Usain Bolt no sabe vivir de espaldas al mundo, y el mundo no quiere vivir sin Usain Bolt. Las cámaras lo persiguen o él persigue a las cámaras, aun cuando ya no está dentro de las pistas.
El suyo ha sido –es– un imperio de la imagen tanto o más que del músculo.
Por una década, desde que dejó alelados a los asistentes al Nido de Pájaro –y a los millones que lo vieron por televisión– en los Olímpicos de Beijing, nadie ha simbolizado como él la actividad deportiva. Nadie ha sido tan incontestablemente el rey, por lo ganado con su cuerpo y con su carisma.
Nadie. Ni Messi, ni Cristiano, ni Rafa Nadal, ni LeBron James, ni Valentino Rossi, ni Serena Williams. Nadie.
Su reinado como atleta fue tan avasallante que aun derrotado en su carrera final, el triunfador se hincó de rodillas para reverenciarlo. En esa, su última competencia, los flashes siguieron sus pasos, sus gestos, sus expresiones, más allá de la meta. Como si hubiese llegado de primero. Como de costumbre.
Dondequiera que aterriza, Bolt atrae a la gente. El jamaicano es un imán de ébano que atrapa a las personas, que sacude a quien lo rodea tanto como sus pasmosos récords mundiales.
Su excentricidad y su arrogancia, lejos de parecer petulantes, son recibidas con la misma afición que su enorme sonrisa. Su antológico rayo, celebración de sus increíbles victorias, dejó de ser un sello propio para convertirse en viral, en un símbolo universal de triunfo.
Cuando anunció su retiro, todo el planeta acusó el golpe. Su salida de los estadios hizo al atletismo menos vistoso, más aburrido y ordinario.
Pero alguien como Bolt no desaparece. Sus coqueteos con el fútbol, que finalmente lo llevaron a debutar en la liga profesional de Australia con el club Central Coast Mariners, lo han mantenido en el radar.
Sin embargo, ni para el sprinter ni para el mundo, ha sido suficiente.
Ahora ha saltado al espacio. O, más bien, a la ingravidez.
No tuvo que ir al cosmos para eso. Le bastó un avión con condiciones de gravedad cero volando sobre Francia.
El ocho veces campeón olímpico retó a dos astronautas franceses, expertos en moverse sin las ataduras de la gravedad, en una carrera promocional organizada por una marca de champán. Y, adivinen… volvió a ganar.
No fue ciertamente una carrera típica, más bien una porfía de saltos. Pero Bolt movió sus largas piernas como si corriese sobre la pista e incluso sacó una visible ventaja en el regreso.
Más que una competencia, resultó una broma que el jamaicano terminó con su habitual sonrisa, intentado atrapar con la boca los globos de bebida espumosa que flotaban ante sus ojos.
“Me he sentido como un niño en una dulcería” dijo al final sobre la experiencia.
Pero en el Airbus A310, Bolt no solo fue el ganador de la carrera. Fue también el gran triunfador de la jugada publicitaria, porque mientras muy pocos recuerdan ya la marca de champán, él sigue recibiendo los aplausos del mundo gracias a otro video convertido en viral.
Y no son pocos los que ahora se preguntan cuál será su próximo paso. ¿Acaso una carrera en el verdadero cosmos?
Todo es posible con el rayo de Jamaica. Ya sea en la tierra o en el cielo, Usain Bolt nunca dejará de ser quien es.
Changing the game @GHMUMM. Celebrating life by drinking @GHMUMM in Zero Gravity 🚀 #DareWinCelebrate #NextVictory pic.twitter.com/A3FNqAn16f
— Usain St. Leo Bolt (@usainbolt) 12 de septiembre de 2018