Camagüey 500 años

El color rojizo de sus tejados identifica a Camagüey, una ciudad centro-oriental de Cuba, cuna de hombres de armas, como Ignacio Agramonte y Loynaz; de ciencias, como Carlos J. Finlay; de letras, como Gertrudis Gómez de Avellaneda y Nicolás Guillén. Pero, sobre todas las cosas, a la villa histórica de Santa María del Puerto del Príncipe le distingue la cultura de su gente.

Fundada en 1514, Puerto Príncipe fue siempre tierra de ganaderos, ciudad próspera a la que llegó el ferrocarril en 1846, gracias a Gaspar Betancourt Cisneros, El Lugareño.

Escenario de las luchas libertarias, en la villa principeña se desencadenaron los intentos independentistas de Frasquito Agüero y de Joaquín de Agüero y luego, en 1868, al inicio de la Guerra de los Diez Años, el Levantamiento de Las Clavellinas, el 4 de noviembre.

Ignacio Agramonte y Salvador Cisneros Betancourt, son tan solo dos de los hombres que, temprano en la historia, hicieron de la libertad de la patria la razón de ser de sus vidas; a ellos se unieron mujeres como Ana Betancourt de Mora y Amalia Simoni.

Con una trama urbana singular, llamada de plato roto, formada por calles estrechas y un sistema de plazas y plazuelas, el 9 de junio de 1903 la villa colonial de Santa María del Puerto del Príncipe pasó a ser denominada oficialmente, Camagüey, gracias al deseo del pueblo.

Caminar por Camagüey le hace a uno transpirar la historia de su gente, de sus calles, de su arquitectura. El Convento de las Madres Ursulinas, las Cinco esquinas del Ángel, la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced, la casa natal de Ignacio Agramonte, el Teatro Principal y el Casino Campestre, son ejemplos de lo que el visitante puede disfrutar.

Mezcla de diversos periodos y estilos, en la arquitectura del centro histórico de Camagüey, rige el eclecticismo de la primera mitad del siglo xx. No obstante se evidencia la innegable huella colonial que matiza calles y plazas como San Juan de Dios y El Carmen. De esta etapa son reiterados el arco carpanel, las puertas flanqueadas por pilastras truncadas, mientras que las grandes puertas clavadizas tienen hojas o postigos recortados en línea ondular, que sugieren la influencia mudéjar.

El patio interior, espacio protagónico de la arquitectura habitacional de cualquier época, constituye un elemento de identidad local, con amplios colgadizos, rejas, vegetación y tinajones.

Orgullosos de que Silvestre de Balboa escribiera en Camagüey la primera obra literaria cubana, Espejo de paciencia, el agramontino presume de su excelente uso del lenguaje; es amante del teatro, de las artes plásticas, del cine y de la buena música.

Entre el 24 y el 29 de junio, cada año se celebra el San Juan camagüeyano, una fiesta popular que llega hasta nuestros días desde el lejano 1725, con platos típicos como el ajiaco, el tasajo o la montería. Sobresale también la tradición ceramista –a partir de las rojas arcillas de la región–, en un fuerte movimiento alfarero que suma jóvenes, y en el que experimentados artistas como Nazario Salazar Martínez “le cambian la forma al tinajón”.

Se dice que las camagüeyanas son bellas y orgullosas, que sus hombres son valientes y osados, pero lo cierto es que el agramontino se jacta de una ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad, que vive en la modernidad conservando historia, arquitectura y cultura. Una visita al Camagüey de hoy es un viaje a la simiente misma de Santa María del Puerto del Príncipe.

camaguey (3)

camaguey (2)

Escrito por: Lizandra Góngora Cañizares

Fotos: Darío Leyva

Salir de la versión móvil