Había motivos fuertes para no votar a ninguna de las tres principales fuerzas que se presentaron a las elecciones presidenciales del domingo en Argentina: Javier Miliei no tiene experiencia de gobierno y propone casi abolir el Estado, Sergio Massa es el ministro de Economía de un país con más de 100 % de inflación, Patricia Bullrich fue ministra clave de dos de los gobiernos que más han endeudado al país, el de Mauricio Macri y el de Fernando De La Rúa. En las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias de agosto pasado la mayoría de los votantes había canalizado su rabia por la inestabilidad económica, la precarización laboral y la inseguridad social votando mayoritariamente a Javier Milei. La gran duda —una incertidumbre que devaluó el peso un 25 %— era si iban a confirmar esa decisión en las elecciones generales.
La incertidumbre —para quien escribe (argentino) y para mucha gente (en América Latina)— era también angustia. Es que en la noche del domingo 22 de octubre parecía muy probable que liderara la elección de cara a un ballotage o que directamente gobernara la Argentina un outsider que está a favor de la venta de órganos, que niega los crímenes de la última dictadura militar, que propone la dolarización del país y se opone a que los padres estén obligados a hacerse cargo de sus hijos. Alguien que dijo que lo más conveniente para el país es un estallido.
El país, como tituló Emiliano Gullo, estaba al borde de un abismo y Milei llegaba para empujarlo. Pero un millón de personas cambió su voto y otro millón que no fue a votar hace dos meses, esta vez sí lo hizo. Y, al parecer, para votar mayoritariamente a Massa, revirtiendo la tendencia de las elecciones primarias.
Así, el candidato del peronismo, Massa, se impuso con el 36 % de los votos, por seis puntos de diferencia, por sobre el candidato “libertario” Javier Milei y ambos disputarán una segunda vuelta el próximo 19 de noviembre. Juntos por el Cambio, el partido de centro derecha fundado por Mauricio Macri, fue el gran perdedor de la noche; aunque sus votantes serán los árbitros del ballotage.
El escenario sigue abierto. Pero al peronismo, que estaba agonizando, le volvió el alma al cuerpo.
El fenómeno Milei
The New York Times había titulado que Milei era un mini Trump. Pero la comparación es inexacta. Milei se presentó con un partido político nuevo y prestado, sin estructura, y no propone un modelo de país sino un modelo sin país. Trump, si bien venía por “fuera” de la política, ganó las internas del Partido Republicado y es aún hoy el principal referente de uno de los dos partidos tradicionales de los Estados Unidos. Las posturas del expresidente están más cerca del nacionalismo y el proteccionismo que del anarcocapitalismo que defiende Milei. Ambos promueven la violencia con su discurso, pero el candidato argentino es mucho más parecido al Joker que a Trump.
Eso ayer cambió. Milei tenía un bidón de gasolina vertido sobre lo que él llama la “casta” política tradicional. Su voto era inflamable, pero ahora tendrá que diluir el combustible. Milei precisa de los votos de Juntos por el Cambio, una fuerza de la que se burló siempre que tuvo oportunidad, llamándola “Juntos por el cargo”. Se cansó de acusarlos de ser parte de la “casta política”. Al centroderechista Horacio Rodríguez Larreta —quien primero perdió la interna con Patricia Bullrich y luego fue convocado como potencial jefe de gabinete— lo califica como “comunista”.
Sin embargo, ayer en su discurso tras conocerse los resultados, Milei felicitó a los gobernadores de Juntos por el Cambio que ganaron su elección y los convocó. Aparentemente fuera del sistema los votos no alcanzan para llegar al 50 % más uno del padrón: debe entrar para obtener los que le faltan.
Milei, para eso, tiene como ventaja una excelente relación con Mauricio Macri. Se llevan muy bien básicamente porque Macri desearía tener menos pruritos y poder decir lo que dicen los libertarios. Milei es lo que Vox al PP en España. Milei es una versión de Macri a las 3 de la mañana con la camisa abierta.
Sin embargo, no todos los votantes de Patricia Bullrich, la candidata macrista, son tan macristas. Juntos es una alianza de partidos en la que el de Macri, PRO, es el principal pero de la que también forma parte la Unión Cívica Radical, uno de los dos partidos legendarios del país y la Coalición Cívica de Elisa Carrió, que nació más cerca de la centroizquierda que de Milton Friedman. El perfil de esos votantes no comulgaría con el libertario, aún cuando también sean profundamente antiperonistas. En su mayoría, son personas mayores de 40 años y conservadoras. Qué hará ese segmento del padrón electoral es una incógnita, pero está claro que en buena medida serán esos votos tradicionales los definirán la elección. Votando y también sin ir a votar.
Milei, por lo pronto, en su discurso de la noche del domingo hizo lo posible para pasar de ser un candidato anti política a ser un candidato anti peronista. Ahora su consigna es “kirchnerismo o libertad”.
El “Dibu” Martínez de la política
De todos los memes que se hicieron en la noche electoral probablemente los que ponen la cara de Sergio Massa en el cuerpo del guardametas de la Selección Argentina, Dibu Martinez, son los más representativos. Massa ha atajado de todo durante la campaña. Así como Emiliano “Dibu” Martínez salvó a la Argentina de Scaloni en la última jugada del Mundial y en reiteradas definiciones por penales, con lo justo, en el último minuto, Massa se hizo cargo del Ministerio de Economía hace un año, en el peor momento político y financiero del Gobierno de Alberto Fernandez, y luego se hizo cargo de la candidatura en el peor momento histórico del peronismo. Primero salvó al Gobierno y después al partido. Primero atajó la economía y después a Milei.
Sin embargo, ambas cosas aún penden de un hilo: la economía todavía no tiene dólares para ofrecer algo de estabilidad y Milei todavía no ha sido derrotado. Sergio Massa logró convencer, por ahora, a mucha gente de que un Estado que funciona mal es mejor que no tener Estado.
El 40 % de los argentinos son pobres, en el último año 1,2 millones de personas se cayeron de la clase media mientras que un tercio de la población es ya nieta de personas en situación de pobreza; es decir, se volvió estructural. El peronismo agoniza porque no ha podido dar respuesta a lo que su base electoral histórica, los trabajadores y los postergados, reclaman. Si las condiciones económicas y sociales de fondo no cambian, más tarde o más temprano, Milei o alguien más llegará para dinamitar esa estructura. Las probabilidades de que eso no suceda, ayer aumentaron.
Es curioso, de joven Javier Milei fue guardametas profesional y de grande, Massa se transformó en un guardametas de la política. Justo cuando lo que viene será ajustado e imprevisible: una segunda vuelta que reúne todas las características de una definición por penales.