Tal vez haya que rendirse a las evidencias de que, a la altura del siglo XXI, la humanidad ha perdido la capacidad para imaginar soluciones civilizadas y, una y otra vez acude a la guerra, la más brutal de las opciones. Ante la inconveniencia de apoyar a cualquiera de las partes en los conflictos armados en curso, más vale exhortarlas a recobrar la cordura y procurar la paz. La ONU no puede hacerlo porque, en lugar de ser parte de la solución, lo es del problema.
Estoy espantado por las dimensiones y la brutalidad del más reciente capítulo del conflicto israelí-palestino, una tragedia iniciada hace 75 años y que emula la violencia de todas los anteriores. Sin intentar añadir a la cobertura que desde el terreno realizan los profesionales que reportan en directo, trataré de contextualizar los trágicos sucesos que enlutan pueblos y crean riesgos para la seguridad regional y global. El hecho más notable es que la guerra trasciende a Europa y vuelve a ser protagonista.
En la universidad escuché a un catedrático resumir la génesis del conflicto entre Israel y Palestina o, entre el estado judío y el mundo árabe que, aunque tengan un origen común, son diferentes en pocas palabras. “Partición de Palestina 1947”.
La partición de aquel territorio no se realizó porque fuera buena para Palestina, sino porque lo era para los judíos y para los países europeos, que así pensaban librarse de un componente por lo menos incómodo de sus sociedades donde el antisemitismo estaba enraizado.
La decisión fue favorecida por el reparto de zonas de influencias derivadas de la II Guerra Mundial y por el hecho de que Palestina estaba bajo administración británica en virtud de un “mandato” otorgado por la Sociedad de Naciones al concluir la Primera Guerra Mundial.
La resolución de la Asamblea General de la ONU (entonces formada por 57 países), para la partición de Palestina, fue aprobada por 33 votos a favor, 13 en contra y 10 abstenciones. A favor votaron 13 países europeos, 15 de las Américas, dos de Oceanía e igual número de África y uno de Asia. Entre los votos a favor estuvieron los de tres miembros permanentes del Consejo de Seguridad: Estados Unidos, Unión Soviética y Francia. Gran Bretaña se abstuvo por ser la potencia administradora y China por sus propios motivos.
De los 13 países que votaron en contra, ocho eran del Oriente Medio y África del Norte, tres asiáticos, uno europeo (Grecia) y uno latinoamericano (Cuba) y de las 10 abstenciones, seis fueron latinoamericanas (Argentina, Colombia, Chile, El Salvador, Honduras y México. Dos de Asia (China y Tailandia), una de Europa (Yugoslavia) y Etiopía de África.
Ninguno de los países islámicos, árabes o africanos, entonces miembros de la ONU, votó por la partición que se realizó para crear en Palestina un estado judío y otro árabe. El 14 de mayo de 1948, al cesar el mandato británico, los judíos proclamaron el Estado de Israel mientras los palestinos no lo hicieron.
En realidad, Palestina, que bajo el mandato era una colonia británica, carecía de un liderazgo nacional propio, no participó en los debates sobre la partición y tampoco en la decisión de invadir al recién proclamado Estado de Israel, cosa que, en su nombre, hicieron los países árabes que entonces comenzaban despuntar como entidades independientes. Siria, Líbano y Jordania lo hicieron en 1946, Egipto proclamó la República en 1952, Sudán en 1955, Irak en 1958, Yemen del Norte en 1962, en ese mismo año lo hizo Argelia, y Libia en 1969.
En realidad, la llamada primera guerra entre cinco países árabes contra Israel fue una confrontación entre mal armados, peor dirigidos y escasamente motivados destacamentos de gendarmería, remanentes de la dominación colonial, al servicio de impopulares monarquías, frente a bien armadas y entrenadas formaciones de judíos que lucharon por tierras conquistadas, con el recuerdo y la ira del holocausto.
El mismo día de la proclamación, Estados Unidos reconoció a Israel, tres días después lo hizo la Unión Soviética.
En 75 años de crisis, guerras e intensas negociaciones, Estados Unidos, sostén de Israel, a la vez que aliado e interlocutor de Arabia Saudita, Turquía, Egipto, Jordania, Líbano, circunstancialmente de Siria y por largos períodos de Irán, así como otros miembros del Consejo de Seguridad, no ha logrado resolver una explosiva situación que, como ahora ocurre, pone el peligro la paz en la región y la seguridad global.
Las potencias del Consejo de Seguridad, que no lograron mediar con éxito en el conflicto árabe-israelí, no han favorecido los intereses legítimos del pueblo palestino y para colmo ahora combaten entre sí en Ucrania; parecen incapaces de conjurar la escalada de un conflicto demasiado largo.
Luego les cuento sobre algunos aspectos que deben ser conocidos para apreciar la situación actual. Allá nos vemos.
Nota:
Este texto se publicó originalmente en el diario mexicano Por esto! Se reproduce con la autorización de su autor.