Yusneylis Guzmán, la primera medallista olímpica en la historia de la lucha femenina cubana, agarra una toalla y sube al tapiz para “refrescar” a Milaymis de la Caridad Marín, la futura segunda medallista olímpica de la lucha femenina cubana. Es 11 de agosto de 2024 y estamos escribiendo una oración que no tenía la más mínima lógica hace solo unos años.
Cuba es un país de lucha, cierto, y nadie lo sabe mejor que las mujeres, pero por culpa de prejuicios, miedos e ideas insensatas, ellas demoraron una eternidad en entrar a un deporte extendido en medio mundo. Al principio, recuerdo vagamente, se cubrieron las plazas de los equipos a distintos niveles con algunas exponentes de otras modalidades, que hacían la transición a la nueva especialidad.
Todas estaban “verdes” y era difícil pensar en un futuro exitoso, pero poco a poco comenzaron a darse pasos sólidos en la formación de luchadoras de pies a cabeza. Así surgieron los nombres de Liset Echevarría, Yaritza Abel, Sheila Espinosa, Yagnelis Mestre, Yamilca del Valle, Katerina Vidiaux, Yakelin Estornell o Yusneylis Guzmán, las primeras estrellas de la lucha femenina cubana y también pioneras en cuanto a triunfos internacionales.
Podios y cetros en Juegos Centroamericanos y del Caribe o en citas panamericanas marcaron la ruta del éxito para una disciplina que no ha dejado de crecer en los últimos años. La guinda del pastel ha llegado en París 2024, el gran reto bajo los cinco aros, donde una experimentada como Guzmán y la joven Milaymis Marín han escrito una página inédita al convertirse en las primeras medallistas olímpicas de esta especialidad en la isla.
La historia de Yusneylis la conocemos. Estaba mentalizada en pelear por un bronce, por inscribir finalmente la lucha femenina en el medallero olímpico cubano, pero irregularidades en el pesaje de la india Vinesh Phogat la allanaron el camino al podio y terminó con un metal plateado. Ese resultado ya sabía a gloria, pero las gladiadoras antillanas no habían dicho la última palabra en París.
Milaymis de la Caridad Marín, la mayor promesa de la lucha femenina en la isla, se subió a los colchones de Champ de Mars Arena y sus presentaciones fueron un derroche de pura energía. La habanera, con un talento desbordante, arrolló a la búlgara Yuliana Yaneva en su estreno y después perdió contra la estadounidense Kennedy Blades, no sin antes exigirle y sacarle un susto en el epílogo del combate.
La derrota la envió al banquillo del repechaje, instancia que saldó sin pelear contra la rumana Cătălina Axente, quien no se presentó por lesión. Ese éxito fue una buena señal para Milaymis, porque precisamente Axente era la rival que había superado en septiembre de 2023 para obtener la clasificación a los Juegos Olímpicos.
Faltaba entonces un último examen, nada menos que contra la líder del ranking mundial, la kirguisa Aiperi Medet Kyzy, y la cubana lo superó con matrícula de honor. Marín no dio margen a dudas: atacó temprano y logró dejar fuera de balance a su contraria en tres ocasiones para marcar 6 puntos que se convirtieron en un abismo. A la par, se defendió con inteligencia, sin correr riesgos innecesarios.
Sobre el final de la pelea, Aiperi hizo un último intento desesperado por marcarle a la antillana, que terminó en el suelo, mirando cómo se escapaban los segundos del reloj y se abría la puerta que le daba acceso al podio olímpico.
“Perdí en cuartos de final y quedé inconforme, pero a partir de ahí todo fue borrón y cuenta nueva y salí a luchar mi bronce, que es casi tan difícil como el oro, porque sabes que si pierdes en el repechaje te quedas sin nada”, dijo Marín exultante frente a los medios de prensa acreditados en París.
La exponente de los 76 kilogramos, que el año pasado se perdió algún tiempo de actividad por un desgarro en uno de sus ojos, estuvo todo el tiempo acompañada desde la zona técnica por Yusneylis Guzmán y por su entrenador Filiberto Delgado, quien pasará a la historia como el estratega que puso a dos luchadoras de la isla en el podio olímpico.
“Sentía sus voces al lado mío. Independientemente del ruido de la grada, solo los escuchaba a ellos dos”, aseguró emocionada Marín.
“Estoy muy feliz. No aterrizo. No tengo certeza de lo que he logrado”, añadió la habanera, quien concluyó su aventura en París dando volteretas y con una frase contundente: “Me siento empoderada, como un ejemplo para las mujeres cubanas. Todas somos unas guerreras”.
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