Ni tú, ni yo, ni nadie golpea tan fuerte como la vida. Pero lo importante no son los golpes que das.
Si no lo que eres capaz de soportar sin bajar los brazos.
Cuanto eres capaz de resistir, sin tirar la toalla. Así es como se gana.
Rocky IV
A Roger Federer lo dejaron abandonado en la nieve, como al trampero Hugh Glass en “El Renacido”. Dijeron que estaba acabado, que nunca más sería el mejor. El tiempo, la espalda, Nadal y Djokovic, o quizás la motivación fueron un oso grizzli gigantesco, que lo hirió de muerte y lo dejó penando durante 4 años sin ganar un solo Grand Slam.
Dijeron que estaba viejo, que su revés no servía y que no podía competir con otros más jóvenes, fuertes y atléticos. Quedó solo y perdido, entrando rápidamente en sus treinta años, una edad dónde la inmensa mayoría de los tenistas comienzan su declive.
Pero cuando Roger derrotó a Marin Čilić en el Abierto de Australia y ganó su 20 Grand Slam, era Glass que volvía de la tumba, confirmando que el grizzli (el tiempo enmascarado como animal) solo lo hizo más fuerte. Era el trampero recuperado de sus heridas y convertido en mito, porque Rod Laver–dicen que el mejor tenista de la historia–lo miraba levantar el título, en el estadio con su nombre.
El comienzo
Más de 800 puestos hacia atrás del que tiene ahora, el 22 de septiembre de 1997, entró un tenista suizo al registro de la ATP. Tenía 16 años por entonces y era un niño, como ahora, con cara de bonachón y tenía el pelo pintado de rubio. De joven, “era un loco total. No había forma de que no tirara la raqueta contra el suelo cuando le salían mal las cosas”, dijo el gurú del entrenamiento en el tenis, Paul Dorochenko.
El camino hasta la cima comenzó, entonces, en la posición 803. Habría de pasar dos años para entrar en el top 100; casi cinco para ubicarse en el top ten y solo seis para su primer Grand Slam, en la mítica yerba de Wimbledon.
Aquel día Roger jugaba la final contra el australiano Mark Philippoussis, sobre el césped maltrecho del Centre Court. Un saque abrasivo del helvético, Philippoussis lo devolvió contra la red y el partido terminó 7-6(5), 6-2, 7-6(3). Tenía casi 22 años y así empezó su idilio con Wimbledon, que ganó, consecutivamente, hasta 2007.
Además de un talento muy precoz y sus arranques de locura, tenía una confianza absoluta en sus capacidades, una sensación de que su albur lo destinaba a la gloria.
“Teníamos que llenar un formulario indicando nuestros objetivos. Todo el mundo puso que su sueño era entrar en los 100 mejores del mundo, pero Roger era el único que anotó que quería ser top-10 y llegar al número 1. Todos vimos que sólo él comprendía que estaba dando pasos más grandes y que pensaba en grande”, recuerda Yves Allegro, compañero del Equipo Nacional de Suiza, cuando Roger era muy joven.
Y también lo advirtió el mismo Paul, aunque solo estuvo tres años a su lado: “A Federer no se le puede enseñar mucho porque tiene una excelente técnica innata. Es impresionante su habilidad de pies y la facilidad que tiene para el doble apoyo” (…). “Es el número 1 del mundo porque se lo ha creído”.
El número uno llegó, según el ranking ATP, en la actualización de febrero del 2004, el mismo año en que ganó tres grandes: Abierto de Australia, Wimbledon y US Open. Esa fue la eclosión definitiva de Federer, cuando puso el mundo a sus pies con 23 años.
La época dorada, la rivalidad y la gran batalla
A partir de ahí, hasta principios de 2010, el suizo devoraba finales y títulos, casi sin interrupción. Desde su primer grande en 2003 hasta el Abierto de Australia de 2010, estuvo en 22 discusiones decisivas de Grand Slam y ganó 16.
En esos 8 años, Australia (4 títulos), Wimbledon (seis) y el US Open (5) vivieron su tiranía. Solo el Roland Garros–el feudo de Rafael Nadal–, era el escenario más doloroso, pero que finalmente conquistó en 2009.
Nos acostumbramos tanto a verlo en las finales, que terminó por parecernos algo rutinario, inalterable. Las batallas eran épicas solo si estaba él y el lugar cimero del ranking tenía su nombre. En 2006, 2007 y 2009 estuvo en las cuatro finales de los Grand Slam y de 12 triunfó en 8.
Por esa época solo Rafa Nadal–los demás eran personajes esporádicos–se interponía en su derrotero. A pesar de Rafa Nadal, Roger ganó mucho. Y quizás por Rafa es que ganó tanto. Porque esa rivalidad llevó a ambos al límite de sus capacidades en duelos históricos en los que, hasta el día de hoy, el español domina al suizo 23-15.
Nadal fue durante años su victimario, el némesis que permitía a muchos cuestionar a Roger, porque lo derrotaba en la discusión del título. Ante él cayó derrotado en las dos únicos Grand Slam que perdió entre 2006 y 2007–ambos en Roland Garros– al tiempo que le ganaba en sus dos duelos por Wimbledon. En esos años, además, Nadal lo arrodilló en otras 4 finales mientras el helvético lo hacía en un par de estas.
En 2008 Roger no pudo nunca con el español, no ya en los grandes, sino en ningún tipo de torneo. Nadal le arrebató las finales del Garros, como era habitual y además se entrometió en tierra ajena en Wimbledon. Igualmente, lo superó en otras dos instancias decisivas. Federer chocó repetidamente contra la misma piedra y la derrota más dolorosa, quizás, fue la final de Wimbledon.
La gran batalla, una de las más recordadas de la historia, fue un kilométrico partido de 4 horas y 49 minutos. El duelo tuvo semejanzas al de Bjorn Borg y John McEnroe, en la misma competencia, en 1981. Como Borg en su momento, Federer venía de ganar cinco Grandes británicos consecutivos. Y como McEnroe, Nadal había caído en la final del año anterior contra el mismo hombre.
Entonces, el suizo tenía la posibilidad de ganar seis Grandes británicos consecutivos y superar la racha del sueco, entre 1976 y 1980. Pero Nadal tenía una cuestión de honor entre manos, porque no quería caer por tercera final consecutiva.
Cuando Federer devolvió la pelota contra la red, en el último instante del partido de aquel 6 de julio de 2008, Nadal se dejó caer de espaldas sobre el césped ajado, con los brazos extendidos en cruz, cansado y feliz. En la pista central del All England Tennis Club quebró la racha de 65 partidos ganados sobre hierba del suizo. Había hecho como McEnroe, tumbando al rey.
Paridad, caída y resurección
El lapso de 2009 a 2015 fue más parejo, con predominio de Nadal, 4-3. Pero precisamente fue el período cuando menos chocaron. Coincidió cierta decadencia física en común, sobre todo en Federer y la preponderancia de otros hombres como el serbio Novak Djokovic.
Federer entró en una crisis de resultados en los Grand Slam que hizo aventurar su decadencia. De 2011 a 2016 fue su caída casi hasta el fondo, con resultados normales para otros pero “imperdonables” para alguien como él. Fueron solo 5 finales y apenas ganó una: magro botín.
“Estoy seguro de que Federer no está acabado. Luchará para estar bien en 2014 y volverá a jugar un gran tenis”, afirmó Nadal cuando muy pocos creían en el regreso pleno del suizo.
El español también sufrió una caída en sus resultados y entonces, los protagonistas de una de las más grandes rivalidad del tenis en su historia, hubieron de reinventarse.
Después de altibajos, ambos volvieron con una pujanza increíble en 2017. Parecían regresar 8 u 9 años años atrás y se repartieron como antaño, los 4 Grand Slam: Nadal el Roland Garros y el US Open, Roger el Australian Open y Wimbledon.
“Cuando en 2013 o 2014 se entendió en muchos foros que el suizo estaba en el declive de su carrera, él estuvo dispuesto a perpetuar y a renovarse. No le importó enfrentar la incertidumbre cuando ya lo había ganado absolutamente todo y su reputación era innegable. Quiso darse la oportunidad de seguir aumentando su palmarés haciendo lo que yo siempre le he pedido a mi sobrino: hacer cambios sobre lo que hasta el momento te ha dado muy buenos resultados.
“Cuando Roger Federer entendió que tenía que evolucionar el concepto de su juego, lo hizo y esperó. Buenas muestras de inteligencia, paciencia y compromiso. Yo creo que su tenis es hoy más implacable, aunque los puntos también me parecen menos vistosos al perderse por el camino la épica de unos intercambios más largos y más disputados”, dijo Toni Nadal el tío de Rafa, quien fue también entrenador del español por muchos años.
Pero Roger, además de levantarse, invirtió el dominio que Rafa tenía sobre él. En 2017 le derrotó en las 4 ocasiones que se vieron, incluidas tres finales. Comenzó a dominarlo, a encontrar sus puntos débiles mejorando los suyos propios, esto es convertir tus debilidades en una de tus grandes fortalezas. Por eso transformó el golpe de revés en un arma imponente.
“Ha rediseñado el golpe que en su día le trajo por la calle de la amargura frente a Nadal. Ahora no solo no le hace perder los pulsos contra el español, sino que construye sus victorias sobre el reverso, renovado desde el punto de vista técnico y ergonómico”, explica Alejandro Ciriza.
En esa reinvención de los dos máximos ganadores de Grand Slam en la historia, hay algo más allá del simple talento físico o la capacidad técnica. Eso lo que a la postre, define a los buenos deportistas de los mejores de la historia.
“Hay algo común en ellos que va algo más allá de lo razonable. Sólo un carácter sometido precisamente a algo tan irracional como la pasión desmedida y la obsesión por lo que uno hace es capaz de soportar lo que una carrera tan larga y fructífera supone”, definió Toni.
Federer llora como la primera vez
Sobre la pista australiana, este 2018, Federer se convirtió en el segundo tenista más veterano (de 36 para 37 años) que disputa una final de un grande tras Ken Rosewall (39). Por eso, su reconstrucción es más meritoria aún.
Ya no es un niño y ahora escoge, contrario a Nadal, sus batallas. Se dosifica para rendir más, porque cumplirá 37 en agosto. Parece increíble que sea el que más en forma está de los integrantes del Big Four –teniendo en cuenta la lesión de Nadal en días recientes–, sobre todo porque les lleva más de cinco años a todos.
Pero en Australia, Čilić lo hizo sufrir. Le exigió a fondo, le incordió hasta el punto de obligarlo a un 5 set. El último punto fue cerrado con una golpe maestro: un saque contundente, un garrotazo destructor que Cilic vio pasar, un misil que con precisión milimétrica tocó la raya. El festejo se retrasó por la revisión, pero el video lo confirmó: era el campeón.
Federer levantó su Grand Slam número 20. A la hora del discurso de agradecimiento, ante un estadio expectante, el tenista lloraba como cuando ganó su primer grande en 2003.
ICYMI: @rogerfederer‘s speech!#AusOpen #RF20 pic.twitter.com/bdJLjvurcn
— #AusOpen (@AustralianOpen) January 28, 2018
“Viví muchas emociones esta noche: la ceremonia final, la montaña rusa del partido, cinco sets contra Cilic, y luego ganar el sexto aquí, el 20 de mi carrera, defendiendo el título que gané el año pasado en Melbourne… El cuento de hadas continúa”, dijo.
El público aplaudía y dentro de ellos, Laver–dicen que el más grande de la historia–, teléfono en mano, grababa el momento.
“Creo que Roger es el mejor de todos los tiempos. El modo en que él ha jugado durante los últimos 15 años, la consistencia con la que juega, ganar tantos torneos de una forma aparentemente tan fácil, 19 títulos de Grand Slam. Es verdaderamente asombroso. ¡Sigue viajando por todo el mundo y continúa siendo competitivo! Para mí sería todo un honor que él ganase su 20º título aquí, en el estadio que lleva mi nombre”, había dicho Laver antes de ganar Roger su sexto Abierto de Australia.
¿Y qué pasa si el mejor dice que tú eres el mejor y no él? ¿ Y si después te fotografía mientras levantas el título en su propia casa? Santa sea la palabra de Laver, entonces, sobre el renacido Roger Federer.
Going to sleep well tonight. Thank you to everyone for the love and support. It means more than I could possible describe pic.twitter.com/8t0f38vTLB
— Roger Federer (@rogerfederer) January 28, 2018
Igual prefiero el tenis y el volleyball femenino. Es una cuestión, digamos, de piel y banda sonora. Cada uno de los gemidos de una jugadora sobre el césped o la tierra batida equivale a un Grand Slam en Fenway Park pasando la pelota por encima del Monstruo Verde.
que grande Roger Federer, para mí, uno de los más grandes deportistas de estos tiempos, no solo es lo que ha conquistado, es la emoción detrás de cada triunfo, nada más hay que ver cuando recibió este último trofeo, esa lágrimas, cuanto sacrificio, preparación física y mental, estres, y ahi estuvo reconociendo al rival, a sus fans. Grande RF♥