Durante la colonia, llegaban a Cuba toneles cargados de vino de España. Ahora llegan vacíos, de roble blanco, descartados por la industria del whisky, idóneos para añejar el ron Havana Club. Pero encontrar un tonel repleto de arte cubano en Canadá, es un verdadero hallazgo.
Así encontré a Antonio Eligio Fernández (Tonel), un artista visual de 65 años que muchos empezamos a admirar en los lejanos años 70 del siglo pasado, cuando comenzó sus pininos como caricaturista, dibujante de carteles y otras obras iniciales, aún antes de graduarse en Historia del Arte en 1982.
Actualmente el arte de Tonel parece no tener límites ni fronteras: atesora una vasta obra de dibujos, pinturas, esculturas, instalaciones, que van de la mano con una constante actividad académica en diferentes universidades de Cuba, Estados Unidos y Canadá, así de una labor como curador y crítico.
“La obra de Tonel destaca por su aguda capacidad para satirizar y criticar aspectos sociopolíticos de la realidad cubana. A través de un lenguaje visual que combina humor, ironía y una estética provocadora, Tonel confronta temas como la burocracia, la censura y las dificultades económicas”, nos dijo la curadora cubana Patricia G. Kasaeva, fundadora a Haba Gallery, en Barcelona.
Tonel es uno de los casi 20 mil cubanos que residen en Canadá. En el 2000 se estableció en Estados Unidos por motivaciones personales y profesionales. A partir de 2005 su esposa y él encontraron espacios en la Universidad de Columbia Británica (UBC), en Vancouver, Canadá, donde aún viven.
Ahora, cuando el Parlamento cubano aprobará nuevas leyes de emigración y ciudadanía, Tonel no se considera un emigrado, toda vez que no tuvo motivaciones políticas o económicas.
Cuba en el alma
“En todo ese tiempo he mantenido relaciones estrechas, personales, familiares, de amistad, y profesionales, con mis compatriotas del archipiélago y con mi país. No me he sentido nunca como alguien que está totalmente alejado o fuera de Cuba, digo, a nivel espiritual, emocional, afectivo”, respondió a Desde las dos aceras.
No obstante “comprendo que a ratos mi relación con la patria está mediada, hasta cierto punto, por la distancia geográfica, y por otras distancias que no se pueden medir en kilómetros o millas”.
Aun así, Tonel no escapa de esa fiebre ocasional de los que viven lejos. “He sentido por momentos nostalgia por encontrarme alejado de mi tierra natal, aunque este no sea un estado de ánimo permanente”, admite.
“Es importante reflexionar sobre qué cosa inspira nuestra nostalgia: ¿nos motiva el recuerdo idealizado del país o la ciudad que extrañamos? ¿O extrañamos el lugar real (y no el de los recuerdos), aquel que continuamente cambia y evoluciona hasta convertirse en algo en cierta medida alejado de nuestra experiencia? Casi seguro, pienso yo, extrañamos los dos: el ideal, que por momentos puede parecer casi perfecto en los recuerdos, y el real, con sus palpables luces y sombras”, señala.
Considera que su “visión de Cuba es paradójica. Por un lado, es un lugar familiar, que conozco muy bien, y que me hace sentirme como en casa. Por otro lado, es a veces un lugar desconocido, con características que me resultan ajenas y que no se ajustan a esa familiaridad que mencioné. A pesar de que he mantenido regularmente y desde todo punto de vista un contacto directo con Cuba, ha sucedido que se establece una cierta distancia, se crean lagunas en el conocimiento mutuo”.
“La Cuba de hoy es un sitio de paradojas, contrastes y desigualdades cada vez mejor perfiladas. Es mi opinión que una parte considerable de los cambios sucedidos en la sociedad cubana, particularmente durante las décadas recientes, han traído consecuencias negativas, que afectan a la sociedad de modo general y también profundo”.
Para el curador canadiense Keith Wallace, “la mayor parte de la obra de Tonel consiste en dibujos, y la mayoría de ellos implican algún tipo de autorretrato; a veces es obvio y a veces no. Su autorretrato funciona como una especie de alter ego, y su plasmación en papel ofrece a Tonel un medio de expresión que de otro modo no podría utilizar en su vida social cotidiana”.
Wallace señala que la obra de Tonel y otros artistas contemporáneos tuvo como centro Cuba, sobre todo en las décadas de los 80 y 90, con la desaparición de la Unión Soviética y sus consecuencias para Cuba con el llamado Período Especial.
“Pero su interés en Cuba no se basa en el nacionalismo, simplemente resultó ser el lugar donde vivía, y ese período particular de la historia impactó su vida diaria y su comprensión del resto del mundo”, opina el canadiense.
Tonel, por su parte, nos dijo que “en una parte importante de mi obra Cuba ha ocupado y ocupa un lugar primordial. Pienso sobre todo en mis instalaciones y dibujos inspirados en las circunstancias particulares de Cuba: en su historia, su cultura, su geografía, su ubicación en algunos de los conflictos geopolíticos de mayor envergadura en la segunda mitad del siglo 20”.
Además, “mi perspectiva del mundo y de la historia está en parte condicionada por mi formación en Cuba, al mismo tiempo que influida por mis experiencias al vivir y percibir el mundo desde otros sitios, como EE.UU. o Canadá”.
El ensayista y crítico germano-uruguayo Luis Camnitzer conoció a Tonel en 1983 y se hicieron amigos.
Él ha contado que visitó La Habana en 1994. “Los efectos del Período Especial, la miseria económica producto del colapso de la Unión Soviética, eran visibles no solamente en el deterioro de la ciudad sino también en la forma física que tenían los cubanos, mis amigos incluidos, en ese entonces”.
“Pude ver y comentar en aquellos momentos, que podía distinguir a los corruptos de los éticos por su peso. Los corruptos seguían gorditos y se veían muy bien. Tonel, en esa visita, se veía extremadamente flaco y mal. Pero su humor y lucidez no habían cambiado”, añadió.
El humor político está muy presente en la obra de Tonel, donde aparecen hasta los clásicos del marxismo.
Pero “en lugar de ubicarse en un ‘yo’, Tonel en cambio se posiciona en un ‘nosotros’ y con ello seduce al público para que se analice junto con él. El artista ya no da instrucciones. Este cambio le da a la obra de Tonel una calidad que no tiene importancia artística sino, más importante, que es ética”, opina Camnitzer.
En ese sentido, añade Kasaeva, las piezas de Tonel “nos invitan a una reflexión profunda y al cuestionamiento del status quo. La habilidad de Tonel para mezclar elementos de la cultura popular con referencias históricas y políticas le otorga a su obra una apertura empática global, que se alimenta de iconos de una Cuba de resaca soviética”.
La Habana siempre
Tonel nació, creció, estudió y amo en La Habana.
“Ningún rincón del mundo permanece estático al paso del tiempo. Sin embargo, en mi modesta opinión, los cambios más apreciables en La Habana, sobre todo durante la segunda y tercera décadas del siglo 21, van más allá de los altibajos normales que han afectado históricamente a esta ciudad tan bella y singular”.
“La capital de Cuba es una ciudad extraordinaria, que a pesar de los pesares retiene mucho de su vitalidad y de su dinamismo seculares. Es todavía una urbe fotogénica y atractiva, pero lo cierto es que el tiempo y las circunstancias han opacado mucho de su brillo histórico, y conspiran contra su belleza indiscutible”, añade.
Opina que “razones y explicaciones para este deterioro habrá muchas y válidas, aunque lo más importante, explicaciones aparte, debe ser la recuperación y salvaguarda de un patrimonio que nos pertenece a todos los cubanos”.
*Texto tomado del blog del autor, Desde las dos aceras. Se reproduce con su autorización expresa.