Todavía con la arena pegada al cuerpo, el pelo mojado y la cabeza a punto de estallar, Leyanis Pérez (Pinar del Río, 2002) trataba de dibujar en su mente un final feliz a su aventura olímpica el pasado 3 de agosto. Tan apresurada estaba por enterrar sus demonios debajo de la pista del Stade de France, que adelantó dos años los Juegos de Los Ángeles 2028
“Yo voy a ser medallista en 2026”, dijo como consuelo ante los periodistas acreditados en París, que por un momento no tenían muy claro dónde pretendía competir la vueltabajera en 2026, año en el que no hay Mundial de atletismo y mucho menos Juegos Olímpicos.
La lluvia ahoga a Leyanis: el medallero de Cuba sigue en blanco
Así suelen ser las prisas, traicioneras, y Leyanis sencillamente quería suprimir de inmediato el recuerdo nefasto de Saint-Denis y viajar lo más rápido posible en una máquina del tiempo hasta el futuro, para entonces intentar escribir otra historia, sin frustraciones, sin tragos amargos, sin caras largas.
“No voy a llorar, no pasa nada, borré en la pista todo lo sucedido. Todavía hay tiempo para lograr lo que una quiere. Yo estoy convencida de que me voy a seguir preparando y voy a seguir dando de qué hablar. Eso es lo que me he propuesto desde que terminó la competencia”, aseguró Leyanis a los medios, de nuevo intentando sepultar los fantasmas de París para que no la persiguieran por demasiado tiempo.
Esa, justamente, es una las caras más amargas de la derrota en el deporte: el peso de un fracaso puede acomodarse sobre los hombros de una atleta durante larguísimos períodos, al punto de truncar una carrera prometedora. La cubana lo sabía y por eso evitaba girar la cabeza y chocar con su imagen desdibujada y dócil en la final olímpica del triple salto femenino en la Ciudad de la Luz.
Pero si Leyanis quiere realmente superar el descalabro, tiene que mirar otra vez. El recuerdo de París, por mucho que la atormente, por mucho que quiera pretender que nunca sucedió, en realidad debe funcionar como un espejo, uno en el que jamás quiera volver a verse reflejada.
En el Stade de France, la exponente más talentosa del atletismo cubano radicada en la isla fue una caricatura de sí misma, un espíritu deambulante que no pudo atacar nunca la tabla de salto con plena potencia. A partir de ahí, el resto de su rutina se dinamitó: no despegó, no levitó, no voló.
“La vi demasiado presionada”, dijo el estelar Javier Sotomayor sobre la competencia de Leyanis en una transmisión en directo para la televisión cubana con el periodista Héctor Villar. Su sentir era el de muchos fanáticos que se desesperaron mientras seguían la final del triple femenino en París, donde la pinareña quedó con registro de 14.62 metros, alejadísima de sus marcas personales y por debajo, incluso, de lo logrado 24 horas antes en las preliminares.
La vueltabajera culminó en la quinta posición, justo por detrás de su compatriota Liadagmis Povea, quien llegó a París con las piernas congeladas y solo dos saltos por encima de 14.70 en la temporada, uno con viento a favor y otro en los límites de lo permisible. El resto de su contienda había sido un tormento entre lesiones e inactividad, pero alejada de los focos y de la presión mediática pudo superar a la chica que había ganado todas las paradas de la Liga de Diamante en 2024.
Povea no se puede comparar con su compañera en cuanto a talento bruto y potencial físico. Ya lo había adelantado el entrenador Ricardo Ponce hace algún tiempo: Leyanis reúne las raras cualidades de “ser alta, rápida y bien coordinada”, lo cual puede llevarla a la cima del mundo con una adecuada guía en su crecimiento físico y mental. Sin embargo, a la hora de la verdad en París, Liadagmis se maximizó, lució más calmada, más ecuánime, y no permitió que la tensión del momento le impidiera solucionar a tiempo sus problemas con la carrera de impulso para conseguir su segunda mejor marca del año (14.64).
“Ha sido una cosa de locos. He tenido un año complicado, porque salí de una lesión y pasé por una recuperación larga. Llegué con la esperanza de ser finalista, hacer lo posible por dar lo mejor, pero no esperaba estar en un cuarto lugar y muy cerquita del podio”, sentenció Povea, quien terminó a solo tres centímetros de la medalla de bronce.
Analizando fríamente el cuadro, Leyanis se ubicó a dos centímetros de Povea y a cinco del podio, pero esa no era la medida que tenía en su cabeza cuando se paraba de frente al tanque de saltos. Para la pinareña, lo único que valía era alcanzar el 15.02 con que la dominiquesa Thea Lafond había sacudido al resto de las finalistas desde el inicio de la segunda ronda.
Leyanis sentía que podía superar sus límites y llegar hasta los dominios de Lafond, pero mostró más nerviosismo que consistencia, más amargura que felicidad, y eso terminó por pasarle factura, por mucho que se negara a reconocerlo: “El 15.02 no me presionó. Yo lo esperaba porque Lafond es de combate. Que salten más que yo no me presiona. Yo he saltado 15.16 (con viento a favor) y no me puede presionar un 15.02. Que no haya hecho mi marca no quiere decir que me haya presionado. Las cosas salen así, no como una quería”, dijo un poco a la defensiva.
Sin embargo, en Saint-Denis su rostro sí era el de una persona presionada y no el de una atleta satisfecha por terminar entre las cinco mejores triplistas de una final olímpica. Era el de una mujer a quien se le escurría entre las manos la posibilidad de ser campeona bajo los cinco aros, el de un ser humano que no podría cumplir los pronósticos o los propósitos que otros tatuaron a sangre y fuego sobre un papel.
Al margen de todo esto, ¿era realmente posible que Leyanis Pérez subiera al podio en París o fuera la campeona del triple femenino? Si nos guiamos por los resultados previos, la respuesta tendría que ser afirmativa.
Desde 2022 —cuando vivió su primera gran explosión en la élite— hasta los Juegos de París, la vueltabajera logró diez saltos de al menos 14.75 metros, la misma cantidad que la jamaicana Shanieka Ricketts y más que cualquier triplista que no fuera Yulimar Rojas. Respecto a las otras dos competidoras que subieron al podio en la capital gala (Ricketts fue plata), Leyanis tuvo un rendimiento mucho más estable en dicho lapso: Thea Lafond (cuatro registros superiores a 14.75) y Jasmine Moore (dos saltos por encima de 14.75).
Entonces, ¿qué traicionó a Leyanis en París? ¿Fue solo una cuestión de nervios y tensión o hubo también fallos técnicos? Al respecto, la propia atleta reconoció que cometió errores en la salida del segundo al tercer salto de sus ejercicios: “No puede ser que yo haya estado tan bien en la temporada, ganándole a mis contrincantes, y en el momento de la verdad me haya pasado esto. Yo sé que las cosas no siempre son como una quiere, pero ese error técnico lo vengo arrastrando desde hace algún tiempo y ahora salió cuando no tenía que salir”, dijo la pinareña, quien comprobó que una mecánica desajustada y el bloqueo mental no son los mejores consejeros cuando te estás jugando una final olímpica.
Este escenario, el de la decepción, no es nuevo para Leyanis Pérez. Tres veranos atrás, cuando solo tenía 19 años y estaba a las puertas de vivir su primera aventura olímpica, una lesión le impidió competir en las pistas de Tokio 2020. Desde aquel momento, cuando casi nadie la conocía, se marcó una meta muy clara: “Ver la final olímpica en vivo en el Estadio de Tokio fue una gran motivación para mí. Quiero convertirme en campeona olímpica e iré paso a paso para alcanzar mis objetivos”, aseguró en una entrevista al colega Javier Clavelo.
De esa declaración, la clave está en lo de ir paso a paso. Las lesiones primero y la derrota después forman parte del mosaico deportivo, y Leyanis ya ha aprendido que no siempre puede llevarse a casa la bolsa de ganar. Esperemos que todas estas experiencias le permitan despegar fuerte en la tabla hasta 2026, donde tendrá que dar un paso gigante rumbo a 2028, para entonces allí volar y clavar los pinchos lo más lejos que pueda en el tanque de Los Ángeles.
Lee la cobertura de OnCuba de París 2024 aquí.
Evidentemente Leyanis Pérez estaba muy nerviosa por la presión q tenía y ver q cada salto era en vano.
Eres una atleta muy joven y de seguro te esperan grandes triunfos.
En Los Ángeles todo será diferente,mantén la fé y sigue adelante.