Los deportes extremos en Cuba han hecho su propia revolución. Llegaron, se alzaron, resisten y escriben un legado. Recóndito universo, plataforma sumergida que por su propio peso, flota y no se hunde.
No hay fecha exacta que dicte el inicio de la práctica. Como mismo no hay un ente responsable que los aglutine, que los ampare. Para encontrar alguna pista hay que ingeniárselas, en este mundo todo se escurre.
Che no es un apodo, se llama Che Alejandro Pando Nápoles y a sus 42 años ya no presume de treparse al skate y dar volteretas. Esos tiempos han pasado, las lesiones en las rodillas y en los tobillos lo obligaron a parar. Che es el Coordinador General del Skateboard en Cuba, además, es tatuador. En su estudio conversamos un poco:
“La patineta no es solo un deporte, es un modo de vida, una subcultura. Pasa desde la música que escuchamos hasta la manera de vestir. Es difícil entender el deporte extremo porque nos ven como un montón de locos con tatuajes y piercings. Tenemos un look que se distancia del deportista tradicional, somos diferentes, pero la gente diferente se aúna, somos una familia”.
La casa de Frank González Guerra viene a ser como un santuario dentro del deporte extremo en Cuba. No solo porque te encuentres muchísimas pegatinas incrustadas en la puerta exterior o porque estén posando en plena sala unas patinetas a un costado, una bicicleta BMX en otro y en la pared, una foto enorme de Frank encima de una tabla de surf bandeándose una ola. No, no por eso, sino, porque en ese sitio, todo el que práctica los deportes extremos, pasa y se sienta y toma agua sin previo aviso. Es la casa de todos.
Desde el 2008 Frank no pierde una competencia de BMX. Es un todoterreno, ha practicado al menos cinco modalidades de deportes extremos. Vive del riesgo…“El riesgo de estos deportes es lo que te mantiene practicándolos, es el gancho que te mantiene de pie. Cuando fallo un truco o una maniobra me da roña, eso es lo que me embulla”.
Si uno le pasa por el frente al hospital “Cira García” de La Habana, sigue unas cuadras de largo, se adentra en una insignificante parcela agrícola y asoma la cabeza podrá ver desde lo alto las márgenes del río Almendares. A los pies tendrá una rocosa pared natural de casi 12 metros y si baja la vista, vendrá venir manos y cabezas que trepan buscando la cima.
Uno de los ‘trepadores’ es Víctor Llera Fernández, probablemente el mejor escalador deportivo cubano de la actualidad. En ese sitio, conocido como “El Bulder”, practican la escalada alrededor de diez personas todos los días.
Dice Víctor que “escalar es muy espiritual”, que “la mejor escalada se da cuando no tienes nada en la cabeza, los mejores momentos ni siquiera los recuerdo, no estaba emocionado ni nervioso. La gente le atribuye mucho al físico, pero es mucho más de mente, cuando logras conectar la mente con el cuerpo, es cuando mejor se hace. Cuando logras encadenar tu proyecto ya oscureció, las yemas de los dedos te sangran, es cuando más agotado estas”.
Víctor tiene 25 años y luce un físico impresionante, no en volumen, no es el clásico fortachón sino el tipo atlético. Uno puede llegar a percibir su agilidad en la mirada. “Hay quienes también disfrutan del paisaje, de la brisa que corre por la cara, de las hojas que vuelan y caen, de las lagartijas que camina por la pared. Es como encontrar tu camino.”
Los extremos del mar
El kitesurf llegó a Cuba en la década pasada. Si bien no ha llegado a despegar del todo, se pueden encontrar señales que hablan de un movimiento en ascenso. Uno de los principales exponentes del país es Camilo Espinosa Domínguez. Un crack, un artista, un hombre que impulsado por el cometa y encima de la tabla, es capaz de sobrevolar el mar y trazar un lienzo en el aire.
“El kite es un mundo aparte, se practica muchísimo, con mucho trabajo porque son muy caros los implementos técnicos. No se ven tantos kiters en Cuba porque se navega muy disperso. Es un deporte que aprenderlo es relativamente fácil, pero que si pierdes el control puedes ser arrastrado por toda la arena, lanzarte a una mata de coco, a los arrecifes, también puede que te levante varios metros sobre el agua”.
A lo largo de toda Cuba han comenzado a nacer escuelas de kitesurf. En la mayoría de las playas más importantes de la Isla se imparten cursos para masificar la práctica de este deporte. Matteo Gatti, italiano de Padova, en diciembre pasado logró instaurar en el país un club deportivo donde se imparten cursos de aprendizaje.
“Ahora mismo hay mucho interés de los cubanos por el kite. A la gente le llama la atención, es precioso verlo practicar. Es muy peligroso pero se puede controlar, en el curso se dan todas las perspectivas de seguridad, las condiciones del viento, del mar. Uno puede llegar a hacer cosas fantásticas pero que son muy riesgosas”.
Otro de los deportes extremos acuáticos es el buceo, una de las modalidades más practicadas en Cuba. Eso me llevo a Manuel Navarro Dueñas, buzo que habla del fondo del mar con una pasión que invita a lanzarse detrás de sus patas de ranas y transitar por sus más de 20 años como buzo profesional y ver cuando una enorme tortuga verde le descuartizó dos costillas y cuando un tiburón le llevó impunemente una pata de rana de un mordisco y cuando descubrió tesoro en tres barcos hundidos que estaban en el fondo de nuestras costas.
“El buceo está entre los tres deportes más extremos por el riesgo a la salud, por las hipotermias que puede generar, es una actividad extremadamente riesgosa. Te sometes a altas presiones, estas en un medio que no es el tuyo. No obstante es relajante, la gente no sabe lo que se pierde debajo del mar, es un mundo increíble”.
El Skate Park
El Skate Park es el corazón de los deportes extremos en Cuba, el punto de reunión de la tribu. Se trata de un parque arrinconado por enormes árboles, que queda justo detrás de un hospital, un dato que para nada es insignificante. Parece un coliseo de la antigua Roma, por sus herrajes, por su soledad. Los grafitis han encontrado en las rampas su mejor aliado.
El día que estuve no había mucha gente practicando. Me acerqué para mirar, temeroso. Unos minutos después, un adolescente larguirucho desde su patineta me dijo: “Salvaje, ¿quieres montar?, esto no mata”. Hay a quienes el peligro le da alas, los pone a volar.