En medio del hastío de los años 90 en Cuba recuerdo que tenía tres tablas de salvación: ir a los juegos de la Liga Azucarera en Sagua la Grande, viajar desde Sitiecito hasta Santa Clara para ver a Víctor Mesa, Rolando Arrojo y a aquellos Azucareros tricampeones de Pedro Jova, y escaparme de vez en cuando hasta La Habana para disfrutar de la Liga Mundial de Voleibol.
La posibilidad de ver a grandes estrellas internacionales enfrentándose a los nuestros en duelos de máximo nivel era motivo suficiente para viajar en plan “guerrillero” desde Villa Clara hasta la capital, pasar un par de noches donde fuera posible, comer lo que fuera posible, pero gozar con uno de los más impresionantes espectáculos deportivos que se han organizado en Cuba.
Imposible olvidar la potencia de Joel Despaigne y Osvaldo Hernández, la magia de Raúl Diago, la elegancia y el liderazgo de Ihosvany Hernández y el tremendo ambiente que se vivía en la Ciudad Deportiva, un recinto al que acudían miles de personas casi a modo de ritual para soñar y sufrir con la selección, que en aquellos años 90 cosechó 7 podios de la Liga, incluido el título de 1998.
Sin embargo, el brillo de la Liga Mundial se fue apagando poco a poco para Cuba. De un día para otro, ni Osvaldo, ni Ihosvany, ni Alain Roca, ni Ramón Gato, ni Ángel Dennis estaban en la selección, que pasó de codearse sin complejos con la élite a subsistir con nuevas e inexpertas figuras en sus filas. Algunos de esos chicos después se convirtieron en estrellas, como Osmany Juantorena, Wilfredo León, Robertlandy Simón, “El Ruso” Sánchez, Raidel Hierrezuelo o Yoandry Leal, pero la necesidad de prosperar económicamente y de explotar sus potencialidades en el profesionalismo los apartó del equipo de las cuatro letras.
Precisamente, el éxodo trajo como consecuencia un bajón total a nivel de resultados. Cuba participó por última vez en la máxima categoría de la Liga Mundial en 2013 y después deambuló entre la segunda y la tercera división hasta que el torneo desapareció tras la temporada internacional de 2017.
Surgió entonces la Liga de Naciones (VLN por sus siglas en inglés) con un esquema de 16 participantes: las mejores selecciones del mundo. Para ese momento, la escuadra de la isla estaba muy lejos de ese grupo de avanzada y el terreno perdido no se recupera en un abrir y cerrar de ojos. De hecho, no logramos incluirnos en ninguna de las 4 primeras ediciones de la VLN, a pesar de que se llegó y se peleó en los Challenger clasificatorios.
Y tanto fue el cántaro a la fuente hasta que, en el verano pasado, por fin el plantel que dirige Nicolás Vives consiguió el boleto a la VLN tras ganar a Turquía en la final del Challenger celebrado en Corea del Sur. Sin dudas, la posibilidad de competir nuevamente en la élite es motivo de felicidad, pero la cuestión ahora es mantenerse y no perder la categoría, porque eso significaría volver al ostracismo y pelear con escuadras de segundo nivel que ralentizarían el desarrollo del talentoso colectivo antillano.
Por supuesto, lograr la estabilidad no es cuestión de coser y cantar. Cuba cuenta hoy con una generación de jugadores que ya han dado pruebas contundentes de su calidad en circuitos de primer nivel. Miguel Ángel López es una de las grandes estrellas de la Superliga brasileña, mientras Osniel Mergarejo, Marlon Yant y Jesús Herrera han triunfado en la muy exigente Liga Italiana, considerada por muchos como la mejor del mundo. Además, otro grupo de muchachos jóvenes como Javier Concepción, José Massó, Miguel David Gutiérrez, Christian Thondike, Lyvan Taboada, Adrián Goide o José Miguel Gutiérrez han logrado insertarse en torneos profesionales.
El grupo invita a soñar, pero siempre con una dosis de sufrimiento. Desde que tengo memoria, los equipos cubanos siempre han caminado sobre el alambre y esta versión no va a ser diferente. En su debut en la VLN, por ejemplo, Herrera, López, Yant y Concepción mostraron algunas de sus armas ofensivas, pero no pudieron evitar la derrota en 5 sets frente a Canadá, el verdugo que nos eliminó de la lucha por el boleto a los Juegos Olímpicos de Tokio hace 3 años.
Los norteños, que hace solos unos meses apostaron por un cambio generacional, se dieron gusto aprovechando los errores cubanos. Los de la isla regalaron un total de 36 puntos por fallas, 23 de ellas en el servicio. Además, sufrieron en exceso ante la eficiencia del bloqueo canadiense, que consiguió la impresionante cifra de 17 cartones en la defensa de la net.
Esta, obviamente, no es la mejor de las noticias para el arranque cubano en la VLN, teniendo en cuenta que sus próximos rivales en esta primera semana de la competencia serán Países Bajos, Italia y Brasil. Los holandeses, si bien no pasan por su mejor momento, tienen una gran tradición y ya en 2022 lograron meterse entre los 8 punteros del certamen, mientras transalpinos y sudamericanos permanecen en la súper élite del deporte de la malla alta.
Por todo lo anterior, Cuba necesita mostrar su mejor versión, corregir errores y apostar por completo al talento de sus jugadores, porque desde el punto de vista táctico la dirección del plantel presenta muchas lagunas. Además, los entrenadores ni siquiera cuentan con los modernos programas de análisis de datos y estudios de contrarios que son fundamentales en el curso de los partidos en cualquier evento de primera categoría.
Ni se tuvo en el pasado el famoso Data Volley, que permitía examinar en vivo los movimientos de los rivales y otros muchos parámetros de juego, ni se cuenta ahora con el Volleystation, un programa desarrollado por los polacos que estuvo disponible libre de costo para todas las naciones durante 6 meses, según el sitio especializado CubanSp1ke. Al parecer, Cuba no contactó con los creadores para acceder al servicio, familiarizarse con él y comenzar su uso en torneos internacionales.
Sin estas herramientas, la selección de la isla va un paso por detrás de sus rivales, tal cual ha sucedido una y otra vez durante años. Nuestros entrenadores siguen dando instrucciones basándose en la intuición, guiados por anotaciones en una libreta cuando el resto de los equipos trabajan y dependen casi exclusivamente de la tecnología para dar indicaciones a sus jugadores.
En cada partido que vemos de nuestro plantel, el cuerpo de dirección parece moverse en las líneas de los coaches motivacionales. “Vamos, ustedes pueden”. “Hay que tener más concentración”. “No podemos dejarnos caer”. “Ahora los cogemos”. Esas son frases que comúnmente escuchamos de los entrenadores cubanos durante los tiempos muertos, en los que las indicaciones tácticas, los cambios y la diversidad de estrategias brillan por su ausencia.
Cierto que con estas limitaciones hemos logrado ascender a la VLN, gracias al talento de nuestros jugadores. Sin embargo, para competir en la élite solo el talento no alcanza. Mientras se mantenga este escenario, podremos soñar, pero también tendremos que sufrir.