La judoka Dayaris Mestre ya estaba a punto de ganar su combate por dos “shidos”, y pum, la kazaja Galbadrakh la arrolla por ippon. La ilusión era mucha después de haber vencido a la campeona olímpica brasileña. La medalla, a bolina. Así empezó la actuación cubana en Río.
Le quedaban segundos al luchador de libre Javier Cortina para batir al estadounidense Kyle Snyder y en un santiamén, pum, el norteño lo desbanca por superioridad. Otra medalla a bolina. Así terminó la actuación cubana en Río.
¿Cuántas escenas como éstas ocurrieron?
Las comparecencias previas, los artículos de fondo (o medio fondo), no advertían de problemas en la preparación; los entrenadores, en declaraciones públicas, daban por cumplido los planes de fogueo. Para los médicos y los psicólogos, todas las medidas habían sido aplicadas.
Demasiadas preguntas habrá que hacerse después de Río, más allá de cirugías a medalleros donde Cuba conquistó cinco preseas de oro, dos de plata y cuatro bronce: 11 en total, para un sitio 18.
No es un fracaso la reciente faena olímpica; tampoco un retroceso pero da la sensación de un estancamiento.
Por supuesto, que se escucharán –ya se escuchan– disertaciones como cuando Toronto y los Panamericanos.
Habrá que comparar compromisos con realidades: es lógico.
Es hora de hablar más de “economía y deporte”. Debería ser éste un sector de cobertura de la misma manera que se difunde el béisbol, el fútbol, el boxeo…
¿Cuánto vale realmente una medalla?
Con las mismas ordenanzas de la nueva Ley de inversión extranjera, podrían encauzarse vías de patrocinios con empresas foráneas y nacionales a deportes en los municipios, en las provincias, en campeonatos nacionales.
Con una regla de oro: transparencia y control.
La prensa debe eludir reflexiones recurrentes como las que sigo leyendo en este instante sobre el atletismo en Río “¿Qué pasó? Es lo que tendrán que definir las autoridades y técnicos de este emocionante deporte”…Entonces, ¿el periodismo es un simple espectador?
La última vez que se hizo una importante búsqueda por “cazatalentos” en el atletismo a nivel nacional fue en 1985; luego se interrumpió por carencia de recursos (o voluntades).
Cuba es un país sobresaliente en el número de graduados de profesores de educación física por habitante. Pero ¿qué por ciento de esa ellos realmente continúan ejerciendo? ¿Cuántos han emigrado hacia el exterior, o hacia otros empleos como cuentapropistas, maleteros en hoteles, choferes de taxis de turismo o “almendrones”? ¿Cuán atractiva son las clases que se imparten?
¿Cuál es la realidad al regreso de los miles que han tenido la oportunidad de viajar a Venezuela y otros países como colaboradores deportivos? ¿Cuántos han dejado el sistema deportivo después de mejorar materialmente tras su viaje al exterior? ¿Pocos, muchos? ¿Se mantiene la misma dedicación antes de clasificar en la “lista” que después al regreso? ¿No harán falta ahora los “Barrios Adentro” en Cuba?
Estas y otras interrogantes aparecen en el panorama “post Río”.
La anticipación, el advertir en la medida de lo posible, es parte ineludible del libreto de los informadores, antes de subirnos a la rutina de la caravana de las reflexiones y las críticas a posteriori.
¿Cuál ha sido el cauce del proceso de contrataciones en las diversas proyecciones diseñadas?
¿Cómo ha repercutido la reforma migratoria en el deporte?
¿Qué influencias ambos procesos pudieran tener en el nuevo ciclo olímpico?
Nunca como en Río se apreció la presencia de atletas cubanos emigrados –con diversos matices– en delegaciones de otros países, varios con una edad avanzada respecto al promedio habitual en Cuba, y ninguno de los finalistas o medallistas estaban beneficiados con la Ley de Ajuste de los Estados Unidos. El más destacado, de origen cubano, en la delegación de las barras y las estrellas era el gimnasta Danell Leyva, medalla de plata, que se formó como deportista en un gimnasio en Miami.
Es también obligatorio una mirada a los técnicos cubanos con otros países y el desafío que ello implica
Y mientras se vuelve a hablar de “eficiencia” pienso en Montreal, en los juegos que por estos días cumplieron 40 años, donde con todo y saber que el deporte es otro, y la época, otra, hay realidades que no pueden diluirse en los dilemas de “propósitos” y “pronósticos”.
Allí se terminó en octavo lugar con seis medallas de oro, cuatro de plata y tres de bronce, frente al mejor equipo que jamás Estados Unidos haya presentado en el boxeo, con el “doblón” de Juantorena, los dos relevos del atletismo en finales a pesar de un Silvio Leonard accidentado en su tobillo, un Casañas plata en los 110 con vallas, un plantel de voleibol de hombres con la única medalla (bronce) hasta hoy, el de polo acuático en un séptimo lugar con derrotas apretadas ante los grandes (que, por cierto, a pesar de ser una Isla, en Río del agua no sacamos ni un caracol);el mismo lugar logró el baloncesto tras su histórica medalla de bronce cuatro años atrás, el fútbol con un honroso papel en su empate a cero con el campeón olímpico Polonia, y en judo… Bueno, en judo fueron dos competidores, y se conquistó una de oro, la de Héctor Rodríguez. Vaya rentabilidad…
Ocho años atrás, en Tokio-64, con sólo tres competidores, se consiguió una medalla de plata, la de Enrique Figuerola, en los 100 lisos (ahora, también una sola, de bronce, con la discóbola Denia Caballero), Miguelina Cobián quedó quinta en la final del hectómetro –primera cubana finalista en la historia olímpica– y Lázaro Betancourt llegó a semifinales en los 110 con vallas.
Otras comparaciones con otros Juegos podrían describirse pero hablaba de Montreal por la experiencia personal y la efemérides “cerrada”.
Considerando la situación del país parece ineludible un cambio relevante en la organización y en los medios del deporte para llegar por este camino a una Actualización del Modelo Deportivo Cubano. Reformas, en otras palabras.
Y que el periodismo del deporte no sobreviva a base de “comunicados” mientras algunos “filósofos” de moda deberían darse un baño de humildad.
Un amigo de uno de los países latinoamericanos que se han quedado sin medalla escribe: “Los Juegos de Río han dejado en evidencia, una vez más, el pecado profundo del deporte de nuestro país que es el de no acompañar debidamente el talento y la capacidad de sacrificio de nuestros atletas. Mientras que la gente con poder de decisión en este país siga impúdica con respecto al deporte nuestro futuro, el sueño de mucha gente, seguirá comprometido…”
La visión cubana es otra. La situación de las instalaciones, las condiciones de vida de los atletas, los medios con que se cuentan, el nivel de los entrenadores…serán puntos donde necesariamente habrá que fijarse en este nuevo y vital capítulo de reflexiones al iniciarse un nuevo ciclo olímpico con hoja de ruta en Japón un país capaz de fortalecerse en cada una de las disciplinas competitivas, con recursos y extrema disciplina.
¿Sería algún sacrilegio que, por solidaridad, Cuba pueda nacionalizar algún kenyano, o etíope, o de esa altiplanicie africana? Alguno quizá tendría hermano, primo u otro pariente que haya estado o esté en la escuela de medicina o deportes de La Habana. Kenyanos era lo que sobraba en la pista y el campo del Estadio Olímpico o por las avenidas cariocas, con camisetas de otras naciones.
Terminó “el culebrón” de Río mientras se sigue estudiando la luz verde a las boxeadoras, y aparecen de nuevo el golf, el rugby, y otros cinco nuevos deportes en el programa nipón… Apago la “telenovela” carioca del músculo y la mente con taquicardia mientras espero que el cobrador de la electricidad toque a la puerta.