En septiembre, al alcanzar las 26 742 entradas a territorio norteamericano, la emigración efectiva de cubanos hacia los Estados Unidos en el año 2022 se colocaba en su tercer mes de mayor magnitud, solo después de marzo (32 394) y abril (35 092). En octubre se alcanzaron más de 29 mil entradas (29 878), superándose lo registrado el mes anterior y llegando a ser poco menos del 11 % de todas las entradas de migrantes, desde cualquier país de origen hacia ese destino, en ese mes. Con ello, el número de migrantes cubanos que arribaron a la Unión alcanzó la cifra de 224 607 en el año fiscal 2022, algo más del 8 % de la inmigración total registrada en ese período.
En noviembre de 2022, sin embargo, se alcanzó un nuevo récord de entradas de cubanos a los Estados Unidos (35 881 en total), ya que se superó todo lo registrado en cualquier mes desde 2020. En la actualidad Cuba ocupa el quinto puesto entre todos los países emisores de migrantes a nivel global. Y téngase en cuenta que esa cifra no incluye el número de balseros que han arribado a ese país entre octubre/1/2021 y septiembre/30/2022, ascendente a 6 182; a los que habría que adicionar los 2,982 que llegaron entre octubre/1/2022 y diciembre/12/2022; para un total general de 9 164. Y tampoco están contabilizados los 17 487 cubanos que, según las autoridades mexicanas, hasta el 15 de diciembre ya habían solicitado refugio en ese país. Algunos otros casi seguro todavía están en transito por sur y centro América.
Finalmente, el mes de diciembre de 2022 culminó dando continuación a la tendencia a la aceleración de la migración hacia los Estados Unidos que se verifica desde el mes de junio. El número de cubanos llegados a ese país marca un récord para el flujo de personas observado para cualquier mes desde 1981, ascendiendo a 44 ,064 personas, casi igualando en un solo mes el monto absoluto del saldo migratorio registrado en 2012 (46 662), superando significativamente el éxodo hacia los Estados Unidos de la Crisis de los Balseros de 1994 (32 362).
En total, durante el año calendario 2022 el número de entrantes cubanos a ese país alcanzó 313 488. Ello representa poco menos de 3 % de la población media cubana (11 147 405), oficialmente publicada en 2021. Y, de hecho, esa magnitud prácticamente duplica la cantidad total combinada de emigrantes cubanos hacia los Estados Unidos de la crisis de Mariel en 1980 (126 407) y la crisis de los balseros de 1994 (32 362).
En todo caso, si se estimara el número total de emigrantes cubanos hacia cualquier destino, se alcanzaría la cifra de 369 393. Una cantidad que:
- Claramente supera el total de emigrados de los cuatro años consecutivos entre 1959 y 1962 (354 963).
- Supera a todos aquellos 333 457 emigrantes que salieron del país en el sexenio 1966-1971 durante el llamado “Puente Aéreo”, también conocido como los Vuelos de la Libertad.
- Con toda certeza constituye más de 3.3 % de la misma población media a la que antes se hiciera referencia.
- Virtualmente dos veces todas las salidas netas ocurridas, igualmente hacia cualquier destino, como monto total combinado de los años calendarios 1980 y 1994.
Y si se tomaran los últimos quince meses en el período que va desde 1ro. de octubre de 2021 al 31 de diciembre de 2022, que son los meses comprendidos en esta nueva crisis migratoria, se tendría entonces que hacia cualquier destino de los que se involucran los disímiles corredores migratorios que conducen la emigración cubana, se obtendrían 394 070 emigrantes en total, de los que 334 430 ya habrían entrado a los Estados Unidos. De ellos, los que lo hicieron entre el 1ro. de octubre y 31 de diciembre de 2022 (109 823), representan más de tres veces el monto total de la Crisis de los Balseros de 1994 (32 362).
Qué impacto podrá tener la recién anunciada política del presidente Biden para limitar la entrada de inmigrantes irregulares por la frontera sur con México anunciada el 5 de enero es difícil de predecir. Aunque contribuirá a reducir la avalancha migratoria, solo servirá como un paliativo para reducir la emigración cubana. Y esto por varias razones. La primera es que bajo esta concepción hasta 30 mil migrantes mensuales provenientes de Venezuela, Cuba, Haití, y Nicaragua podrán solicitar –siempre y cuando tengan un patrocinador que se responsabilice por su bienestar en los Estados Unidos-– un permiso temporal de hasta dos años de duración. Esta política programada para los próximos dos años, adoptada con el aval de México y que incluye la exclusión definitiva de migrantes que traten de cruzar la frontera sin previa autorización, “inicialmente se utilizará para aquellos que buscan una excepción de la orden de salud pública del Título 42,” que supuestamente pronto será derogada.
Asumiendo que una cuarta parte de esas entradas fuesen otorgadas a cubanos durante los próximos dos años, ello daría lugar al ingreso de 180 mil cubanos más. Además, la reactivación del acuerdo migratorio de 1994 entre Estados Unidos y Cuba garantiza que se le provean a cubanos no menos de 20 mil visas de inmigrantes anualmente. Por consiguiente, se puede concluir que durante los dos próximos años, aproximadamente 220 mil cubanos lograrán asentarse en los Estados Unidos –siempre y cuando los Estados Unidos no contabilicen a los llegados por medio de la política del patrocinio como parte de las visas acordadas bajo el acuerdo migratorio de 1994–, el equivalente de casi el 70 % de los que lo lograron en 2022. El promedio anual será casi el doble del número (66 516) que logró llegar a los Estados Unidos en 2016, el último año en que estuvo vigente en su totalidad el acuerdo de 1994.
En fin, la sangría migratoria no parece tener fin y se mantendría durante largo tiempo a medida que el acuerdo de 1994 siga en vigor y que muchos de los inmigrantes más recientes se naturalicen como ciudadanos norteamericanos y hagan uso del sistema de preferencias migratorias que da prioridad a la admisión de familiares, en particular los más cercanos. Aun así, se dice que no hay crisis migratoria hoy en Cuba, sin embargo, el primer elemento que la Organización Internacional para la Migraciones (OIM), en su definición, tiene en cuenta para reconocer la presencia de una crisis de esta naturaleza es precisamente la magnitud del flujo de emigrantes involucrados. Los números no mienten. A buen entendedor…
Implicaciones laborales de la emigración
En términos proporcionales, poco menos del 80 % son personas de entre 15 y 59 años. Lo que significa, evidentemente, un drenaje importante de población en las edades económicas fundamentales. Sin embargo, aún hoy y en el futuro próximo (no antes de 2030) no existiría escasez de fuerza de trabajo en ninguna medida. Fuera de la población económicamente activa hay poco menos de 3 millones de personas, aptas y calificadas para trabajar, que el modelo económico vigente no es capaz de absorber. Ya en el Censo de 2012 había aproximadamente 1,5 millones de personas que declaraban una situación diferente a trabajar y ni siquiera buscaban trabajo. A ellos se agregaron los poco más de 1 millón cuyos puestos de trabajo fueron cerrados al considerarse redundantes, excedentes. Así que de los 7.6 millones de personas con edades entre 15 y 64, aptas para trabajar, lo que se considera como recursos laborales, solo están empleadas poco más de 4 millones.
Y eso no tiene nada que ver con el proceso de vejez demográfica experimentada por la población. En términos de la razón de sustento, ellos representan hoy más de dos trabajadores efectivos por cada persona menor de 15 o de 65 años y más. A pesar de que el llamado bono demográfico ya se extinguió, aún permanece abierta lo que se llama la ventana de oportunidad demográfica que la población lleva años ofreciéndole al modelo económico sin que este sea capaz de aprovecharla.
Los recursos laborales en Cuba no son escasos. Son desaprovechados, derrochados. Lo que, entre otras cosas, también constituye un determinante factor de rechazo que, combinado con otros presentes en el país, empujan a la población a emigrar. El impacto fundamental es que, de mantenerse esos niveles de salida, al momento de cierre de la ventana de oportunidad demográfica se aproximará al momento actual, acercándose en el tiempo.
La emigración y la vejez demográfica
Y en un largo plazo el costo económico será aún mayor, ya que en un contexto de país desgastado y pobre, con una infraestructura arruinada y obsoleta, muy baja productividad, endeudado internacionalmente y sin reservas financieras –públicas o privadas-–, Cuba se verá forzada a confrontar la realidad de una población con su estructura de edades en plena vejez demográfica, en la que el creciente número de individuos en la tercera edad que se convertirá en el boom de las jubilaciones y sin ahorros, requerirán crecientes y costosos servicios sociales y de salud en ausencia de los recursos imprescindibles.
También es plausible asumir que a pesar de los nexos filiales y personales, las preferencias familiares que forman parte de la política inmigratoria estadounidense no necesariamente serán utilizadas para beneficio de individuos de la tercera edad, ya que su uso conlleva que familiares y personas reclamantes económicamente prósperas asuman la responsabilidad financiera a fin de que los recién llegados no se conviertan en carga pública. Por ende, la emigración continua seguirá agravando, en lugar de aliviar, las consecuencias del envejecimiento demográfico. La pregunta entonces sería: ¿Cómo en medio de tal bancarrota, en la que apenas hoy se pueden satisfacer las necesidades fundamentales, comenzando por la canasta básica, podrían financiarse pensiones dignas cuando no se cuenta con las reservas necesarias ni con el mercado de valores que puedan sustentarlas?
Tanto o más crítico todavía es que el modelo económico vigente ha impedido que los propios ciudadanos, como ocurre en muchos otros países, tanto ricos como en desarrollo, ahorren o inviertan parte de los salarios devengados durante sus años de actividad laboral para poder al menos parcialmente financiar su sustento una vez pasado su período de vida económicamente activa.
A lo anterior se le deben añadir las expectativas populares, hoy frustradas, de acceso a niveles mínimos de servicios, fraguadas durante décadas cuando el modelo económico imperante –hoy exhausto– fue sustancialmente subsidiado, primero por la Unión Soviética y el campo socialista, y más recientemente por Venezuela, así como por préstamos ofrecidos por muchos países. Solo en contadas ocasiones estos han sido pagados. Se trata de un cuadro desalentador en un país cuyo gobierno alega querer atraer inversión extranjera pretendiendo desconocer que para hacerlo tendría necesariamente que competir con otros destinos que no solo ofrecen mejores mercados potenciales, sino igualmente un entorno que incentive la inversión privada y las garantías legales.
Las cargas fiscales que directa o indirectamente tendrán que ser asumidas por los inversionistas extranjeros conllevarán por fuerza un costo adicional si esa creciente masa de ancianos desprotegidos ha de ser provista de una existencia si no holgada, al menos digna. Las tendencias demográficas actuales no son auspiciosas en cuanto a la competitividad internacional de Cuba para atraer el capital privado. ¿Qué queda? ¿Las remesas de los emigrados? Pero aun su creciente peso en la economía cubana puede no ser sustentable en el largo plazo a medida en que las cada día menos numerosas familias cubanas logren reunificarse en el extranjero gracias a la emigración creciente.
En todo caso, entre 2007 y 2017 el Índice de Desarrollo Humano de Cuba cayó desde el puesto 51 al puesto 73 en el ranking internacional. Pero luego, de 2017 a 2021, cayó hasta el lugar 83, perdiendo otros 10 lugares, arrastrado entre otras cosas por la pérdida de 6.2 años de esperanza de vida al nacer. Un retroceso de 32 lugares en tan solo 15 años. No hay otro país que haya retrocedido tanto en términos de Desarrollo Humano. Pero en Macondo no ha pasado nada, ni está pasando…
El futuro y la dinámica demográfica
Tampoco se reconoce que la estampida migratoria de los últimos quince meses ya alcanza a representar una pérdida de población de 3.5 % del número total de habitantes, independientemente de cómo las autoridades estadísticas en La Habana decidan calificar a aquellos que se marchan del país. Es una magnitud solo observada en contextos de conflicto armado.
Pero se dice que no hay crisis migratoria, aunque sí se alega que el país confronta un reto demográfico, dados sus bajos niveles de fecundidad. Desde esa óptica, se plantean supuestas soluciones que no solo ignoran los verdaderos problemas inmediatos como la emigración desenfrenada, sino que también, además de tener pocas posibilidades de éxito (promover un alza en la fecundidad), tienden a agravar otros al mediano y largo plazo (las ya elevadas y crecientes tasas de dependencia asociadas con el envejecimiento). Tampoco se reconoce abiertamente que hay pobreza, sea esta relativa, absoluta, multidimensional o como se le quiera llamar según la metodología que se utilice.
Mientras tanto, el modelo no parece reaccionar ante nada de ello. De hecho, sobre estos temas no aparece nada en los documentos oficiales rectores de la política económica. Como tampoco aparece nada sobre la insatisfacción de las expectativas creadas en la población por el propio modelo durante más de 60 años. Pero de esos mismos sueños inalcanzados están empedrados los corredores migratorios por donde se está yendo esa emigración que hoy causa tanta angustia.
Visto de otra manera, habría que preguntarse: ¿no es igualmente esa masiva emigración la expresión, a través de la salida, de una voz insatisfecha que reclama el cambio? En todo caso, el éxodo del desacuerdo no es la garantía de la continuidad.
*Este artículo se reproduce con la autorización de Horizonte Cubano, publicación del Cuba Capacity Building Project de la Facultad de Derecho de la Universidad de Columbia.