Víctor Mesa: el loco más cuerdo

«La gente dice que está loco, pero nunca se ha tirado delante de una guagua. Yo quisiera ser manager y tener en mi novena nueve locos como Víctor Mesa»

 

Conrado Marrero, el premier del béisbol cubano

 

Cuando se habla de grandes figuras del béisbol en Cuba hay muchos nombres que sobresalen, pero sin lugar a dudas se le debe dar un espacio destacado a Víctor Mesa Martínez, uno de los más explosivos y talentosos jugadores que pasaron por los terrenos cubanos y mundiales.

Víctor se ganó fama de ser un pelotero muy intranquilo, pero con sus habilidades y destrezas también realizó jugadas que se convirtieron en clásicas e inolvidables, además de acumular números que lo colocan entre los mejores de la Isla.

Como confesara en el libro Víctor Mesa. El béisbol en vida: “Mi mamá me puso Víctor pensando siempre en la victoria. He caminado siempre por la vida con una sola bolsa, la del éxito”.

La Explosión Naranja, como lo bautizara el comentarista deportivo Bobby Salamanca, debutó en los campeonatos nacionales de béisbol en la temporada 1977-1978 y se retiró el 20 de febrero de 1997.

Durante 19 Series Nacionales acumuló un excelente average de 319, gracias a sus 2 171 hits en 6 834 veces al bate, con 351 dobles y 273 home run, además de robar 588 bases —una de sus especialidades—, récord para el país en ese momento.

Este sobresaliente jugador confiesa que nunca tuvo otra ambición en el béisbol que no fuera la de jugar para su pueblo y hacerlo mejor en cada salida.

“Si yo fuera ambicioso no me hubiera ido por contrato oficial a Japón. Me hubiera ido a jugar a las Grandes Ligas estadounidenses. Varias ofertas me hicieron”.

Víctor se vio obligado a abandonar el deporte activo en 1996, antes de los Juegos Olímpicos de Atlanta, y lo enviaron a jugar a Japón, hecho que siempre ha considerado injusto.

“Nunca pensé que me iba a sentir tan triste en mi retiro. Quizás no había interiorizado cuándo llegaría ese día, o esa noche. A los peloteros como yo debían despedirlos por la madrugada, la hora en que las cosas nacen y florecen”.

“No soy un cazador de mentiras ni de verdades, soy un hombre en plenitud de mi apogeo beisbolero, con inmensos deseos de agrandar mis récords. Soy el béisbol en vida”, le confesó a José Antonio Fulgueiras poco antes de su retiro oficial.

Además recuerda como momentos amargos las veces que se lesionó y el día que le plantearon trasladarse del center al left field.

Pero tuvo muchas fechas memorables como la vez que recibió el premio de la revista Opina, como el pelotero más popular del país, o cuando lo eligieron como el deportista más destacado de Cuba —en deportes colectivos—, en 1984, año en que también fue seleccionado entre los atletas más sobresalientes de América Latina.

Sobre las cosas que le gritaban desde las gradas aclara:

“Nunca me disgustó que me gritaran loco. Más bien me enardecía cuando en las gradas me gritaban «loco, loco». Siempre el público se metía conmigo, pero eso solo me estimulaba, pues yo disfruté jugando al béisbol, queriendo ser mejor cada día”.

De sus hazañas como pelotero unas de las más recordadas fueron las siete veces que se robó el home.

“Fue una cosa muy linda. La primera vez que lo robé en La Habana fue muy emocionante, como la primera vez que practiqué el sexo. La primera vez de enamorarse. Son cosas que se hacen una vez y quedan en el recuerdo para toda la vida”.

Así de jovial es este hombre que a sus 50 años —recién cumplidos—, se declara un enamorado de la buena música, del pasillo rápido y lento, del jazz, el ballet y la tonada campesina; un cantante frustrado que cura sus males físicos y espirituales escuchando música.

Este artista del béisbol al que se le vio persignarse muchas veces antes de enfrentar a un lanzador contrario —en un momento crucial—, asegura que no profesa ninguna religión, a pesar de creer en la existencia de un ser superior.

El inquieto Mesa, que de niño tuvo algunos problemas de conducta, siempre ha sido un defensor de la familia; a pesar de ser abandonado por su padre cuando apenas tenía unos meses, pero su madre Olga Mesa no solo le dio los apellidos, sino que se encargó de prepararlo para la vida.

Víctor tiene tres hijos, Annierys, fruto de su primer matrimonio y dos varones con su segunda esposa, a los cuales nombró de igual forma Víctor Víctor, para que sean una victoria repetida, a la vez que una forma más de alimentar con sus locuras a aquellos que viven pendientes de él.

El hoy entrenador de Matanzas en el clásico cubano se fue de los terrenos con el deseo incumplido de poder jugar al menos una serie con el equipo Industriales de la capital cubana.

Este notable pelotero que también fue aplaudido y elogiado por sus maravillosos fildeos en el jardín central, no niega que le hubiera gustado jugar en las Ligas Mayores norteamericanas.

“¡Claro que sí! ¿A quién no le gusta jugar en el mejor béisbol del mundo? Lo que como no jugué allí, no sé cómo me hubiera ido”.

Víctor Mesa que como manager dirigió equipos juveniles nacionales, el Villa Clara, planteles de la Liga Mexicana de Béisbol y en la presente temporada está al frente de Matanzas, ha asumido el reto con mucha hidalguía e inculcándole a sus discípulos el amor por la camiseta y la entrega total en cada partido.

Por su carisma, su picardía, su sonrisa a flor de labios e inconformidad, es la imagen personificada del cubano, además de manifestar muchas veces que siente un gran amor por esta tierra que lo vio nacer y lo tapará algún día.

Actualmente es muy querido por la afición matancera que ve con agrado el despuntar de un equipo que en los últimos 20 años no ha podido llegar a la postemporada y cree muy posible ese sueño en la actual campaña.

Y es que para ello, los representantes de la occidental provincia cubana, cuentan con Víctor Mesa como entrenador que, como apuntara un colega, es demasiado loco para temerle al riesgo, y demasiado cuerdo para hacer estupideces.

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