Caleb Casas: el regreso de Darío

Diez Milllones, de Argos Teatro. Foto: Manolo Garriga.

Diez Milllones, de Argos Teatro. Foto: Manolo Garriga.

Caleb Casas se hizo famoso en Cuba con la serie de aventuras Memorias de un abuelo, inspirada en el testimonio Descamisados, de Enrique Acevedo. Todavía lo recuerdan mucho como Darío, el personaje juvenil que escapó a la Sierra Maestra para pelear contra Fulgencio Batista.

En Colombia realizó telenovelas y series, en un mercado muy competitivo porque atrae a profesionales de Argentina, Venezuela, Chile, México y Cuba. Pudo probarse en papeles negativos como en la novela Primera Dama, distinto a muchos de sus personajes en la Isla, cuando interpretaba al galán o protagonizaba series como El elegido del tiempo o La Atenea está en San Miguel.

Pero desde que regresó de Colombia, quien fuera uno de los actores más populares en la Isla se ha visto más en teatro que en cine o televisión. Es ahora un actor maduro mucho más selectivo. “Hay quienes piensan que yo no estoy en condiciones de escoger y debo hacer cualquier cosa”, dice. Por ahora, ha reaparecido fundamentalmente en las tablas.

Caleb se hizo muy popular en Cuba con Memorias de un abuelo. Foto: Sundred Suzarte.
Caleb se hizo muy popular en Cuba con Memorias de un abuelo. Foto: Sundred Suzarte.

¿Por qué regresaste después de tantos años?

Trabajaba en Colombia desde el 2006 y regresé a Cuba en 2012 para trabajar en el filme La emboscada, de Alejandro Gil. Luego volví a Colombia nuevamente, pero estalló una especie de crisis: bajaron los precios y la gente no tenía trabajo. Y si los de allá no encontraban dónde trabajar, ¡imagínate uno como extranjero! Además, había conocido a Susana Pous, mi actual esposa, y ella también fue un motivo para regresar en 2014.

¿En qué has trabajado en Cuba?

He hecho cosas de manera intermitente, intentando hacer lo que me guste. Estar fuera me ayudó a ver a madurar un poco y a integrarme a proyectos verdaderamente interesantes. Trato de escoger personajes que sean humanos, complejos, que conmuevan y sean transformadores. No quiero trabajos superficiales.

Hay quienes piensan que no estoy en condiciones de escoger y debo hacer cualquier cosa. Pero he aprendido que uno no tiene el registro adecuado para hacerlo todo. Desgraciadamente me llegan proyectos muy frívolos y poco profundos. Las razones son disímiles: no hay guiones buenos, o los guiones buenos no cuentan con presupuesto para que afloren. O simplemente no se piensa en mí.

El público te ha visto, principalmente, en Argos Teatro…

Sí, porque el proceso de creación en ese medio es completamente distinto al de otros lenguajes, incluido el audiovisual. Además, Carlos Celdrán, el director de la compañía, es un amigo y un maestro. Él se actualiza constantemente con métodos y técnicas; siempre tiene algo nuevo que sacarte.

Para mí son fundamentales las herramientas que usa para buscar comportamientos, situaciones complejas, y las preguntas que uno como actor se debe hacer. Además, el teatro me da la medida de hacer algo real, ser auténtico, y darle al público algo más elaborado.

¿Te gusta el teatro comercial?

Sí. Vi Rascacielos, de Jazz Vilá Projects, pero yo soy un poco complicado para trabajar con directores jóvenes. Aunque confieso que tampoco voy mucho al teatro. Lo último que vi fue Jacuzzi, de Trébol Teatro, dirigida por el holguinero Yunior García, con quien sí me gustaría trabajar, pues su propuesta es muy interesante.

¿Por qué no has vuelto a hacer cine o televisión en Cuba?

Las producciones de cine son escasas o los directores tienen su elenco preconcebido. Tampoco quiero hacer televisión aquí porque se pasa mucho trabajo y el proceso de producción es muy desgastante. Puedes demorarte un año entero filmando una telenovela, y no me interesa estar tanto tiempo en una producción así.

Tengo colegas que han estado dos o tres meses esperando a que se retome una producción que se ha detenido por cualquier causa. Y honestamente, yo no me aventuro a eso: sé muy bien por lo que voy a pasar. Quizás pueda hacer algunas cosas, pero cortas, sin involucrarme mucho. La televisión te limita para hacer otras.

¿Notaste diferencias entre la actuación en Cuba y en Colombia?

Cuando me fui a Colombia creía que en Cuba había un nivel muy alto en la actuación. Pero me fui dando cuenta de que no es así: hay buenos actores en todas partes. Entonces, cambié la idea de que los cubanos somos los mejores actores de cine y televisión en Latinoamérica.

No obstante, debo reconocer que Cuba tiene algo muy positivo: todos tenemos la posibilidad de estudiar, y por eso hay más cantidad de profesionales buenos. En el resto de América Latina no sucede eso. Solamente el que tenga recursos puede pulir un talento determinado.

¿Qué te aportó Colombia?

¡Muchísimo! Tanto a nivel profesional como personal. Me cambió la percepción de muchas cosas y también mejoró mi nivel de vida. Pero ser actor en Colombia te impone el reto de hacerlo como visitante, no local. Esa es una condición que tienes que superar y te cuesta dos o tres años. A mí me tomó ese tiempo llegar a la posición mínima que quería.

Y tuviste que incorporar nuevos códigos en la forma de hablar y actuar…

Por supuesto. Comencé a dar clases de acento español “neutral” con un coach mexicano. Al principio me sentía incómodo y poco real; pero eso era parte de un proceso adaptativo, y es lo que sucede a muchos que se van a trabajar fuera de Cuba. Creo que la única actriz que ha logrado cambiar realmente el acento es Ana de Armas. Ella se mimetizó.

Caleb Casas, izquierda. en Diez Millones. Foto: Manolo Garriga.
Caleb Casas, izquierda. en Diez Millones. Foto: Manolo Garriga.

¿Cómo fue tu experiencia en Colombia en telenovelas?, un género que aquí no habías experimentado mucho…

Muy pocas telenovelas en otros países son buenas, porque incluyen patrones que se repiten todo el tiempo. A veces el lenguaje televisivo va en detrimento de la calidad del actor, porque no tienes tiempo para prepararte.

Ya no veo telenovelas porque noto un gran déficit en la actuación. Ahora prefiero escoger proyectos donde tenga un tiempo mínimo de preparación del personaje, para ir posteriormente a la complejidad. En la televisión no sucede así: se te van muchas cosas y yo trato de evitar eso. Además, me es muy complicado actuar con personas que culturalmente no son como yo.

¿No hiciste teatro en Colombia?

Nunca tuve esa posibilidad. Estuve más tiempo en televisión porque mi objetivo era conseguir contratos largos y trabajar largas temporadas. Me había ido con ese propósito.

¿Qué cambios notaste a tu regreso a Cuba?

¡Imagínate! Yo había adquirido un nivel de vida distinto y de pronto me chocó volver a ser la misma persona que antes. Comencé un proceso de readaptación muy fuerte que me costó una severa depresión. En el teatro no cobro prácticamente nada, lo hago por amor al arte, por puro respeto a la profesión. Quizás en Colombia no me gustaba mucho lo que hacía, pero me pagaban muy bien.

¿Piensas volver a trabajar fuera de Cuba?

No lo descarto, pero aquí es donde vivo actualmente y tengo mi familia.

¿Volverías a ser actor?

No. Sería piloto de aviación.

Salir de la versión móvil