Cerca de las diez de la noche de este sábado 21 de octubre, en Santiago de Chile, Luis Gustavo Cañabate (Camagüey, 2003) tomó su teléfono y, antes de salir del Centro Acuático de Ñuñoa, escribió un escueto mensaje en Facebook. “Agradecido conmigo y con todas las personas que me han ayudado”, decía el clavadista, quien en menos de un año pasó de estar jugándose la vida en salas de terapia intensiva a competir en los Juegos Panamericanos del país austral.
No se suponía que esto sucediera. En la madrugada del 12 de noviembre de 2022, Cañabate cayó al vacío desde un tercer piso en la Escuela Superior de Formación de Atletas de Alto Rendimiento (Esfaar) “Giraldo Córdova Cardín” en La Habana. Fue hospitalizado en estado crítico con serias lesiones en un brazo, la mandíbula y la pelvis y múltiples contusiones. Su vida pendía de un hilo y, de pronto, se apagaba el brillo de su prometedora carrera un mes después de cumplir 19 años.
Fueron días de angustia. Sin salir del cuadro de gravedad, pasó por el Hospital Naval, el Pediátrico de Marianao y el Ameijeiras en cuestión de una semana. Los especialistas hablaban de atenciones integrales y multidisciplinarias, pero los rayos de esperanza eran muy opacos.
“El estado de mi hijo era crítico inestable, al borde de la muerte”, recuerda en una entrevista con el periódico Adelante el padre del clavadista, Luis Manuel Cañabate. “Todo fue muy duro de asimilar, a pesar de que mi esposa es enfermera terapista y yo médico clínico, y hemos trabajado toda la vida con este tipo de caso. Sabemos cómo enfrentarnos a los pacientes, pero cuando es el hijo de uno el que estaba sano hasta ese momento…es un choque devastador verlo en esas condiciones.”
Sin embargo, las cosas mejoraron con el tiempo. Cañabate salió del estado de gravedad, recibió el alta a principios de 2023 y comenzó a hacer terapias de rehabilitación en el hospital Amalia Simoni de su ciudad natal, donde lo atendieron maxilofaciales, ortopédicos y psicólogos, además de los neurólogos para estudiar los problemas de sueño y sonambulismo que provocaron el accidente.
Para Cañabate, probablemente, lo peor de todo este proceso fue la condescendencia. Yurisán, su madre, llegó a decirle que podía seguir practicando deportes del movimiento paralímpico, algo que nunca pasó por la mente del joven atleta. De hecho, solo dos meses después del accidente, en lo único que pensaba era en volver a entrenar pronto.
De nuevo, no se suponía que esto sucediera a corto plazo, pero Cañabate es un hueso duro de roer. El 13 de agosto, 273 días después del accidente, el agramontino subía a la plataforma del Complejo de Piscinas Baraguá, al este de La Habana, y volvía a saltar. “Estoy de vuelta”, escribía en Facebook, su mensaje más corto y contundente.
“Nunca temí volver al deporte, todo lo contrario, no veía el momento de saltar nuevamente. Básicamente esta es mi vida, a lo que me he dedicado con pasión desde niño. El regreso ha sido maravilloso, la sensación de hacer los ejercicios y caer al agua me devolvió mucha felicidad”, recordó el joven camagüeyano en una entrevista con el colega Félix Anazco.
Su relato sobre el regreso a las piscinas, a la plataforma, a los trampolines, a los saltos, nos deja la sensación de que fue algo indescriptible, tanto para él como para el mundo del clavados en la isla. “Los entrenadores están sorprendidos con mi forma y ni yo me esperaba estar tan bien. Creo que es porque nunca dejé de saltar en mi cabeza”, dijo Cañabate, que comenzaba entonces a desafiar la lógica.
Entrenar no era suficiente, competir había pasado a ser la prioridad. “Si todo marcha bien, estaré en los próximos Juegos Panamericanos”, afirmaba el muchacho a finales de agosto, solo dos semanas después de empezar a trabajar y a menos de dos meses de la cita multideportiva continental en Santiago de Chile.
Sus palabras quedaron grabadas a fuego. En menos de 30 días progresó en contra de los pronósticos y se ganó su inclusión en el equipo antillano para la lid continental en el trampolín, porque los dolores que le provocaban la lesión en el brazo derecho le impedían hacer los ejercicios de parada de manos en la plataforma, su santuario.
Desde los diez metros consiguió el sexto lugar junto a Anisley García en la prueba sincronizada del Mundial de Budapest en 2022 –antes del accidente–, así como el subtítulo en la plataforma individual de los Juegos Panamericanos Junior celebrados en Cali-Valle, Colombia, donde también ganó el oro en la prueba mixta. No obstante, ahora le tocaba alejarse un poco del cielo y acercarse más al agua…
Según le contó a la periodista Eyleen Ríos, montar los nuevos programas de saltos no fue tan difícil porque había dibujado todo en su cabeza. “Tuve el accidente, pero nunca me desconecté del deporte. Por lo menos mentalmente, siempre estuve bien”, dijo horas antes de volar a Santiago de Chile, donde ha vuelto a romper el hielo competitivo con un meritorio sexto lugar en la final del trampolín a un metro.
Cañabate fue cuarto en las preliminares, por detrás del estadounidense Lyle Yost, el dominicano Jonathan Ruvalcaba y el mexicano Osmar Olvera. Para la discusión de las medallas, Olvera y Ruvalcaba escalaron posiciones y se quedaron con el oro y la plata, respectivamente, mientras el colombiano Luis Felipe Uribe conseguía el bronce.
En una prueba de nivel, el norteño Yost no pudo repetir su rendimiento de la clasificatoria y fue cuarto, por delante del peruano Jesús Liranzo y de Cañabate, quien dijo sentirse feliz con el resultado, al igual que su entrenador Hugo Pérez de Corcho y la comisionada nacional, Milagros González.
“Lo hizo todo bien, no falló ningún salto. Que haya competido en su primera final panamericana nos emociona”, dijo Milagros a JIT, consciente de la importancia y el valor que tiene la reinserción de Cañabate en una competencia de rigor con un desempeño tan estable y sin presión.
Mientras el muchacho saltaba en Chile, en su casa del reparto La Caridad, en la capital camagüeyana, su familia vibraba. “Que el mundo sepa nuestra alegría”, decía su madre, Yurisán, quien sabe mejor que nadie lo angosto que ha sido el camino.
“¡Sobran motivos para estar feliz! Sexto lugar Panamericano. Se dice fácil, pero todos saben cuánto cuesta lograrlo y más después de todo lo sucedido. Eres un CAMPEÓN hijo mío!! Tienes la medalla de la vida y la del coraje!!!! Esto no termina aún, vamos por más!!”, comentó su madre en redes sociales.
Justo la familia ha sido uno de los mayores impulsos para Cañabate, aunque también la confianza, la seguridad y su espíritu de batalla le permitieron salir adelante. Después de competir este sábado, no escribió “agradecido conmigo” por obra de la casualidad. Esa no es una frase vacía. Si el joven está hoy en Santiago de Chile como miembro de la delegación cubana en los Juegos Panamericanos es gracias a su fortaleza mental y a su máxima de no rendirse.
Cañabate, convaleciente, nunca dejó de saltar, de soñar, y no va a dejar de hacerlo ahora: “Esta es una oportunidad que me dio la vida y no quería desaprovecharla. Pienso ir mejorando poco a poco, porque ahora empecé desde cero. El clavados es lo que me gusta, es todo. Estoy haciendo un esfuerzo, quiero ver si llego a las Olimpiadas de 2024.”
Un duro. Sin duda alguna.