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En 2015, cuando Donald Trump anunció sus aspiraciones presidenciales con aquella diatriba contra los inmigrantes mexicanos —a quienes acusó de “asesinos y violadores”—, muchos de ustedes miraron hacia otro lado. “No es con nosotros; allá esos indios, inadaptados e izquierdistas”, comentaron a la hora de la cena. “Nosotros somos distintos”, repetían. “Somos el exilio cubano”.
Luego, cuando arremetió contra los musulmanes y, ya como presidente 45, impuso su primera prohibición de viajes, también lo respaldaron. Al fin y al cabo, “burkas vemos, caras no sabemos”.
En septiembre de 2024, en la recta final de los pasados comicios presidenciales, Trump anunció de forma explícita su intención de eliminar el Parole Humanitario y la aplicación CBP One. La amenaza se publicó en todas partes. Pero, nuevamente, un sector mayoritario del exilio la ignoró, aun cuando muchos acababan de traer a familiares desde Cuba gracias a ese programa, o tenían amigos amparados por ese estatus. Simplemente, no les importó. Para entonces, el candidato de MAGA había pronunciado un rabioso discurso antiinmigrante en su campo de golf de El Doral, interrumpido por encendidas ovaciones de la audiencia.

Le dieron el cheque en blanco
Llegó el día de las elecciones y le dieron el cheque en blanco, condenando de paso a miles y miles de compatriotas, incluyendo familias y amigos, al estreno de una “Era del Miedo” inédita en 66 años de exilio. Nadie podrá decir que no estaba avisado.
Con el inicio de la nueva Administración, el secretario de Estado Marco Rubio —hijo y nieto de cubanos, con un abuelo que evitó la deportación gracias a la Ley de Ajuste Cubano— borró de un plumazo el TPS para cientos de miles de refugiados venezolanos. Luego repitió el castigo con nicaragüenses, haitianos y hondureños. “No se puede hacer nada”, justificaban muchos en la comunidad cubana. “Son vagos, pandilleros, descuartizadores del Tren de Aragua, infiltrados, gente de baja calaña”.
Ya en marzo de 2025, Trump canceló de un plumazo los programas de Parole Humanitario para cubanos, venezolanos, haitianos y nicaragüenses. Más de medio millón de personas quedaron bajo peligro inmediato de deportación, entre ellas unos 110 mil cubanos. Sus familiares. Sus amigos. ¿Los recuerdan?
Pero, una vez más, muchos voltearon la cara ante el atropello, e incluso aplaudieron los insultos de un sujeto resentido y fracasado de turbante, que desde una pantalla denigraba a sus seres queridos llamándolos “pan con bisté”. Un antiguo “compañero” de una emisora de La Habana que solo “se enteró” de la represión en Cuba casi 20 años después de vivir en Miami.
Anestesia ante el dolor ajeno
Lo cierto es que la triste historia de represión contra los hispanos apenas comenzaba.
Cuando las pandillas enmascaradas de ICE empezaron a perseguir y arrestar personas en las calles de Estados Unidos por el color de su piel o simplemente por hablar español, hubo algunas quejas, pero otra vez un número significativo de nuestros compatriotas volteó la mirada, mientras el coro repetía el estribillo de “pandilleros y criminales”. La verdad era otra: muchos de los arrestados eran trabajadores de la construcción y la agricultura, estudiantes camino a la escuela, maestros a las puertas de sus colegios.
Ni siquiera reaccionaron ante las chocantes imágenes de mujeres perseguidas en las calles, embarazadas y jovencitas aterrorizadas, familias separadas a la fuerza en las cortes tras fallos judiciales diseñados para facilitar las deportaciones en serie. Un simple scroll down a la pantalla servía de anestesia ante el dolor ajeno.
El silencio atronador de esta comunidad
Entonces pusieron la lupa sobre los cubanos. Primero se enfocaron en los I-220B; luego fueron tras los I-220A. Al inicio, gradualmente, tanteando el terreno y midiendo la reacción pública. Pero no hubo más que algunas protestas aisladas. Así que fueron más lejos: acosaron a los camioneros, arrestaron y deportaron a Cuba a madres y padres sin antecedentes criminales, algunos con hijos pequeños gravemente enfermos. Víctimas de la misma dictadura que todos nosotros. Ancianos con faltas relativamente menores cometidas muchas décadas atrás fueron arrojados a celdas como criminales indeseables. Hubo muertos. Y silencio. El silencio atronador de esta comunidad.
Seguidamente, la escalada antiinmigrante cobró un nuevo impulso. En pleno corazón de Miami, el gobierno levantó en pocos días el infame Alligator Alcatraz, una afrenta directa al orgullo del exilio cubano, que mantenía la cabeza clavada en la arena, incapaz de articular respuesta.
ICE llenó aquellas jaulas de inmigrantes —muchos cubanos, muchos inocentes de todo crimen— y les dispensó un trato animal (Amnistía Internacional ha denunciado incluso torturas). ¿Y qué hicieron los congresistas de Miami? Mario Díaz-Balart, María Elvira Salazar y Carlos Giménez aplaudieron las operaciones del campo de detención, justificando así el peor episodio de xenofobia en la historia del exilio cubano. A decir verdad, no fueron los únicos; una parte considerable del exilio abandonó a su suerte a otros cubanos.
¿Y el exilio? Bien, gracias
Día tras día, la Casa Blanca multiplicaba las medidas de acoso contra los refugiados de Cuba. A decenas de miles de beneficiarios del Parole Humanitario —personas que llegaron al país al amparo de un programa federal— les retiró el permiso de trabajo, arrebatándoles la posibilidad de llevar comida a sus mesas. Cuando jueces de distintas instancias bloquearon esas medidas, Trump respondió con una ofensiva en las cortes de apelación, replicando el mismo patrón de persecución legal aplicado contra los refugiados con estatus I-220A.
¿Y el exilio? Bien, gracias.
Representantes federales y propagandistas de las redes se complotaron para atacar a Joe Biden, el hombre que abrió las puertas de Estados Unidos a más cubanos que todos los presidentes juntos desde George Washington. Lo culparon de la crisis al haber aceptado a un significativo número de cubanos bajo el estatus I-220A, cuando fue justamente Trump quien estrenó esa fórmula en enero del 2017.
Ninguna operación de demagogia primitiva podrá borrar la verdad: los I220A de Biden recibieron permisos de trabajo, crearon negocios, compraron casas, muchos formaron familias y tuvieron hijos. Donald Trump rompió el récord de deportaciones de cubanos en su primer mandato (3385). Y ahora los vuelve a perseguir y deportar con obstinada crueldad.

Personas de “países de mierda”
Enfocada en eliminar la Enmienda 14 de la Constitución, la Casa Blanca de Trump libra paralelamente otra de sus múltiples batallas en la Corte Suprema para acabar con el derecho a la ciudadanía por nacimiento, una verdadera amenaza para muchas familias en nuestra comunidad. De lograrlo, convertirá en apátridas a los hijos de muchos exiliados, si tuvieron la desdicha de nacer cuando sus padres aún no eran ciudadanos americanos.
La pregunta no es de índole política, sino existencial: ¿Seguirá en silencio el exilio cubano cuando desde el poder se denigra a los inmigrantes y refugiados como personas de “países de mierda” y “veneno para la sangre de la nación”?
¿Continuará congelado en el miedo o la desidia ahora que Trump paralizó todos los trámites migratorios —residencias, ciudadanías— usando como excusa el atentado de un afgano excolaborador de la CIA? ¿Cuándo, válgame Dios, los exiliados cubanos cometieron un ataque terrorista contra la nación que los acogió?
¿Seguirá silente nuestra comunidad tras la suspensión del Programa de Reunificación Familiar creado en 2007 por George W. Bush?
¿Continuará mirando hacia otro lado mientras extremistas fanáticos como Stephen Miller amenazan con desnaturalizar a quienes “no amen al país (esto es, a quienes se opongan al programa del trumpismo, al más puro estilo del experimento estalinista cubano)”?
¿Seguirá indiferente el exilio mientras ICE ensaya sus primeras cacerías en Miami?
¿Qué hará nuestra comunidad cuando…?
- Inicien las redadas en Hialeah.
- Despojen de la ciudadanía por nacimiento a sus hijos.
- Echen del país a padres y abuelos que usaron programas legales de asistencia.
- Intenten desnaturalizar a personas por practicar activismo político legítimo.
- Eliminen la Ley de Ajuste Cubano.
- Y, finalmente, cuando los coloquen a ustedes mismos contra la pared por compartir un simple post crítico en redes sociales.
Ya no se trata del extraño, del otro, del vecino de al lado. Están deportando cubanos a la misma dictadura comunista de la que huyeron. La que estableció Fidel Castro en 1959.
Usted, nosotros, podríamos ser los próximos.
*Publicado originalmente en CiberCuba. Se reproduce con la autorización expresa de su autor.












