Por Armando Alvares Garcia Júnior, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja
Tras 25 años de arduas negociaciones, la Unión Europea (UE) y el Mercado Común del Sur (Mercosur) han firmado por fin un acuerdo histórico que promete crear la mayor zona de libre comercio del mundo. Este tratado, concluido durante la cumbre presidencial celebrada en Montevideo (Uruguay) el 6 de diciembre, establecerá un mercado conjunto de más de 722 millones de personas.
“Este acuerdo no es sólo económico, es una necesidad política”, subrayó Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, en una rueda de prensa posterior a la firma, haciendo una obvia referencia al complejo y desafiante contexto mundial actual.
El proceso que culminó en la capital uruguaya comenzó hace décadas. En junio de 2019, tras 20 años de negociaciones, se alcanzó un primer principio de acuerdo. Sin embargo, se vio paralizado por las críticas de varios Estados europeos, especialmente Francia, Austria e Irlanda, que cuestionaron duramente el débil compromiso medioambiental de Mercosur. Estas preocupaciones aumentaron durante el mandato de Jair Bolsonaro en Brasil, criticado en Europa por su gestión de la deforestación en la Amazonia.
En realidad, las críticas fueron bidireccionales, ya que su Gobierno acusó a algunas organizaciones no gubernamentales europeas, supuestamente comprometidas con la protección del medio ambiente y los derechos de las comunidades indígenas de la Amazonia, de actuar como fachadas de grandes corporaciones farmoquímicas. Supuestamente se aprovechaban de un acceso privilegiado para explotar con fines comerciales los conocimientos tradicionales de los pueblos nativos, especialmente sobre plantas y técnicas con potenciales propiedades medicinales. Esta práctica, según las acusaciones, tuvo lugar sin el debido reconocimiento ni beneficio para las comunidades poseedoras de estos conocimientos, constituyendo una forma de biopiratería.
La situación empezó a cambiar en diciembre de 2022, cuando Luiz Inácio Lula da Silva fue elegido presidente de Brasil. Lula estableció el medio ambiente como una prioridad para su nueva Administración, tendiendo un puente más confiable con Europa en este campo, aunque hasta cierto punto “condicionado” por la reciprocidad y, en menor medida, por la cantidad y calidad de las transferencias de tecnología europea a América del Sur en el campo de la producción limpia.
Sin duda, este puente no fue suficiente. Como sabemos, todo acuerdo internacional depende de un contexto político y económico favorable. En este caso, el momento era propicio por varias razones.
La UE vive una pérdida de influencia mundial
Tres factores principales impulsaron el contexto favorable para el acuerdo:
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La UE, preocupada por su pérdida de influencia global y la expansión de China en la región, busca contrarrestar este avance, recordando que Brasil y China son miembros fundadores de los BRICS.
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El posible aumento global de aranceles por parte de Estados Unidos, prometido por Donald Trump en su segundo mandato, para proteger la industria estadounidense.
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La necesidad de la UE de garantizar fuentes alternativas para implementar su política de transición energética, liderada por Ursula von der Leyen y la española Teresa Ribera.
Este nuevo enfoque ha permitido reanudar las negociaciones, haciendo hincapié en la sostenibilidad y el cumplimiento del Acuerdo de París de 2015, uno de los más invocados por la Comisión Europea y el Parlamento Europeo.
En un contexto de crecientes tensiones comerciales y estratégicas a escala global, el acuerdo UE-Mercosur adquiere una importancia sin precedentes.
Julio de 2023 marcó un punto de inflexión. Durante la cumbre UE-CELAC celebrada en Bruselas, los líderes de ambas regiones reafirmaron su compromiso de concluir el tratado antes de finales de 2024. Esta determinación reforzó la idea de que el acuerdo debía ir más allá de lo puramente comercial, consolidando también los lazos políticos. Este guiño al multilateralismo resonó como un baluarte a favor del libre comercio en un contexto mundial marcado por el proteccionismo.
El acuerdo sigue encontrando resistencia
Como era de esperar, no todo el mundo comparte en Europa el entusiasmo por el acuerdo. De hecho, algunos sectores agrícolas están preocupados por la competitividad de Brasil, una gran potencia regional, impulsada por unos suelos fértiles y un clima muy favorable.
Además, la plataforma mundial de periodismo independiente openDemocracy señala que el avance del agronegocio brasileño implica una deforestación masiva, lo que provoca efectos climáticos adversos –desde sequías extremas a inundaciones devastadoras– y, en consecuencia, pone en peligro el futuro del propio sector agrícola.
En diciembre de 2024, Francia, el país más crítico con el acuerdo, se enfrenta a una grave crisis política. La dimisión del primer ministro Michel Barnier, tras una moción de censura impulsada por una inusual alianza entre la izquierda y la ultraderecha, la Agrupación Nacional de Marine Le Pen, dejó al país sin presupuesto aprobado y sumido en la incertidumbre.
Esta situación ha dado a Alemania, en horas bajas, y a España la oportunidad de redoblar sus esfuerzos a favor del acuerdo con la intención de diversificar proveedores y contener la creciente influencia de China en Sudamérica.
El acuerdo con Mercosur ofrece a España la oportunidad de estrechar lazos con América Latina. Sectores como el aceite de oliva, el vino y otros productos agroalimentarios se beneficiarían de la eliminación de aranceles, mejorando su competitividad, aunque existen dudas y descontento entre los productores de aceituna de mesa, carne de vacuno, porcino y aves y azúcar.
Alemania, por su parte, intenta reducir las barreras para la maquinaria y los automóviles, así como asegurar materias primas críticas como el litio.
Ursula von der Leyen estuvo en Montevideo para ultimar las negociaciones cruciales del acuerdo. Su presencia fue decisiva para resolver cuestiones como las cláusulas medioambientales y las cuotas de exportación. El acuerdo, firmado en una ceremonia histórica, promete generar un ahorro anual de hasta 4 000 millones de euros para las empresas europeas, facilitando el acceso a materias primas esenciales en sectores como automoción, tecnología y química.
Beneficios para Mercosur
Para Mercosur, representa la diversificación de mercados, reduciendo la dependencia de China y Estados Unidos (actualmente, China es el principal destino de las exportaciones de Mercosur, con un 29 % del total, seguido de Estados Unidos con un 11 %). Con la nueva asociación comercial, Mercosur puede intentar equilibrar sus relaciones comerciales, ampliando el acceso a un mercado de 450 millones de consumidores y reduciendo la concentración en unos pocos socios.
Esta diversificación es estratégica para reforzar la posición económica de los países del Mercosur en la escena mundial. Brasil, en particular, destaca por su mayor capacidad de negociación, especialmente en contratación pública, vital para su reindustrialización.
A pesar de ello, sigue habiendo desafíos: Francia, coqueteando con Polonia, Austria, Países Bajos e Italia, amenaza de nuevo con liderar una minoría de bloqueo en la UE para impedir que el acuerdo avance, mientras que las ratificaciones parlamentarias en Mercosur son inciertas, con Argentina dudando bajo el mandato de Javier Milei. El futuro depende del equilibrio entre los intereses económicos, medioambientales y sociales en un contexto mundial complejo.
Armando Alvares Garcia Júnior, PDI. Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales (Universidad Internacional de La Rioja), UNIR – Universidad Internacional de La Rioja
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.