La indómita luz se hacía carne en Messi. Sobre el campo de Lausail terminaban las dudas, los lamentos, la sospecha, o cualquier nombre que se le ha dado alguna vez a la incertidumbre. Maradona en el cielo y Lionel en el verde. Padre e hijo moviendo montañas de balones que bendicen goles, asistencias, gambetas. Todo esto parecía incuestionable, hasta que llegó el anticristo. Un hereje. “Aquel que sustituye o se opone al Mesías”. Que niega su existencia, destruye su obra, la pisotea y la envenena.
El anticristo es una figura singular, una bestia de casi dos metros de altura y con numerología 19. En esta forma responde al nombre de Wout Weghorst, y procede de Países Bajos. Tiene la capacidad de inspirar en muchos el rechazo a la obra de su antagonista. Actúa cuando se acerca el fin de los tiempos. Por eso canalizó toda su maldad en la última jugada del partido. Una de las más surreales de la historia de los mundiales. Provino de la libreta diabólica de Louis Van Gaal, el único demiurgo capaz de inventarse un pase en un tiro libre al borde del área.
Argentina se había acomodado en la ventaja, y eran entonces los de abajo (países) los que no perdían la fe. Después se le vio a Lionel sangrar, le sacaron una amarilla. Lo habían trasladado a su justo tiempo humano tras ese mazazo del enemigo. Pero si el Anticristo tiene acólitos, el Messías tiene santos. Emiliano Martínez les dijo a los neerlandeses que el azar está más cerca de Dios que del diablo.
Sobrevivió Argentina ante el equipo del sobreviviente Van Gaal, que lucha contra el cáncer y se va ante la albiceleste como en 2014: en tanda de penales. Sobrevivieron al arbitraje del español Matheu Lahoz, ante los desaciertos de Scaloni en sus cambios. El DT sudamericano comenzó mejor el choque con su cambio táctico a línea de 3 con el que neutralizó a una selección que florece por las ramas laterales. Los goles vinieron por aciertos de Molina y Acuña y errores de Blind y Dumphries. Por eso Van Gaal trajo dos troncos en la segunda mitad para intentar romper la meta del Dibu.
Messi podrá seguir corporizando su leyenda, bajando el mito al césped. La próxima será Croacia. Los bálcanicos no necesitan preguntarse a quienes le deben la sobrevida. El portero Livakovic es una de las figuras del mundial y el nuevo héroe del país. Su titularidad ocurre debido a la lesión de Lovre Kalinic, el meta titular de todo el proceso clasificatorio. El nacido en Sadar (igual que Subasic, como ya señalamos en esta columna) puso el último terrón en el ataúd de Brasil. Pero no los enterró.
El equipo más temido del mundial se complicó por deméritos propios. Y la sorpresa de que los croatas supieran tocar su Cavaquinho, uno de los instrumentos estrella de la samba. Lo plantaron en el medio del campo. Las cuatro cuerdas las componían Modric, Kovacic, Pasalic y Brozovic. Imponían el ritmo. Solo Neymar era capaz de generar otras sonoridades, que apenas en tiempo extra terminaron en un coro inequívoco…
Ahí Dalic se olvidó de la música y mandó todo lo que tenía a la cancha, sin temor de crear una polirritmia. Orsic, Majer, Budimir a por todas. Con una verde amarela replegada y desorganizada cuando debía cerrar el partido. Tite no supo dirigir su orquesta. Primero sustituyó a Vinicius y en los instantes finales a Militão, uno de los mejores en los casi 120 minutos de juego.
Brasil no pudo bailar. Y ya sabemos aquella frase histórica de que el futbol es 11 contra 11 y siempre ganan los croatas… penales.
***
Déjanos tu pronóstico sobre los próximos dos semifinalistas de la Copa Mundial Qatar 2022 aquí y sigue la cobertura completa de OnCuba: