Aunque en sus últimas series nacionales con Industriales era una carta segura de triunfo si la ofensiva respondía, a Odrisamer Despaigne nunca le fue otorgada, ni por afición ni expertos, la posibilidad de ocupar un puesto en el top three o el top five de los lanzadores de la pelota cubana.
El hecho de que su brazo sea fuerte por rebasar las 90 millas pero sin mucho ruido, caminar por salida un promedio de más de seis entradas, estar entre los líderes en estrucados, y poseer una cara dura y seria, al más puro estilo de barrio, además de un carácter fuerte que parece no inmutarse ante ningún bateador, no es motivo suficiente para integrar muchas selecciones cubanas ni estar entre los abridores de gala en las escasas ocasiones que logró hacer el grado.
Durante todo el III Clásico Mundial, lo que los más entusiasmados industrialistas pensaron podría ser su oportunidad de brillar más allá del torneo doméstico, Víctor no le dio la posibilidad de subir al montículo ni siquiera para liquidar un tercio de inning, tal vez por lo maltratado que fue por los bateadores asiáticos en los topes de preparación previos al gran evento. El desaire no presagiaba conformidad con su carrera, pero sí un gran cambio.
Camino a participar en el XIV Torneo Interpuertos de Rotterdam, Holanda, Despaigne decidió dejar la selección cubana en París para reunirse con su padre y su hermano en España, nación en la que fijaría residencia para poder optar por un contrato con algún equipo de la MLB. Atrás quedarían sus ocho campañas con Industriales en series nacionales, en las que archivó 61 victorias con 43 reveses, 684 ponches, y una efectividad de 3,55 carreras limpias por juego.
Travesía complicada
Tras un breve tiempo con sus familiares en Europa, Odrimaser se estableció en México, un ambiente más beisbolero y cercano al circuito donde todo pelotero desearía jugar. Allí realizó varias sesiones para ojeadores, pero las buenas ofertas no llegaron.
Vio como Aledmys Díaz lograba un contrato jugoso con los Cardinales de San Luis y se unía al cúmulo de peloteros cubanos que hoy militan con buenos resultados en franquicias de la Gran Carpa, mientras él pasaba desapercibido.
Según declaró en una reciente entrevista a ESPNDeportes.com, estuvo casi un año sin jugar, lo que representó para él todo un calvario pues se define a sí mismo como un lanzador al que le gusta “lanzar verdaderamente”. Confesó que aún no se explica qué pasó en los entrenamientos con los equipos como para que los scouts no lo vieran bien, pero por suerte para su carrera y sus seguidores, la etapa de incertidumbre terminó el pasado 2 de mayo, cuando los Padres de San Diego le ofrecieron firmar un contrato de ligas menores por un millón de dólares, oportunidad que no dejó escapar.
El monto del acuerdo, muy inferior al de algunos de sus coterráneos que han firmado con anterioridad, el hecho de que fuera para las menores, y los poco halagüeños resultados en sus siete aperturas a esa instancia, donde acumuló un abultado promedio de 6,03 carreras limpias por juego, fueron elementos que hicieron pensar a muchos, entre los que me incluyo, que Odrisamer erró el tiro al creerse que podía jugar en las Mayores.
Sin embargo, su suerte no tardaría en cambiar. Ante la lesión de Andrew Cashner, Bud Black, mentor de los Padres, confió en el cubano y lo llamó de la sucursal Triple A para que enfrentara a los Gigantes de San Francisco, posiblemente sin grandes expectativas. Pero su actuación sorprendió a todos. En siete entradas completas permitió sólo cuatro hits y no dio boletos para agenciarse su primera sonrisa como ligamayorista, respaldado por la buena ofensiva de sus compañeros de equipo.
Lo que nadie esperaba quedó justificado en la capacidad de Odrisamer para mantener a sus rivales en desequilibrio durante todo el juego, a base de cambios en el ángulo de su brazo y de mezclar bolas curvas y lentas con lanzamientos más veloces. Casualidad, diríamos muchos. Verdad que en la pelota todo es posible; una sentencia perfecta para encubrir nuestra incredulidad. Pero más allá de la confianza o no en el talento del diestro habanero, sus restantes actuaciones hasta el momento ilusionan y hacen creer que está capacitado para junto a los Abreu, Puig, Céspedes, Chapman y Ramírez, defender el buen momento de los cubanos en la Gran Carpa.
A punto de hacer historia
La más reciente de las cinco salidas de Despaigne en Grandes Ligas, la del pasado domingo, fue más sensacional aún. Estuvo cerca de tallar su nombre en la historia del conjunto que representa al quedar a sólo cuatro outs del primer no hit no run para un lanzador de San Diego, que en sus 46 años es la única franquicia activa dentro de las Grandes Ligas que no archiva un juego sin hit ni carrera.
Aunque el segunda base de los Mets de New York, Daniel Murphy, evitó la hazaña con un doble entre el jardín izquierdo y el central cuando ya había dos outs en la octava entrada, la actuación de Odrisamer fue vital para el triunfo de los Padres con pizarra de dos anotaciones por una de los de la Gran Manzana. Abandonó el montículo, sin decisión en el partido, tras siete entradas y dos tercios en los que toleró par de indiscutibles, una anotación, regaló tres boletos y propinó cinco ponches.
Las imágenes de su labor disponibles en la web me hicieron recordar el también casi no hit no run que por poco le diera a Pinar del Río en la Serie Nacional número 51, pero que el también camarero David Castillo le estropeara faltando sólo tres outs con doble al central. En ese entonces, Odrisamer perdió los papeles y el control de la situación y tras el hit impulsor del receptor Lorenzo Quintana, fue a esperar cerca del home a que Castillo anotara para tener un encontronazo que provocó la expulsión de ambos y pudo haber terminado mal, por la sencilla razón de que el pinareño le estropeó el juego al cumplir su rol de bateador.
Por suerte, esta actitud “vengativa” no se vio el pasado domingo en el Petco Park frente a la afrenta de Murphy. El otrora lanzador de Industriales se ve muy enfocado en su propósito, que no es otro que triunfar en el mejor béisbol del mundo, algo que va consiguiendo desde su debut el pasado 23 de junio con números de estrella: cinco carreras permitidas en 34,1 entradas lanzadas, para un promedio de carreras limpias de 1,31, y balance de dos victorias con un revés; números que le valen para estar momentáneamente como el sexto mejor lanzador en la Liga Nacional.
No obstante, a pesar de las buenas actuaciones cinco salidas no son suficientes para ubicar a Odrisamer Despaigne en el top de la Gran Carpa y aún tiene mucho trecho por recorrer. Mientras tanto esperemos que nos siga dejando disfrutar, tanto a los que dudábamos o dudan como a los que no, del dulce sabor de lo impredecible.
Nunca estuvo en el top 3 o top five porque nunca se lo ganó señores. Honor a quien lo merece. Era muy buen pitcher, pero hubo y hay mejores que él.
Difiero de tu comentario,es un picher consistente,bueno,pero le pasa como a rigondeaux,no es espectacular, le falta Show. No alza el pie como el Duke,ni es especulador, como Puig,ni tira el guantazo como Méndez. Pero puede estar a la altura de cualquiera si entrena bien.
Muy buen comentario en mi modesta opinión. Yo estaba viendo el juego por televisión y el tubey de Daniel Murphy me dolió como una patada en el estómago. Y aclaro que no soy Industrialista. Es verdad que ya en el octavo la bola se le quedaba alta y estuvo por debajo en el conteo con los dos primeros bateadores a los que sacó out. Pero incluso después del tubey, las cámaras pusieron la conversación por señas entre Bud Black desde el banco y Odrisamer en el box. Odrisamer le pidió que lo dejara. El manager lo dejó y le empataron el juego. Pero se ve que hay una química de confianza entre ellos. Y también se ve que Odrisamer tiene estirpe de grandes, tiene mucha madurez y calma ante situaciones difíciles, lo que en argot pelotero se denomina “guapo”. Así que antes de concluir pidiendo honor a quien lo merece, yo como Ud. pienso que hay que esperar por lo que parece ser otro brillante desempeño de un pelotero cubano en la MLB.