Hoy no se lo menciona tanto como a otros ases de la Isla, pero Rafael Fortún es una de las figuras más gloriosas del atletismo cubano. De su exitosa trayectoria es ineludible recordar el título en los Panamericanos de Buenos Aires 1951, las tres coronas centrocaribeñas y sus dos participaciones olímpicas.
Fue el rey absoluto de los 100 metros planos en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla 1946, Guatemala 1950 y México 1954, único corredor con tal hazaña. Por este y otros logros fue exaltado al Salón de la Fama de la región.
Sin embargo, sus inicios deportivos estuvieron en el béisbol, la afición de todo cubano. Ser pobre y negro no le dejaba mucho margen para triunfar en otros deportes.
De adolescente trabajó como aprendiz de linotipista y tipógrafo en el periódico La Región, en su natal Camagüey, oficio que lo acercó a un reportero que también impartía clases de Educación Física en el Instituto de Segunda Enseñanza. Era Gustavo Tomeu Riverón, jefe de la página deportiva del principal rotativo de la ciudad, El Camagüeyano, quien incluso trascendió en la narración radial y luego en las luchas revolucionarias contra Fulgencio Batista.
El entrenado ojo de Tomeu no solo descubrió en el aprendiz un talento en bruto, sino que también le abrió las puertas a una institución que le permitiera desarrollar toda su capacidad competitiva.
En 1938 el corredor tuvo su primer evento, en el club Atlético Ferroviario, donde patrocinado por la Hermandad de Jóvenes Cubanos fue segundo en salto alto, detrás de Rafael Casanova, campeón de Cuba en esa modalidad.
Al principio entrenaba descalzo en el parque urbano Casino Campestre hasta que el sacerdote Pedro Jaime Massaguer le regaló sus primeras zapatillas. Tomeu lo entrenó hasta que, con su influencia, logró que la dirección del Instituto admitiera a su pupilo como alumno oyente y Fortún no desaprovechó la oportunidad.
Ante la repentina lesión de un integrante del equipo camagüeyano a los Juegos Inter-institutos en Santiago de Cuba, asistió como suplente y sorprendió a todos con sus primeros lugares en 100 y 200 metros, además de salto alto, especialidad en la que posteriormente igualó el récord nacional. Desde entonces le apodaron “el Guineo”, y su matrícula se hizo oficial en el centro de estudios que ayudó a prestigiar.
Su primera competencia internacional fueron los Juegos Interantillas de San Juan, Puerto Rico, a los que clasificó en el lanzamiento de peso, modalidad donde concluyó tercero. Pero como la delegación cubana era ínfima tuvo que correr los 200 metros ¡Y también fue bronce! No conforme hizo la marca de 1,88 metros en salto alto.
Antes de su debut centroamericano en Barranquilla 46 participó en las justas de la Organización Deportiva de Cuba y en el primer festival José Barrientos In Memoriam, el cual ganaría por diez años consecutivos.
En Colombia “voló bajito”, impuso récord con 10,4 segundos en 100 metros, ganó los 200 metros con 21,6 y fue plata en el relevo 4 x 100.
Un año después viajó a Lincoln, Nebraska, y por culpa de una lesión terminó tercero, pero no se autocompadeció y regresó a tiempo para el Festival Barrientos, a cumplir con la fanaticada estudiantil de Camagüey.
Para Fortún, los Juegos Olímpicos de Londres 1948 ya eran palabras mayores. No obstante, llegó hasta las semifinales. A nivel internacional también fue capaz de batirse con corredores de la Commonwealth en diferentes distancias, como sucedió en 1949 cuando en Port Spain, Trinidad y Tobago, con motivo al cumpleaños del rey de Gran Bretaña, arrasó en las 100 y 220 yardas y en 100 metros.
El jamaicano Herbert McKenley y el panameño de origen jamaicano Lloyd LaBeach estuvieron entre sus rivales más enconados. Contra ellos ganaba y perdía.
McKenley lo superó por una décima en los 200 metros de Guatemala 50, pero luego lo sobrepasó dos veces en los Panamericanos de Buenos Aires. Sin embargo, en Helsinki 52 el jamaicano fue plata olímpica en los 100 metros, mientras Fortún quedaba en las semifinales.
Algo similar le ocurrió con LaBeach, medallista de bronce en Londres 48 después de que el cubano lo venciera en el área. Los Juegos Olímpicos no fueron los torneos más felices de Fortún, pero esto no demerita su grandeza. Quizá si por entonces hubiesen existido los campeonatos del mundo, la historia hubiera sido otra.
Durante una gira en 1949, con escala en Puerto Rico, “el Guineo” protagonizó una anécdota que revela su amor por Cuba. Luego de una exhibición atlética en San Juan, le propusieron ser coach del equipo universitario local, con un sueldo fantástico para la época. Su respuesta fue tajante: “Yo nunca competiré contra Cuba.”
Sin embargo, sus hazañas deportivas, aunque le ganaron el agasajo de la prensa, no le alcanzaron para mantener su trabajo. Luego de los Panamericanos de Buenos Aires, el Ministerio de Obras Públicas, para el que laboraba, lo dejó cesante por faltar los días de la competencia.
Aun así, ese mismo año, 1951, en la Universidad de Berkerley, California, se batió con los mejores estadounidenses y se llevó el bronce en el hectómetro con 10,5. Además, ganó en el dual meet Cuba-México en 100, 200 y relevo 4X100.
Tras su fracaso en los Juegos Olímpicos de Helsinki 52 parecía que su carrera fenecía, pero volvió a romper el estambre en primer lugar en los centroamericanos México 1954 y fue segundo como parte del 4X100 –junto a Israel Mestre, Raúl Mazorra y Manuel Peñalver–, aunque pocos contaban con él por sus 35 años.
Fortún fue invencible en el área durante una década. Desde 1946 a 1954, ¡no perdió ningún heat! El presidente mexicano Adolfo Ruiz Cortines, al condecorarlo por sus méritos deportivos en 1954, le dijo: “Usted es un ejemplo para las juventudes de América, por su dedicación y tesón.”
Lástima que el camagüeyano no pudiera ir a la cita de los cinco aros en Melbourne 1956 o que el cáncer le impidiera encender el pebetero de los Centroamericanos de La Habana. Murió a poco más de un mes, en junio de 1982.
Ahora que los juegos regionales volvieron a Barranquilla, la ciudad donde comenzó su leyenda, la grandeza de Rafael Fortún merece recordación.
“Yo nunca competiré contra Cuba.” Ese es el punto. Me parece inevitable (aunque triste) que algunos atletas dejen Cuba para mejorar su performance y ganar más dinero. Sin embargo me parece incorrecto que se nacionalicen de otros países, convirtiéndose en potenciales rivales de sus compatriotas. Cosa que en este medio de prensa aplauden.