Por Tadgh Tobin, Nottingham Trent University
El juicio por violación masiva que conmocionó a Francia está entrando en su fase final después de diez semanas. Pero sus implicaciones sobre cómo concebimos la violencia sexual y quién la sufre durarán mucho más tiempo.
Gisèle Pelicot, de 72 años, testificó sobre los abusos sexuales repetidos y prolongados de su exmarido. Dominique Pelicot admitió en noviembre de 2020 haber drogado a su entonces esposa durante casi una década y haber reclutado a decenas de otros hombres para violarla. Hay otros 50 hombres procesados además del exmarido de Pelicot.
Gisèle Pelicot decidió renunciar a su derecho al anonimato, que tienen en Francia las víctimas de delitos sexuales. Al hacerlo, ha abierto la puerta a una dura conversación sobre la violación en las relaciones y los matrimonios. Como ejemplifica este caso, las realidades de la violencia sexual pueden ser muy distintas de lo que la gente considera “típico”.
El estereotipo de violación (y de otros delitos sexuales en general) consiste en una víctima femenina, joven, atractiva y solitaria que es atacada por un varón desconocido, por la noche, en un lugar público. El agresor puede utilizar un arma y la víctima se resiste físicamente al ataque.
Muy pocos casos cumplen todos estos criterios. La mayoría son drásticamente diferentes. Por ejemplo, muchos supervivientes de violación pueden ser hombres, mayores o discapacitados. Sus agresores pueden ser personas que conocen y en las que confían o pueden ser encantadores y generosos, y la agresión puede tener lugar a puerta cerrada. En el caso de las víctimas femeninas, el agresor más comúnmente denunciado es una pareja íntima (46 %), y en el caso de las víctimas masculinas, es un conocido (38 %).
Pelicot es una superviviente de edad avanzada, victimizada en su propia casa por su exmarido y otros conocidos. Esto se aleja mucho del estereotipo del “peligro de los extraños” y habla de la cruda realidad de que la mayoría de los casos de violencia sexual se producen entre personas que se conocen y en espacios privados, a menudo el domicilio del agresor o de la víctima.
Si una víctima considera que no cumple los criterios típicos de violación o agresión sexual, puede minimizar su propia experiencia o no darse cuenta de lo que ha ocurrido. Esta experiencia es especialmente frecuente en los casos de abuso marital o relacional y entre las víctimas masculinas, donde los supervivientes pueden no darse cuenta de que su consentimiento era importante o necesario para que se produjera el acto sexual.
En consecuencia, es menos probable que los supervivientes no estereotipados busquen apoyo tras su victimización y, en ocasiones, es más probable que experimenten resultados negativos en su salud física, mental y sexual.
Creer a las víctimas
Las víctimas o los casos que son diferentes al estereotipo a menudo pueden ser descartados, experimentar vergüenza, culpa y culpabilización de la víctima por parte de los demás, incluido el sistema judicial.
Las investigaciones han demostrado que los casos de violencia sexual no estereotipados tienen más probabilidades de no ser creídos o resultar descartados, y que tienen más probabilidades de resultar en un veredicto de inocencia. Los supervivientes varones, discapacitados y mayores de violaciones o agresiones sexuales son menos propensos a denunciar o a revelar sus experiencias a la policía o a los círculos sociales por miedo a que no se les crea o a que no se les trate bien.
Muchas víctimas, estereotipadas o no, tienen experiencias negativas cuando buscan ayuda o denuncian. Estos casos tienen menos probabilidades de ser asumidos por la policía y las víctimas se enfrentan a más barreras para acceder al apoyo a través de fuentes como organizaciones benéficas contra el maltrato doméstico.
Se ha descubierto que tener experiencias positivas al revelar su experiencia, ya sea socialmente o con la policía, mejora en gran medida los resultados de las víctimas y el crecimiento postraumático. También hace más probable que busquen apoyo y denuncien futuros incidentes. Es importante tratar a todos los supervivientes con el mismo grado de creencia y respeto, aunque no se ajusten a tu idea de lo que “deberían” ser las víctimas de violación o agresión sexual.
Cualquiera puede ser víctima de una agresión sexual. El caso de Gisèle Pelicot, aunque extremo en su naturaleza, es un hito. Se ha convertido en una heroína feminista en Francia, y con razón. Su voluntad de hablar abiertamente de sus experiencias ya está ayudando a disipar estereotipos sobre quién sufre abusos domésticos o sexuales y cómo se espera que actúe.
Esta conversación debe continuar, para aumentar la probabilidad de que más víctimas accedan al apoyo que necesitan y, si denuncian o revelan su situación, que la experiencia sea positiva y de apoyo.
Tadgh Tobin, PhD Candidate, Forensic Psychology, Nottingham Trent University
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.