Al final la historia tuvo un final feliz para la Asociación Cubana de Fútbol. La esperada visita de Joseph Blatter a Cuba padeció de las perplejidades de siempre, de las mismas vacilaciones que fluctúan alrededor de esta Isla cuando de decisiones importantes se trata.
La FIFA desembarcó con tripulación de lujo. La estancia era corta, pero la travesía se antojaba bien compleja. Después de 13 años de ausencia por estas tierras, esta vez el desafío parecía más concreto que nunca. Aclarar un par de cuestiones enrevesadas directamente relacionadas con el fútbol cubano era el epicentro de la visita.
Pero en un alarde de protocolo quedaría todo. A pesar de las punzantes declaraciones de Blatter en octubre pasado tras las deserciones de los cubanos en Canadá, a pesar del rumor de la prensa internacional que se hizo eco del ilustre arribo, a pesar de las aparentes ansias por parte de la FIFA de homologar la estructura de todas sus federaciones, a pesar de los pesares, la presencia del Presidente de la FIFA en Cuba solo sirvió para guardar un recuerdo en la retina.
Día y medio, apretada agenda. Razones más que justificables para escurrirse como agua. Esa fue la sensación que me quedó tras la conferencia de prensa ofrecida por Joseph Blatter y su camarilla en el Hotel Nacional. A cada interrogante de peso, una elegante evasiva. A cada intento por desempolvar la duda latente, una salida soberbia. A cada zancadilla, otra zancadilla.
En fin, el mandatario suizo demostró con una solvencia locuaz porque está en ese codiciado puesto desde 1998, que su experiencia de hombre de negocios le vale de sobras para administrar uno de los negocios más lucrativos del planeta, que la FIFA es una entidad sumamente poderosa en todos los sentidos y que Cuba seguirá siendo ese punto de suma para ganar puntuación a los ojos del mundo en materia de fútbol.
La casi hora de exposición y de interrogatorio transcurrió sin sobresalto. De eso se encargaron la prensa acreditada y los eficientes asesores de Blatter.
Los periodistas extranjeros se concentraron en las costuras, se olvidaron que estaban en Cuba, que el fútbol cubano está falto de una reestructuración institucional y deportiva, que padecemos la ausencia de una respetable lid nacional. Y claro, es lógico. A un periodista de AP o al de la agencia de noticias Xinhua no se le va ocurrir preguntarle al Presidente de la FIFA por el Campeonato Nacional de Fútbol Cubano o por la postura de la entidad ante las constantes y frecuentes deserciones de los miembros de la selección absoluta de Cuba.
Por supuesto, ellos preguntarán consecuentemente por los sucesos futbolísticos de impacto global. Dígase, la Copa Mundial de Brasil 2014 y los atrasos constructivos, Luis Suarez y sus manifestaciones xenofóbicas en Inglaterra o cualquier otra cuestión de incumbencia, aspectos ampliamente manejables para Joseph.
En cambio, cuando los periodistas cubanos tomaron la batuta, como pocas veces, en busca de la verdadera esencia de la visita, llegaron las cavilaciones. Del estadio La Polar y el atraso del montaje de su grama sintética busco resguardo en un asesor de cuello y corbata. Cuando increparon sobre las soluciones para erradicar las deserciones de los cubanos, le pasó la bola a Luis Hernández, Presidente de la Asociación Cubana, que no pudo blandir con sutileza semejante pregunta.
Antes, el Sumo Pontífice del fútbol pediría a través de una ráfaga de señas mímicas un cojín para su comodidad o quizás para elevarse en su asiento. Después, balbuceó unas escurridizas sílabas en francés en tono sinfónico que se les escaparon por el filo del micrófono. Sus cejas pronunciadas se movían inquietas al compás del movimiento de sus ojos que rastreaban el fondo y el techo del salón. Su rostro delataba impaciencia, una sutil ganas de culminar la jornada de trabajo.
Quizás el sofocante calor del Caribe le haya pasado factura o quizás su mente se encontraba en Brasil y su rollo mundialista, en los atrasos constructivos, en los informes de último momento que ubican a José María Marín, Presidente de la Federación carioca, ligado a supuestos movimientos dictadores en el Sur del continente. O tal vez, quién sabe, lo expuesto por los federativos cubanos en privado, le haya bastado para hacerse el chivo con tonteras en público y dejar las cosas en su sitio evitando enredos de los cuales su supuesto desenlace no le adjudicará ningún tipo de beneficio a la FIFA.
El efímero sendero dejado por Joseph Blatter en Cuba pasará a la historia como otra visita ilustre, trascenderá como el paso de otra célebre personalidad mundial que acarició La Habana, pero sin a penas dejar huellas palpables de su rastro – solo la arena que tomó en sus manos en La Polar-, casi como un viaje de turismo. Evadiendo las cuestiones de envergadura y dedicándose a preservar la imagen caritativa de su entidad.
Excelente disección de la visita de Blatter. Yo solo quiero saber quién le dijo a su Ilustrísima Santidad que en Cuba ya el fútbol es más popular que el béisbol… A muchos se le olvida que La Habana no es Cuba -y mucho menos el Reino de Florentino y Sandro- y que nuestra Serie Nacional, aunque amarga, es nuestra Serie…