El tesoro natural de la Quinta de los Molinos

Fotos: Jorge García Alonso y Archivos

Insertar los espacios verdes dentro del proyecto de rehabilitación del Centro Histórico es una de las premisas de la Oficina del Historiador de la Ciudad, que ha salido de sus predios habituales para devolver el esplendor a muchos de los lugares de La Habana. Por eso, no es extraño que desde hace varios años, la Quinta de los Molinos se haya convertido en uno de los intereses de la institución, encargada de recuperar este jardín de elevados valores históricos, patrimoniales y ambientales.

Con una extensión actual de 4,8 hectáreas, la Quinta de los Molinos colinda con tres de los municipios capitalinos: Centro Habana, Cerro y Plaza de la Revolución. Al sur limita con la Avenida Salvador Allende, antiguo Paseo de Carlos III; al este, con la Calzada de Infanta y el barrio de Cayo Hueso; al oeste, con la Avenida de los Presidentes y la Universidad de La Habana, y al norte con el consejo popular Príncipe. Debe su nombre a la existencia en el lugar de un molino de tabaco —aunque se dice en plural porque eran dos ruedas dentadas conectadas a un mecanismo de molienda—, construido por orden real, que funcionó entre 1800 y 1835, movido por el agua de la Zanja Real, el primer sistema de acueducto cubano.

Una vez desaparecido el molino, se trasladó a este sitio el Jardín Botánico de la ciudad y la casa de descanso de los capitanes generales de la Isla en la época colonial. El Jardín Botánico acogió las investigaciones sobre plantas y animales que realizara el ilustre científico cubano Felipe Poey Aloy, así como los numerosos experimentos sobre el cultivo de la caña de azúcar que emprendiera Álvaro Reinoso. Cuentan también que en 1906 sus áreas quedaron registradas como sitio de referencia en el Sistema Mundial de Jardines Botánicos. Asimismo, la Quinta de los Molinos fue residencia del general Máximo Gómez, prócer de la independencia cubana; y estuvieron allí las escuelas de Botánica y de Segunda Enseñanza de La Habana, además del Museo Máximo Gómez. Actualmente el Jardín Quinta de los Molinos, declarado Monumento Nacional desde 1981, recibe los beneficios de un ambicioso proyecto de rehabilitación y de un programa de desarrollo ambiental comunitario, dirigidos por la Oficina del Historiador y la Sociedad Patrimonio, Comunidad y Medio Ambiente.

La intención es convertir la Quinta de los Molinos en un parque cultural al servicio de las comunidades aledañas, beneficiarias directas de este proyecto que encamina su trabajo a la educación ambiental de los pobladores de la ciudad. Con un tesoro natural en el que predominan las especies de porte arbóreo, seguidas por las herbáceas y en un menor grado las arbustivas, así como las especies de la fauna silvestre, el Jardín Quinta de los Molinos es el escenario de varias acciones dirigidas a sectores vulnerables de la población como son los niños, jóvenes, mujeres, personas discapacitadas y de la tercera edad. Asimismo, facilita la apertura de nuevos espacios para el quehacer de investigadores del campo de la biología y el desarrollo de la educación ambiental de los visitantes del Jardín.

El programa de desarrollo ambiental comunitario comprende también el diseño de servicios de información científico-técnica, cursos de superación y talleres, así como diversas propuestas culturales. Entre sus espacios, sobresalen un Centro Comunitario de Información Ambiental y su aula ecológica, el Pabellón Cultural, los senderos ecológicos, las exposiciones de miniecosistemas, los viveros de reproducción, los estanques, las fuentes, los acuarios, y el Centro para el Desarrollo de la Educación Ambiental con su sala temática de proyecciones. Destaca el taller Años altos, cuyos integrantes son jardineros-artesanos de la tercera edad —ya jubilados— que realizan útiles artículos confeccionados a partir de plantas vivas y naturaleza muerta obtenidas de las podas y otras atenciones culturales a la tierra y la flora prevalecientes en este céntrico sitio. Con el objetivo de incentivar el conocimiento sobre los ecosistemas acuáticos y la protección del medio ambiente, la Quinta convoca cada año al Festival de Acuarios, evento que insta a profesionales y aficionados a decorar peceras que luego se exhiben en áreas del Jardín.

Aunque no todas sus áreas se encuentran disponibles para el disfrute de los visitantes, este verano la Quinta de los Molinos se reveló como uno de los escenarios del proyecto Rutas y Andares, organizado también por la Oficina del Historiador. Decenas de familias pudieron apreciar el patrimonio histórico y las riquezas naturales que encierra este hermoso sitio, privilegiado por la existencia de unas 170 especies vegetales, de ellas algunas endémicas de la flora cubana; así como más de 66 especies de la fauna silvestre asociada a la vegetación, entre ellas moluscos, anfibios, reptiles, aves y mamíferos. Así, con la compañía de guías especializados, los premiados en este exitoso programa público recorrieron las áreas del arbolado, los jardines ornamentales, el jardín ecológico, el orquideario, los viveros, los estanques y fuentes, los palomares y las áreas de exposición de animales.

Especialmente diseñado para los que gustan de la naturaleza, este espacio verde de La Habana se descubrirá próximamente en todo su esplendor. Será una suerte de oasis en medio del bullicio de una ciudad que poco a poco nos sorprende con el renacer de sitios cargados de historia, más allá de La Habana Vieja, donde se concentran los mayores esfuerzos por devolver la belleza citadina.

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