su estilo de riposta, de “dar y que no te den”, y comenzó a intercambiar. Instantes que recordaron al pugilista que ganó la división de los 54 kilogramos en los Juegos Olímpicos de Sídney y Atenas y fue un intratable en su dorada época como amateur.
Por demás, el nipón guapeó y no eludió el ofrecimiento. Ahí quedó. Falló. El tren resultó indetenible en la corta distancia, adentrándose en la guardia de su contrario, cabeza con cabeza, zapatilla con zapatilla, y el fuego ahí, sin cuartel. La refriega fue seria.
Para el décimo asalto, Amagasa besó la lona luego de recibir un gancho de izquierda, mientras que en el onceno su rostro ya era un manojo de hematomas y su ojo derecho estaba cortado. Sonó la campana, como siempre una especie de salvadora. Un minuto luego, sin toalla en el suelo ni nada parecido, porque los japoneses son valientes y orgullosos, así como los cubanos, el asiático se quitó los guantes. Su esquina atontó su suerte y no lo dejó salir al último período. Triunfo por nocaut técnico que deja en la cintura de “Rigo” los fajas de la categoría.
Tras el rotundo éxito no paró, y volvió a gritar a los cuatro vientos el nombre del mexicano Leo Santa Cruz (28-0, 16) como su próximo adversario para dejar bien clarito quién manda y se acabe el “chu chu chu” entre los exponentes del peso súper gallo.
Final feliz de un año traumático y lleno de conmociones para Rigondeaux. Capaz de no celebrar navidad como se pensaría, para entrenar con ahínco en busca de regalar su arsenal de combinaciones. Pero bueno, como dicen que el año empieza como culmina el anterior, de seguro esperamos que Papá Noel gratifique al antillano los meses que quedan por delante.
Grande Rigo, casi desfigura a Amagasa,el mexicano lo que esta es apendejao, para mi se lo come con papas el nuestro