El huracán de pasiones que desató la visita a Cuba de la actriz Ana de Armas estuvo a punto de llevarse por delante una anécdota que escapó a los rifirrafes en las redes, para flotar a salvo sobre las tóxicas trincheras de la política.
Con miles de likes y cientos de comentarios, los usuarios impidieron que el fuego cruzado de las opiniones —muchas veces ácidas y casi siempre vehementes— sobre las obligaciones de las celebrities arrinconara el suceso: una versión en estética funko del personaje de Blonde (2022), con el que la cubana nacida en el ronero poblado de Santa Cruz del Norte en 1988 y nacionalizada española definitivamente selló su lugar en el star system.
La autora del obsequio disfrutó también sus minutos de fama mientras se repetía a sí misma “no me lo creo”, al leer la explosión de posteos en torno a su regalo a la actriz y ver a la propia estrella de Hollywood mostrarlo complacida en sus manos.
Bautizada con un nombre hebreo que significa favorecida por Dios, Hanny Valenciaga Díaz, 27 años, locuacidad natural y laboriosidad adictiva y aversión mediática, nació en Bejucal, la localidad que primero que toda Latinoamérica y el Caribe, inauguró el ferrocarril en 1837, en una línea que lo conectaba con la capital de la isla colonial y cuya estación ha trascendido más como socorrido set cinematográfico que punto de transportación.
Un microwave para una principiante
Quien rastree en la familia de Hanny algún artista, perderá su tiempo. No hay uno. Ella es la primera y todavía no sabe por qué escogió ese camino. Cosas del destino, supone la graduada de Comunicación Social en 2019.
Lo cierto es que en materia de muñequería es casi una soberana autodidacta. Salvo consejos puntuales obtenidos en YouTube y de algunos colegas en grupos de WhatsApp, Hanny no tuvo formación técnica en la cerámica fría. El método de prueba y error condujo la experiencia, con su cuota de éxitos y fracasos.
Al principio se le quemaban los engrudos en la sartén. No había un manejo adecuado del tiempo de cocción de una jalea a base de maicena, acetato, crema humectante, aceite y vinagre.
Antes de emigrar, una colega resolvió el desaguisado. Le regaló sus instrumentos de ceramista y un microwave, todo un tesoro de la civilización en el que cocer la mezcla sin chamuscarla. Sin embargo, fue cronometrar el proceso la clave del éxito.
Epifanías. De la plastilina a los funkos
El origen de esta historia radica en el interés de Hanny por recrear el mundo de los personajes animados que veía en la televisión durante su infancia, y su afán inclaudicable de corporizarlos para jugar con ellos en solitario.
“Era muy muy introvertida. No me gustaba salir de la casa ni jugar fuera de ella. Solo ver muñequitos. Me apasionaban ciertos personajes infantiles, pero no había manera de acceder a ellos como juguete. No se vendían en las tiendas ni yo tenía parientes en el extranjero que me los enviaran”, rememora durante una larga charla con OnCuba en su apartamento habanero.
La solución temporal a sus demandas lúdicas la halló en la plastilina. Tenía 11 años cuando intentó reproducir a Bolek y Lolek, también a Lilo y Stitch, Elpidio Valdés, Tom y Jerry; algunos personajes de la serie mexicana Una película de huevos, y D’artacán. Entre otros, fueron sus primeras epifanías.
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La plastilina fue un sucedáneo de los juguetes fabricados, pero tenía en los veranos a su peor enemigo. El calor deformaba las reproducciones. Sin embargo, su calidad gráfica fue una noticia que se regó por el pueblo de San José de las Lajas, a donde su familia se mudó desde Bejucal. Incluso, avisados por la madre de Hanny, algunos diseñadores la visitaron y le recomendaron estudiar diseño en el futuro.
Sin embargo, el proyecto de los juguetes artesanales quedó postergado. Hanny se olvidó del asunto cuando entró en la enseñanza media y preuniversitaria. Se entregó a los estudios para lograr matricular su carrera de comunicadora.
Mientras ejercía el servicio social, sobrevino la pandemia de COVID-19. Reclusión obligatoria en casa. Cuotas de aburrimiento y desasosiego ante la incertidumbre. Y, de repente, el efecto mariposa y la segunda epifanía.
Apareció una tía que hacía manualidades y, para más, tenía algo de acetato en su casa.
“Ahí empecé a hacer algunas cosas… horribles. Lo más feo del universo”, reconoce. Pero los sueños de artesanía de Hanny volvieron a echar a andar. Y hasta hoy.
Insumos y peligros
¿Conseguir los insumos y las materias primas es cosa homérica?
Algunas materias primas las importo. Hago una exploración en Amazon de las que necesito. Los importadores te cobran el doble o el triple del precio de mercado de los productos.
Y en el mercado cubano…
Algunas materias primas existen aquí. El acetato y la maicena por ejemplo, pero llegar a ellos es complicado.
¿Para los colores cómo haces?
En el extranjero; compras la masa del color que te hace falta para tus piezas. Aquí tengo que crear los colores, porque solo trabajo con los colores primarios, y se hace muy difícil prever su cantidad. Por tanto pecas por exceso.
Imagínate que el tinte para el cabello de un funko se te acabe a la mitad. Después la mezcla de ese mismo tono tal vez nunca vuelvas a conseguirla. Es una locura.
¿Cuál es el tiempo de producción de una pieza?
Yo me levanto a las 9 de la mañana y termino de trabajar cuando me acuesto, que como promedio será a la medianoche. Calculo que unas doce horas como promedio.
¿Ese tren de laboriosidad comporta riesgos de salud?
Yo no usaba espejuelos. Mi problemita de columna está peor. Me he intoxicado con los vapores de las mezclas y las tintas.
¿Has pensado en un ayudante?
No me gusta la idea. No veo la posibilidad de alguien que me ayude en la productividad de mi trabajo que no interfiera en el proceso creativo o su acabado. Sin autosuficiencia, nadie crea igual que otra persona y sería sacrificar mi sello de identidad.
¿Cuáles han sido tus líneas de trabajo?
Al principio hacía aretes, imanes para el refrigerador, pines para las mochilas, pulseras, un montón de cosas. Ahora solo hago personajes en versión funko o en su versión animada, lo más cercano al original.
Personajes y personalidades
¿Personajes preferidos?
Me gustan muchísimo los autores y personajes relacionados con el arte. Van Gogh, Poe, la Venus de Botticelli, el David de Miguel Ángel. También los personajes cinematográficos. Scarface por Al Pacino, el Bickle de Robert de Niro, la Coraline de Henry Selick.
¿Y personalidades cubanas?
He hecho varios Martí, el último inspirado en una pintura de Fabelo. También a Santiago Feliú, ante una petición especial que me hizo una persona cercana. Igualmente trabajé las figuras de Rubén Darío Salazar y Zenén Calero.
¿Cuál ha sido el más trabajoso?
Un manga, Jiraiya. Estaba colocado encima de una rana gigante. Por cierto, no me agrada hacer mangas. Tampoco soy fan de los superhéroes de Marvel o DC.
¿Qué tal la durabilidad de las piezas?
Pueden durarte toda la vida. Ahora, no pueden someterse a altas temperaturas, tampoco tocar el agua o los ambientes húmedos. De las cucarachas ni hablar. Se las comen, por el contenido de maicena. Para quitarles el polvo debe usarse un pincel seco. ¡Ah! Y siempre advierto que no se trata de un juguete.
¿Has rehecho alguna vez una pieza por inconformidad?
Sí, claro. Recuerdo que el tono de verde que le di a Shrek no me convenció. Y lo repetí para acercarme al color original del personaje.
¿Deseos insatisfechos?
Hacer personajes clásicos del cine cubano. También de la música. No hay nada al respecto hasta ahora, pero pocos se interesan por eso, y trabajo por encargo. La mayoría solicita personajes estadounidenses o europeos. Tampoco las instituciones han dado señales de interés.
¿Cuál es el próximo funko?
“La joven de la perla”, de Veermer, para junio.
¿Y después, quién está en cola?
Padura.
De Taxi Driver a Blonde. La conexión García
“Lo de Ana de Armas me marcó… Me marcó demasiado”, dice Hanny, repitiendo el verbo para ilustrar la conmoción de esta pequeña historia de la que todavía vive el vértigo.
Todo comenzó a comienzos del año pasado con una llamada de Deymi D’Atri. Sin más señas que su propio nombre, la documentalista y fotógrafa quería una reproducción de un insomne asesino: Travis Bickle.
No había nada de qué preocuparse. Era un regalo para su marido. A los días de la entrega de un De Niro con gafas de sol, cabezón, con su infaltable lunar en la mejilla derecha, y pelado neonazi, Hanny recibió una foto por WhatsApp con el destinatario de la pieza.
“¡Dios mío, Dios mío!”. Solo atinó a exclamar la artesana cuando identificó al conocido actor Luis Alberto García, sonriendo junto al muñeco, remedo de uno de los personajes inoxidables de toda la filmografía del estadounidense Martin Scorsese.
La familia de Hanny es devota del cine nacional. Película que se haga en la isla, película que consumen, y el propio García es premiado con el calificativo de icono.
“Es una maravillosa persona; al menos conmigo ha sido excelente. No puedo agradecerle más de lo que le he agradecido… Creo que sí, que puedo seguir agradeciéndole”, concede Hanny, cuyo trabajo de Bickle fue elogiado por el Elpidio de La vida es silbar.
Recrear este protagónico de la cinta de Fernando Pérez, de 1998, fue justo el segundo encargo, ya hecho directamente por Luis Alberto.
“Espectacular”, fue el adjetivo que encontró García para calificar la nueva entrega de Hanny.
Para entonces, ella había hecho una Marilyn Monroe por encargo, basándose en la famosa escena del vestido levantado en un respiradero del metro de Nueva York en La tentación vive arriba (1955), un clásico de Billy Wilder.
La pieza fue publicada por la propia ceramista en Facebook, con un pie de foto presto para la divinización: “Ana de Armas es mi pastora y nada me faltará”.
Con ello homenajeaba el éxito de la actriz, quien por esos días triunfaba en el festival de Venecia, donde premiaron su trabajo en Blonde con 14 minutos de ovación.
Y en este punto de la historia, nos acercamos al gran acontecimiento.
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Entre la incredulidad y el corre-corre
Cuando se aproximaba el viaje de Ana de Armas a La Habana para celebrar su cumpleaños 35, su amigo Luis Alberto quería agasajarla con una Marilyn Made by Hanny, identidad del emprendimiento.
“Cuando me lo pidió me quedé en silencio; tanto, que él me pregunta si sigo en la línea”, recuerda la artesana, quien en ese primer momento descreyó que tal oportunidad sería luego una realidad en manos de la actriz. “Me dije: Eso no va a pasarme a mí”.
Sin embargo, a traición de su propia incredulidad, mandó a confeccionar el estuche con una foto de Ana de Armas interpretando el personaje, y el título de la controvertida película del australiano Andrew Dominik.
Todo había quedado en un compás de espera, cuando Hanny recibe una llamada apremiante de García pasadas las 2 de la madrugada. Le anunciaba el arribo inminente de la actriz y la necesidad de tener el funko para el 30 de abril. El plazo era estresante.
“Tranquilo, que eso va estar”, respondió la ceramista en medio de una crisis de ansiedad personal y otra nacional de combustible que enrareció el proceso de fabricación y entrega de la pieza.
Finalmente, el obsequio llegó a manos del actor, quien la noche del cumpleaños de su amiga, logró felizmente entregárselo. Era una Marilyn más cercana a la versión de Blonde que a la original, con detalles como una cara más pequeña y los ojos más ovalados o la forma del peinado. El resto era la pose, compartida por ambas figuras, que recreaba la sensual escena de Wilder.
Pero cerca de las 3 de la madrugada del primero de mayo, Hanny ignoraba la suerte corrida por su pieza. Esperaba ansiosa cualquier señal y había perdido las esperanzas, hasta que las fotos irrumpieron en su móvil.
“No podía creerlo, empecé a gritar y desperté a mi novio, y pese a sus advertencias por la hora, publiqué las fotos en mi cuenta de Instagram. Quería compartir mi felicidad con todo el mundo”.
Al poco tiempo, como si muchos también esperaran el desenlace del regalo, las imágenes de una sonriente Ana de Armas mostrando su versión funko de Blonde se viralizaron en las redes, rebasando los 500 comentarios y los 3 mil likes.
“Fue increíble. Yo estaba en las nubes. Me hacía mucha ilusión que ella, como cubana que ha triunfado tanto, tuviera algo hecho por una compatriota”, valora la ceramista, quien ha perseguido la carrera de Ana de Armas desde su aparición en la serie española El internado, que arrancó en 2007.
En la foto, Ana de Armas evidencia una complacencia admirativa con tu funko personalizado… ¿Lo compartes?
Bueno, ella es actriz… Así que no sé. (Risas) Luis Alberto me dijo que la amó… Sinceramente, nada esperaba. De verdad es demasiado grande, demasiado grande para mí.
Post Scriptum
Al igual que Apple, la empresa Funko nació en un pequeño garaje en 1998. Tres amigos querían reconvertir la imagen de sus personajes favoritos en figurillas, pero pretendían evitar una estética trillada. La primera idea que les surge es la de un hombre con un ordenador como cabeza.
Actualmente, Funko es una empresa de juguetes de Estados Unidos, famosa principalmente por sus figuras coleccionables de vinilo en forma de muñecos cabezones. La compañía debe su nombre al concepto de diversión: un juego léxico con los términos “fun” y “company” (compañía de diversión), que se fusionó en Funko.
Los funko pop son figuras con un diseño peculiar, pero como nada sale de la nada, se basan en el concepto japonés chibi: estilo específico de dibujo en el que los personajes son retratados de una forma exagerada. Por lo general, presentan características como cuerpos reducidos y cabezas extra grandes en comparación con el tamaño con el resto de la fisonomía.
Incluso, un personaje animado como Betty Boop, que por su morfología podría pertenecer a la familia de los funko, fue creado mucho antes de la empresa de marras, en 1926, por el animador y director de cine Myron “Grim” Natwick.
Además de bobbleheads o cabezones, Funko también vende otros muchos productos diferentes, como peluches, figuras de acción, juegos de mesa o productos electrónicos, como lámparas o auriculares.
El eslogan de la compañía es “Everyone is a fan of something” (Todos son fanáticos de algo). ¿Será?