Vicyohandry Odelín ha devuelto la esperanza a Villa Clara. Ha lanzado un juegazo de principio a fin, sin relevo alguno ha recorrido los nueve innings de partido y le ha entregado de su mano derecha la victoria a un equipo que parecía naufragar. Del brazo del camagüeyano los villaclareños han tomado oxígeno para seguir con vida en la Serie del Caribe, y ahora, tendrán que esperar la jornada del adiós e implorarle al destino que los ampare con uno de los 4 boletos semifinalistas.
La opción no es difícil. A los Indios de Mayaguez les toca vérselas con los Navegantes de Magallanes en su última salida al diamante de Nueva Esparta, una derrota en ese encuentro pondría a los cubanos por delante de los boricuas en la tabla. También, hay que esperar por los resultados de los Tigres de Licey que ya acumulan una victoria y en caso de caer en el resto de sus compromisos enredarían la clasificación en un trémulo triple empate y habría que decidir por las anotaciones de los tres conjuntos.
Pero esta explicación no hubiera sido posible sin Odelín. El diestro se presentó intratable en el montículo, solo tuvo un parpadeo inicial en el mismo primer acto cuando recibió consecutivamente una soberbia conexión que traspasaría las cercas de la pradera derecha del tercer bate Eddie Rosario y un doblete al izquierdo de Ramón Castro.
De ahí en adelante no hubo más nada. Los boricuas fueron silenciados, condenados a la zozobra de mascar chicles en mutis desde el dugout. Llegó a retirar a 14 jugadores en línea, sin que llegaran al menos a pisar la inicial. No ponchó a muchos bateadores, a solo 5 hombres mandó al banco con la cabeza gacha y el bate alojado en el hombro después de reportarse por el home plate. Avanzó de a poquito, sin apuros, siempre mirando que la pizarra andaba igualada a una carrera y que cada uno de sus envíos hacia el plato valían en oro.
El partido se internó en su tercio final y el score todavía señalaba el abrazo. Allá, en el lejano bullpen del jardín central, carburaban Freddy Asiel Álvarez y Norge Luis Ruíz para cualquier caso de emergencia. Esa llamada nunca se realizó. Ni Manso ni Moré tuvieron que echar mano de un relevista.
En el séptimo capítulo, los naranjas tomarían el mando. Sin producir, aprovecharon un par de pifias del infield de los Indios para así anotar la ventaja. El juego de 2 x 1. Quedaban dos entradas más por recorrer, la lógica indicaba un claro trueque en el box, un cambio de brazo, la fatiga de un inspirado Odelín por la fibra de los que calentaban. Pero Ramón Moré no hizo lo que mandaban los cánones en esa circunstancia de partido, no trajo a un intermedio para garantizar el octavo innings ni a un taponero para asumir el cierre.
Depositó toda la confianza en Vicyohandry y puso sobre su brazo el peso del veredicto final. No fracasó en la decisión y el camagüeyano lanzó esos dos episodios como si hubiera acabado de comenzar el choque. Retiró por su orden, a ritmo de conga, a cada uno de los puertorriqueños que empuñaron turno.
Con el sabor dulce de la victoria en los labios, Villa Clara abre un estrecho margen de cara a las semifinales. Ya digo, las combinaciones que se tienen que dar para la clasificación no son difíciles, nada utópicas, solo resta esperar. Ya habrá quien este moviendo algunos caracoles.
jajajaja si señor, se armó la “brujería” en Cuba.