Hace poco más de una semana, un abatido Amaury Blanco le confesó a su esposa, Yamilé Déniz, que no debió llevarse a escondidas a su niña de 2 años al estadio Victoria de Girón para ver un juego de pelota hace más de dos décadas. Blanco había contado esa anécdota toda la vida con orgullo; pero ahora, cuando recuerda aquel pasaje con su hija Melissa Blanco Déniz (Matanzas, 1997), lo invade una sensación de culpa hasta este momento desconocida.
“Ante tantos ataques humillantes e improperios contra mi hija, he llegado a arrepentirme de haberla llevado al estadio y de transmitirle esa pasión que siento por el béisbol. Ella pudo haber sido matemática, bailarina de danza o de ballet clásico, pero escogió el periodismo, y deportivo. Un día se me acercó y me dijo que quería narrar béisbol”, recuerda Amaury Blanco en un breve intercambio con OnCuba.
“Me paralicé cuando escuché aquello y pensé decirle que no, pero no quise obstruir sus sueños. Siempre supe que iba a pasar por muchos problemas, sobre todo de aceptación. Es un mundo de testosterona”, asegura el padre, cuyos peores presagios se han vuelto realidad el último mes, en el que una parte de la opinión pública ha castigado sin piedad a Melissa Blanco por su trabajo como narradora y comentarista de los partidos de la segunda Liga Élite del béisbol cubano.
Ataques, burlas, insultos y expresiones de machismo contra la periodista matancera han proliferado en redes sociales, un espacio en el que muchos aprovechan para desahogarse sin ningún tipo de respeto y atacar sin sentirse en el deber de moderar sus criterios.
“Son plataformas en las que cada cual pone y dice lo que siente y no pasa nada, se le ha dado la libertad a muchos que no consideran necesario respetar o al menos no herir a los demás”, dice Melissa Blanco en diálogo con OnCuba.
“Lo que ha sucedido es que a un grupo de personas simplemente no les gusta lo que hago ni cómo lo hago, y creo que es normal. Todos somos libres de emitir nuestros criterios, el problema es que se están perdiendo las formas, se están perdiendo los valores y no se tiene en cuenta que esas palabras, a veces muy crudas, llegan exactamente a quien estás insultando.
“En sentido general, a muchas personas no les importa o no son conscientes de a quién pueden herir, a quién pueden afectar con sus criterios. Lo peor es que esto casi nunca sucede a la inversa: son pocos los que se manifiestan cuando les gusta algo, pero sí son muchos los que sienten necesidad de expresar lo que no les gusta y al momento lo convierten en burla o en chiste. La parte dolorosa es que lo hacen hiriendo”, explica Blanco, quien había hecho sepulcral silencio ante la avalancha que le vino encima y se había dedicado solo a trabajar y superarse en su experiencia como narradora.
Pero callar, en realidad, no es una opción para la periodista de 25 años, que lleva prácticamente una vida cerca de los diamantes. Su pasión por el béisbol nació junto a su padre, quien le permitió descubrir los encantos y los enredos del deporte nacional, aunque también tuvo mucha influencia de su bisabuelo Argelio Pérez, mentor de la Liga Azucarera con el central Tinguaro, de Perico.
De estas historias, de sus inicios, su formación, sus miedos y certezas, de los obstáculos que ha enfrentado en el ejercicio de la profesión, de las personas que más la han ayudado, de su pasión y su afán de superación, Melissa Blanco conversa con OnCuba en un diálogo distendido.
¿Quién fue tu máxima inspiración para apostar por el periodismo deportivo y la narración?
Desde pequeña me gustaron los deportes, sobre todo la pelota. Ya sabes, con 2 años mi papá me llevó al estadio por primera vez y me quedé atenta a todo el partido. Después era yo quien le pedía que me llevara; me encantaba estar ahí; me gustaba todo lo que estuviera vinculado al béisbol. Me gustaba ver volar la pelota, cómo corrían, cómo bateaban…, todo me llamaba muchísimo la atención.
Además, los días que no podía ir al estadio y me cuidaban mis abuelos mientras mis padres trabajaban, mi abuela tenía puesta la radio y ahí escuchaba el programa deportivo de Radio 26 y las narraciones de la pelota. Creo que así se fue colando el bichito.
¿Cuáles han sido tus referentes en la profesión y exactamente qué te atrapó de cada uno?
Mis referentes eran Pancho Soriano, Dairon Medina, Guillermo Rodríguez, Alejandro Castellanos. En la televisión crecí con la generación de Rodolfo García y Modesto Agüero, aunque también de pequeña escuché algún partido narrado por Héctor Rodríguez.
Pero en la realidad mis máximos referentes vienen de la radio. Fue por ahí por donde me encaminé. No sabría decirte qué es lo más me gustaba de cada uno de esos narradores; en sentido general, disfrutaba escuchar los juegos. Me llamaba mucho la atención, y en aquel momento ni siquiera pensaba que llegaría a ser narradora y comentarista deportiva.
¿Por qué el rol de narradora? ¿Estabas consciente de lo que implicaba?
Estaba consciente de lo que implicaba, aunque quizá no a la medida de lo que ha ocurrido. Yo comencé en la narración cuando estaba en la universidad. Empecé a acercarme, a aprender; me acerqué a la cabina. Pasé años sentada ahí anotando, escuchando y viendo juegos, preparándome, hasta que pude narrar a través de la radio. En esos primeros momentos me faltaban un millón de cosas por aprender. En tres temporadas fui mejorando, avanzando, poco a poco me iba saliendo con más calidad.
Sabía que a la gente le iba a costar trabajo adaptarse a la voz de una mujer, pero tanto los oyentes de Matanzas como los de otras provincias me mandaron muchos mensajes diciéndome que les gustaba lo que hacía, que me apoyaban.
¿El simple hecho de escuchar a una mujer en la narración de béisbol podría estar provocando rechazo en la audiencia?
No es solo el hecho que sea mujer. Mi ritmo no es igual al de un hombre, mi tono de voz tampoco es igual. Jamás me voy a comparar con Bobby Salamanca, con Eddy Martin, con Héctor Rodríguez o cualquiera de los grandes que sentaron las bases de lo que es la narración deportiva en Cuba. Llegar a ese nivel es el sueño de cualquiera que esté en la profesión.
Pero no creo que sea solo el hecho de ser mujer. En realidad, me falta adaptarme a la televisión, vengo de la radio, donde todo se describe, donde das muchos matices con tu voz, que es lo único que cuenta, donde la jugada es tuya. Un simple rolling al campo corto puedes decirlo como si fuera la jugada del año sin mentirle al oyente, sin exagerar nada, pero con matices que pueden levantar a cualquiera del asiento.
A mí me ha costado asimilar que tengo que narrar para la televisión con más calma, poniendo mayor énfasis en algunas jugadas. Creo que eso ha chocado. Al principio, en los primeros partidos que narré, sentí que hablaba mucho. Las personas más allegadas me lo decían, que no hablara tanto; que era la televisión, no la radio. Después de eso, quizá he hablado muy poco. Me ha costado coger la mecánica de la narración en televisión y creo que eso ha sido lo que más rechazo ha provocado, que sientan que estoy adaptándome a narrar para la televisión en esta Liga Élite.
Han pasado decenas de narradores por las transmisiones del béisbol en Cuba y de alguna manera todos han cometido errores, por pequeños que sean. Sin embargo, no recuerdo una campaña tan hostil como ha sucedido contigo. ¿Discriminación de género?
No me gusta escudarme detrás del hecho de ser mujer. Nunca, aunque pueda tener vinculación o no, voy a decir que las críticas tienen que ver con discriminación de género. Yo sabía, estaba consciente, de que es un mundo desde sus inicios manejado por hombres, que muy pocas mujeres lo han intentado o han llegado. Cuando comencé, no pensé en seguir adelante por un capricho; al contrario, dije que quería ser narradora igual que si una niña dice que quiere ser albañil o mecánica.
Para explicarlo mejor, no fue un desafío o una afrenta ante nadie. Jamás pensé: “Si todos son hombres, pues yo soy mujer y lo voy a hacer”. No, nunca fue así. Por eso no me gusta hablar de discriminación de género.
Como mujer, ¿cuáles han sido los obstáculos o prejuicios a los que te has enfrentado desde el inicio de tu carrera?
Me formé en Matanzas y no tuve muchos obstáculos, la verdad, nada que me frenara. El único prejuicio al que me enfrenté fue cuando todavía me sentaba en las gradas y le dije a mi papá que quería ser narradora. Él se lo comentó a otra persona que conocía y la reacción de ese compañero fue algo así como: “Hazme el favor, anda. La mujer es para arreglar uñas, para hacer cosas en el pelo, en la casa. ¿Cómo que narrar pelota? ¿Quién ha visto a una mujer narrando pelota?”. En la universidad tuve un compañero de estudios que pensaba parecido.
Pero fuera de eso, nada. En mis inicios en la radio no me enfrenté a ningún obstáculo; al contrario, todo fue apoyo, ayuda, de esas mismas personas que eran mis referentes. Fueron los primeros en tenderme la mano, en prepararme. Hasta que no sintieron que estaba lista para asumir los micrófonos de una radio provincial, no me dieron el chance. De ellos aprendí lo que sé.
En medio de lo que has vivido en los últimos días, ¿cuál ha sido el mejor consejo que te han dado?
Lo que más agradezco es el apoyo y el acercamiento de personas conocedoras del béisbol y de la narración deportiva. Un ejemplo es Normando Hernández, quien por muchos años transmitió la pelota en Villa Clara. Me ha hablado de infinidad de cosas sobre cómo manejar la narración a través de la televisión.
Pero de todos los consejos me quedo con el de un familiar: “Mientras existan personas a las que les guste lo que tú hagas, que te apoyen, y mientras tú sientas que estás haciendo lo que te gusta, no te puedes rendir”. Con eso me quedo. Tengo que mejorar muchísimo; pero estoy comenzando, debo seguir adelante y no rendirme.
¿Cómo has manejado la crítica y los ataques? ¿Crees que puedas sacar enseñanzas positivas de ambas cosas?
Precisamente, sacando lo positivo es como he logrado manejar estas situaciones. Soy la mezcla de una persona fuerte y decidida con otra muy sensible. En estos días he llorado mucho, no voy a mentir, porque duele, porque soy un ser humano, porque aunque soy una figura pública y en teoría debo asumir todo lo que venga, nadie nace preparado para que lo ofendan ni le caigan en pandilla.
Ha sido difícil acostumbrarme al hecho de que estoy en el ojo público. He decidido no entrar más a Facebook. Los más allegados son los que a veces me dicen lo que escriben sobre mí. Ya sé en lo que debo mejorar, qué es lo que no está gustando, y sobre eso me mantengo trabajando para crecer y superarme. Pero llegué al punto de que no puedo seguir sufriendo: no puedes permitir que nada te destruya; menos aún si estás decidida a hacer lo que te gusta, como es mi caso.
Lo que toca es tomar lo necesario de todos los criterios, mejorar, avanzar, estudiar, prepararse y seguir adelante; pero alejada de las redes. Debo agradecer a todos los que han alzado su voz contra esas críticas hirientes y a todos les pido perdón por no reaccionar o no responder mensajes. Repito, simplemente no entro a Facebook y creo que en mucho tiempo no voy a entrar.
Por otra parte, una de las cosas buenas es que la gente está viendo la Liga Elite, y eso era algo que se quería. El hecho de que tantas personas hagan críticas significa que hay una mayor audiencia. En la primera Liga Élite del año pasado yo también narré, con Rodolfo García, y no me llegó ni por asomo la misma cantidad de comentarios. Así que hay muchas personas viendo el torneo y disfrutando de la pelota cubana.
¿Por qué ha sido diferente la aceptación de tu trabajo en la radio provincial y la televisión nacional? ¿Sientes que quemaste etapas en ese sentido?
Ha sido diferente porque desde mis inicios me preparé para la radio, y mi mecánica de narración, mi mecánica de descripción, la creé para la radio. Precisamente, llegué a la televisión porque a mis profesores del curso de narradores y comentaristas, a mis compañeros de trabajo y a los directivos de Tele Rebelde les gustó lo que yo hacía en la radio. Pero adaptarme a la televisión ha sido complicado, y quizá no he tenido, como tuve en Matanzas, quien me guiara, quien me dijera: “Mira, aquí las cosas se hacen así”.
Para algunos puede sonar como una excusa o una justificación; pero no lo es. Toda persona necesita de una guía, toda persona necesita de un maestro, un referente, y por mucho que siga la televisión y busque en YouTube juegos narrados por Eddy, por Bobby, por Héctor…, no es lo mismo que alguien te escuche a ti y te rectifique a ti y te aconseje, “no digas esto, no hagas aquello”. Eso no lo he tenido hasta el día de hoy, y creo que ha sido lo que más me ha golpeado.
El tránsito de la emisora provincial a la televisión nacional ha sido precipitado en el sentido de que casi no había chocado antes con transmisiones de televisión, en cuanto a béisbol. En nuestro país se narra la pelota a través de las emisoras provinciales y nacionales y de Tele Rebelde. La única TV provincial que narra de vez en cuando la Serie Nacional o la Liga Élite es el Canal Habana. No existe otra televisora, al menos a mi alcance, en la que se narre béisbol en Cuba. O sea, la radio tiene un rol mucho más protagónico, más abarcador.
Lo que yo hacía en la radio gustaba, era otra dinámica y es por ello que me invitan a la televisión. El problema es que muchas personas consideran que una transmisión nacional no es el espacio para aprender. Estoy de acuerdo. Se supone que cuando uno llegue a la TV nacional ya esté pulido completamente y no ha sido el caso. ¿Pero voy a decir que no por no estar preparada? Si no lo hago, ¿cuándo me preparo? Si no digo que sí, ¿en qué medio aprendo? Si no acepto el reto, ¿cómo sé qué hago mal?
Este es el momento de mejorar, de cambiar, de superarme, y si es la única oportunidad que tengo y me la están brindando, claro que voy a aceptarla. La acepté ahora, y a pesar de las críticas la seguiré aceptando. Espero mejorar muy muy rápido, mucho, porque si me siguen dando la oportunidad por supuesto que lo voy a hacer. Es el único lugar que tengo para hacerlo, es mi trabajo actual, y quiero, deseo muchísimo, ser mejor cada día, ser mejor con cada narración.
La televisión es un entorno competitivo y complejo por naturaleza. ¿Cómo has vivido estos primeros tiempos en medios nacionales?
Cuando llegas a la televisión nacional sabes que te expones al criterio de todo un país que te está viendo. Hasta antes de las transmisiones de la Liga Élite, mi paso por este medio no había sido tan brusco o abrupto porque los otros espacios que he hecho o que hago no han suscitado tanta crítica ni nada que se le parezca. Así que, aunque sí son espacios competitivos y complejos, no había sentido ese cambio tan radical respecto a la radio.
Allí me sentía bien, era aceptada, y en la TV, desde que comencé que hace casi un año, también me sentía bien e igualmente era aceptada. Algunas personas se me acercan para decirme que no les gusta lo que hago o que puedo mejorar, pero nada como lo que he vivido ahora con las transmisiones de la pelota.
De cualquier manera, si voy a hacer un balance de estos primeros tiempos en TV nacional, diría que han sido muy buenos realmente y un hecho o un momento no van a empañar el resto de las cosas que he vivido. Tampoco creo que lo amerite. Esto es simplemente un momento fuerte, uno más, que puede tener cualquier ser humano, y de estos choques, de estos impactos solamente pueden salir cosas buenas. Así que a prepararse y ya.
¿Cómo planeas seguir creciendo como profesional de la narración deportiva?
Trabajando más el ritmo, la emotividad, modular la voz. Más allá de la voz que pueda tener una, de la potencia, lo que importante es llegar. Por ejemplo, Bobby Salamanca no tenía un vozarrón, pero caló; era espectacular. Y lo logró sobre todo por su creatividad, por la dinámica con que narraba, por la pasión que le ponía y, obviamente, por sus conocimientos.
Cometer algún que otro error es normal en esta profesión porque somos seres humanos, no máquinas. Debo saber qué intensidad darle a los momentos que van ocurriendo al interior del juego. Cómo reflejar exactamente algo, con qué tono, con qué dinámica. Además, debo seguir estudiando, repasando las reglas, que son muchas y algunas muy difíciles. Y seguir desayunando, almorzando y comiendo béisbol y narración deportiva.
Son muchas cosas por cambiar, muchas cosas por mejorar; pero el amor a la profesión y esos mensajes de apoyo son un impulso. Mientras exista alguien que me diga que le gusta lo que yo hago, pues por esa persona y por mí voy a seguir mejorando.
Muy buena y oportuna la entrevista.
Melissa que no se amilane, “a palabras necias oidos sordos” dice el refran. Para mi lo está haciendo bien, aunque todo es perfectible.
Creo que lo hace mejor que algunos que solo dedican la trasmisión para criticar a los mánagers. Las opiniones y criticas más fuertes y humillantes vienen de machistas y envidiosos sin un ápice de educación ni ética. No hay que darles crédito.
Siempre va a haber detractores,no importa la excelencia de logra con el tiempo, lo que no puede suceder es que te rindas.
Una cosa es ser periodista deportivo y otra cosa es ser narrador. No me gusta su narracion, es muy plana y no convence el timbre de su voz, como mismo me puede pasar con un narrador hombre y eso no tiene que ver con machismo.
Saludos, la imbecilidad y los trastornos mentales se han hecho dueños de ” algunas personas” en Cuba. La falta de respeto no conoce fronteras y no sé quiere aceptar el desarrollo de las mujeres en Cuba.