Chivo que rompe tambó Verdad y mito del abakuá

Conducen al mbori (chivo) hacia la casa del Templo. Los tambores repican desde el amanecer, se arma el “plante”, “ruge el leopardo”…

Las palabras “abakuá” y “ñáñigo” están recubiertas de fascinación y de temores. Mitos y prejuicios se aglomeran alrededor de la conducta social y las creencias de una organización fundada desde el ya lejano año de 1836, en la localidad habanera de Regla.

Aunque se trata de una forma de asociación masculina, curiosamente, fue una mujer, Lydia Cabrera, quien arrojó luces sobre La Sociedad Secreta Abakuá en un libro de 1958. En la actualidad, otra representante del sexo femenino, la especialista en derecho penal Odalys Pérez Martínez publicó un volumen titulado La Sociedad Abakuá y el estigma de la criminalidad  —escrito en coautoría con el periodista Ramón Torres Zayas.

Al día siguiente alguien elogia el baile de un “diablito”, se murmura de un “levante” que hará “correr la sangre”, auguran una guerra entre las potencias de Regla y Guanabacoa…

“La imagen del hombre abakuá como delincuente me hizo dedicarle la tesis para un Máster en Criminología —explica Odalys— Pero ni mi experiencia profesional, ni los análisis estadísticos reflejan que haya en ese grupo un nivel de incidencia en el delito mayor que en el resto de la sociedad”.

El prejuicio viene desde los tiempos de la colonia, por la propaganda negativa asociada al miedo ante la rebeldía del esclavo. Contribuyeron a esto el carácter hermético y los misterios que entonces rodeaban al ñañiguismo.

Pero en su apariencia y comportamiento cotidiano, el abakuá es un hombre igual que otro cualquiera. No porta emblemas distintivos de su condición, tampoco se identifica mediante gestos secretos como los masones.

Aunque emplean frases de los ancestros en África, solo lo hacen dentro de sus prácticas religiosas, pues no forman parte de su comunicación habitual ni del lenguaje escrito. Algunas han pasado al habla popular; es el caso de Ekue mbori aborekin ñangue, que significa “Chivo que rompe tambó con su pellejo paga”.

Sin embargo, en la calle se escuchan lemas del código moral abakuá que se prestan a equívocos. ¿Qué quiere decir: “Para ser hombre no hay que ser abakuá, pero para ser abakuá hay que ser hombre”?

“El concepto de ‘hombría’ depende de una interpretación subjetiva —aclara la investigadora del tema—, mediada por la formación cultural, factores psicológicos y sociológicos como el marco familiar, escolar y comunitario donde se desarrolla cada persona. Hay abakuás que la ven como ‘ser buen padre, buen hijo, buen hermano”.

A la pregunta de si el honor hay que “lavarlo con sangre”, Odalys responde: “Al contrario, ellos propugnan ser ambia koneyó (amigos sinceros) y la solidaridad entre ecobios (hermanos de religión)”.

El origen del abakuá se remonta a la trata esclavista. Los carabalíes —de la región del Calabar— llegaron a Cuba cargando consigo sus leyendas y las sociedades secretas existentes en África.

Dentro de los llamados juegos y potencias se agrupan en plazas (jerarcas) y obonekues (iniciados); y el aspirante es indiseme. Los iremes o diablitos son la manifestación del espíritu de los antepasados. Usan varios tipos de Ereniyós (grafías): Gandos (trazados en el suelo para el ceremonial), Anaforuanas (firmas que representan a los jerarcas) y Sellos (identifican a cada potencia).

Al plante entra cualquier persona, incluso hay mujeres como espectadoras. Va a comenzar la ceremonia de iniciación… El cazador (Ekueñón) sale al Monte (patio del Templo) y recoge en su tambor la voz de los espíritus de Sikán y Tanzé. Después los indiseme se forman en una fila, les hacen limpieza y se les pasa al Fambá (cuarto sagrado).

La explicación mítica del carácter exclusivamente masculino de esta asociación reside en la historia de Sikán, hija del jefe de la tribu Efó. Se cuenta que sacaba ella agua del río y atrapó a Tanzé, el Pez Sagrado. Entonces Nasakó (brujo) aconsejó el encierro de la princesa y luego indicó su sacrificio. En una de las varias versiones de la leyenda se dice que Sikán huyó y reveló el secreto a su novio, de la tribu rival Efik, y que su muerte es un castigo por la traición.

“En un sentido histórico, hay que señalar el traspaso de poderes de la organización matriarcal a una patriarcal entre las tribus africanas —dice la experta, una descendiente de Sikán—. Y también que hacia acá se trajeron como esclavos a una mayoría masculina; puesto que en África sí hay organizaciones de ese tipo que aceptan a las mujeres”.

Desde 2005, una Resolución dictada por el Ministerio de Justicia reconoce a la Asociación Abakuá de Cuba, y el Reglamento con los requisitos de pertenencia a la institución es de consulta pública.

En el año 2000, un censo arrojaba la existencia de 173 juegos y 20 842 miembros. Pero ese número ha crecido sostenidamente hasta la fecha, y contrario a lo que mucha gente piensa no es solo “cosa de negros” —ya el 24 de diciembre de 1863 se consagró el primer juego de iniciados de gente blanca— y entre las filas abakuás hay bastantes intelectuales y profesionales.

La estudiosa Odalys Pérez aporta: “Hoy se ventila la propuesta de reconocerlos como Patrimonio Nacional, teniendo en cuenta que es un fenómeno exclusivo de Cuba y especialmente de las zonas donde tuvo sus inicios, en La Habana, Cárdenas y Matanzas. También por el vínculo con la Historia nacional y reconocer el hecho de que cinco ecobios fueron asesinados el 27 de noviembre de 1871, mientras intentaban impedir el fusilamiento de los estudiantes de Medicina para salvar a un hermano de religión”.

De lo que ocurrió en el Fambá solo pueden hablar los iniciados… Que ahora salen de ahí, salen en procesión, ya consagrados, en medio de toques, cantos y mucha alegría.
 

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