Antes de las primarias del pasado 11 de agosto la mayoría de las encuestas anunciaban que había empate técnico. A lo sumo una diferencia de 4 o 5 puntos. Ni las encuestas más kirchneristas lo habían pronosticado. Pero al final del domingo se supo que la fórmula de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner obtuvo más del 47% de los votos en las elecciones primarias argentinas, con una diferencia de 15 puntos sobre el tándem encabezado por el actual presidente Mauricio Macri.
Para entender qué pasó, cómo pudo pasar y qué impacto tiene en Argentina y en la región, vale la pena explorar estas cinco claves.
1 Lo que pasó, PASO
Fueron las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) más significativas y trascendentales desde su implementación en 2009. Una instancia pensada para que los partidos políticos diriman sus internas en una votación general pero que solo termina sirviendo como una gran encuesta nacional ya que todos los partidos se presentaron con una sola lista.
Se esperaba eso: un estado de situación, una prueba de clasificación para la carrera del 27 de octubre en las elecciones generales con posibilidades de segunda vuelta en noviembre, el primer round de una larga pelea. Pero hubo knock out. La encuesta definió la carrera antes de jugarla. Las PASO contaron una realidad que nadie podía mensurar y ahora juegan sobre los imaginarios colectivos y la economía de manera contundente.
Ahora se sabe que en las elecciones de octubre (salvo un milagro altísimamente improbable) va a ganar Alberto Fernández –se gana obteniendo el 45% de los votos y diez de diferencia o el 50% más uno de los votos, lo que suceda primero.
Mauricio Macri debe gobernar cuatro meses más lidiando con una inflación del 40% y un dólar que tras la elección se devaluó un 25%, y presentarse a la elección general sabiendo que va a perder. Todo está contra su gobernabilidad, es decir, contra su legitimidad para manejar la economía.
Menos de 24 horas después de las primarias el Presidente dejó en claro que el Frente de Todos y su candidato Alberto Fernández “tienen más responsabilidad para tranquilizar a la comunidad económica local y mundial” que él.
Para el analista Marcelo Zlotowiatzda ese discurso de Macri fue una mezcla de “tozudez, negación, dogmatismo e irresponsabilidad que aumenta el riesgo de una transición caótica. Confirma que es un mal presidente y lo menos parecido a un estadista”. Incluso medios cercanos al oficialismo como La Nación hablan de un riesgo de “alienación” del Presidente tras los resultados del domingo.
En realidad Macri es la cara de “los mercados”, un círculo de especuladores locales y extranjeros que juegan con la moneda y los activos nacionales todos los días con un nivel notable de influencia, como si estuvieran en el casino. El periodista Bruno Bimbi lo describió indignado en su cuenta de Twitter: “Lo que está pasando con el dólar, las acciones, bonos y demás es un chantaje contra la democracia. Y esto lo tendrían que entender también los que no votaron a Alberto Fernández. No pueden decirnos que o votamos al presidente que ellos quieren o destruyen la economía del país.”
En el distrito más poblado, la Provincia de Buenos Aires, el ex ministro de economía de Cristina Fernández, el neo keynesiano Axel Kicillof sacó más del 52 por ciento de los votos y superó por 20 puntos a la figura del oficialismo que más medía en todas las encuestas, la Messi del macrismo, María Eugenia Vidal. El politólogo Alejandro Grimson, especializado en la historia del peronismo, dice que “nadie imaginó un triunfo tan contundente tampoco allí, en ese lugar clave para la política argentina. A la oleada general, en ese territorio siempre desafiante, se le agregó la excelente campaña electoral de Axel Kicillof, que planteó hace tiempo la cuestión de salir de la trampa de la grieta”.
La sociedad argentina está polarizada, partida en dos, entre kirchnerismo y antikirchnerismo. Según el periodista y escritor Martín Caparrós esta elección estuvo regida por el voto del miedo: el miedo a que siga al macrismo contra el miedo a que vuelva el kirchnerismo. Ganó el primero.
El desafío del nuevo gobierno será cerrar lo más posible esa grieta. La confluencia de sectores otrora alejados de Cristina Fernández con el frente que ella lidera (el propio Alberto Fernández fue muy crítico entre 2009 y 2016) es un primer paso para lograrlo, aunque todavía se está muy lejos.
2 El peronismo, siempre el peronismo
El peronismo es la historia de las disputas por la herencia del viejo padre-líder-caudillo-fundador Juan Domingo Perón. En las últimas semanas los peronistas se pusieron de acuerdo: cerraron filas. Cuando eso pasa sus opositores recuerdan que más que un partido, el peronismo es el movimiento: no es que forma parte de la política argentina sino que determina su dinámica. Por eso incluso sus adversarios se definen más por su adversión al peronismo que por la afirmación de una identidad propia.
El peronismo es un caos que a veces se dispersa y a veces, como en esta ocasión, se articula. El emblema de esa articulación ahora se da bajo las figuras de los Fernández y de Sergio Massa –tercero en la elección presidencial de 2015 con el 20% de los votos con un discurso de unión entre los dos polos de la grieta– que va como principal candidato a diputado por la Provincia de Buenos Aires y que tendrá un rol clave en el próximo gobierno, pensando en volver a presentarse a la presidencia en 2023.
El peronismo es el signo con el que se identifican gobernadores, intendentes, legisladores que fueron encontrando con Alberto Fernández un paraguas. El eslogan de Fernández en su discurso de victoria fue: “va a gobernar un presidente junto a los 24 gobernadores”.
El periodista del diario La Nación, Carlos Pagni, especula con que de hecho uno de esos gobernadores, Juan Manzur de la provincia de Tucumán, termine siendo el jefe de gabinete del gobierno entrante. Esa posibilidad mostrará nuevas grietas: por ejemplo, mientras el kirchnerismo se identifica con algunas políticas como la despenalización del aborto, algunos gobernadores como Manzur asumen en ese tema la postura de la Iglesia católica. Es decir, podrá empezar a cerrarse la grieta pero no sin el surgimiento de nuevas contradicciones.
El peronismo es una confluencia. Por eso Grimson sostiene que “Massa no se hace kirchnerista al apoyar a Kicillof”. El lema del peronismo desde 1945 es “todos unidos triunfaremos”.
3 Disputa de herederos
Cristina se corrió del centro de la escena y ganó. Macri intentó sostener su protagonismo y perdió.
Como dijo el especialista internacional Mariano Schuster “la política es hermosa porque es así: algo menos que ideología, algo más que cinismo”.
Quien lidera el peronismo no es quien más simpatías convoca entre los dirigentes sino quien más votos junta. Por eso la líder del movimiento sigue siendo Cristina Fernández de Kirchner aunque esté cansada. Ha comenzado su retirada de la escena nacional, transfirió sus votos al delegar la presidencia en Alberto Fernández y señaló a su sucesor –al menos desde el punto de vista ideológico– en el joven Axel Kicillof.
Macri relegó a quien más votos y simpatías juntaba en su espacio y apostó por él mismo. También comenzó su retirada pero por obligación. Sacrificó a su heredera María Eugenia Vidal. Evitó que lo reemplazara en la candidatura aunque tenía una abrumadora mejor imagen y lejos de ayudarla a conseguir la reelección en la gobernación de la provincia fue su salvavidas de plomo.
4 Realidad vs Big Data
Perón decía que la única verdad es la realidad. Por eso para el analista Jorge Asis el domingo pasado Macri recibió un “sopapo electoral de la realidad”. El politólogo editor de Nueva Sociedad, Pablo Stefanoni, cree que “la economía fue clave: hace cuatro años, Macri pidió que lo evaluaran por su capacidad para bajar la inflación y la pobreza. Ambas aumentaron. El electorado respetó su pedido”.
El documental de Netflix Nada es privado mostró cómo la consultora Cambridge Analitica no solo ayudó a manipular electores a través de las redes sociales para que ganen las elecciones Trump y el Brexit; también fue contratada para que Macri triunfara en las elecciones de 2015. Pero esta vez el ejército digital no fue tan efectivo: la semana previa a las elecciones miles de cuentas falsas empujaron el hashtag #YoVotoMM con mensajes incoherentes. Fallaron los robots.
La utilización de los grandes bancos de datos públicos y privados para el estudio para la creación de segmentos de votantes a los cuales direccionar mensajes que ayuden a construir el gusto por el partido oficial fracasó esta vez. Fracasaron las campañas de mensajes en Twitter o la inversión en publicidad en todas las aplicaciones. La campaña digital no solo sigue sus propias reglas, también construye su propia desigualdad.
Según escribió días atrás Emanuel Respighi de Página 12 “específicamente en Internet, donde los espacios allí no son repartidos por la Dirección Nacional Electoral con criterio equitativo a las distintas alianzas, como sucede con el de los medios de comunicación tradicionales, sino que se compran al mejor postor. Y en ese rubro Macri supo utilizar todos sus recursos económicos, con una impresionante estrategia digital que hizo de YouTube, Google, Facebook y Twitter plataformas en las que en el último mes resultaba casi imposible escapar a algún spot de la alianza electoral oficialista”. Pero lo que (no) había dentro del bolsillo pudo más que la publicidad de las apps.
Además, de alguna manera y al revés de lo que se supone tendencia a nivel global, la calle le ganó a la pantalla. Si bien la campaña de Alberto Fernández apeló a la idea de caos económico como consecuencia de las políticas neoliberales del gobierno de Macri, la realidad es que el efecto de ver a Máximo Kirchner (el hijo de Cristina y Néstor y armador político de la familia en la actualidad) junto a Sergio Massa y Axel Kicillof recorriendo el conurbano bonaerense tuvo un fuerte impacto simbólico. En más de una ocasión Máximo señaló que “no se trata de reconstruir lo que fue, se trata de construir lo que viene”.
Kiciloff se subió a un pequeño Renault Clío y recorrió 80 mil kilómetros pasando a saludar por casi todos los distritos de una provincia del tamaño de Italia.
5 El contexto regional y global
Desde Brasil, Jair Bolsonaro está perdiendo su mejor aliado en la región. Su reacción intentó meter miedo pero en realidad sólo demostró sus propios temores. Habló de “izquierdeada” y advirtió sobre “un éxodo de argentinos a Brasil”. Alberto Fernández respondió: “Celebro que hable mal de mí un racista, misógino y violento como él”.
Bolsonaro no solo está perdiendo amigos en Argentina; en Paraguay Mario Abdo está al borde del juicio político y debió suspender el acuerdo energético propuesto por Bolsonaro.
Del fin de ciclo de los gobiernos progresistas/populistas en Sudamérica de la primera década de este siglo pasamos a ver cómo el peso específico de la Argentina hace temblar ahora el escenario regional.
Alberto Fernández inició su campaña visitando a Lula da Silva en la cárcel en Curitiba y a Pepe Mujica en Uruguay. Desde Chile la izquierda y el progresismo tomó nota de lo sucedido enviando desde todo el arco político sus buenos augurios. Rafael Correa celebró como propia la victoria de Fernández desde su exilio en Bruselas.
Es que un triunfo del Frente de Todos moverá el teatro latinoamericano: Fernández se pronunció a favor de las posturas de México y Uruguay respecto el conflicto político en Venezuela. Si gana no reconocerá a Guaidó pero tampoco apoyará Maduro. Latinoamérica se nutre de olas. Si Alberto Fernández agita el mapa, su victoria puede salpicar las elecciones de Bolivia y Uruguay favoreciendo a Evo Morales y al Frente Amplio.
En México se devaluó el peso un 1,64% más como consecuencia de los temblores en la Bolsa de Comercio argentina que sufrió una de sus dos peores caídas en la historia como coletazo político. Algo similar sucedió en Colombia, Chile y Brasil. Réplicas con epicentro en Buenos Aires. Es un terremoto cuyas consecuencias aún se desconocen totalmente en una tierra con una economía ingobernable: puede estar cerrando la grieta o agrandándola.
“Mauricio Macri debe gobernar cuatro meses más lidiando con una inflación del 40% y un dólar que tras la elección se devaluó un 25%, y presentarse a la elección general sabiendo que va a perder. Todo está contra su gobernabilidad, es decir, contra su legitimidad para manejar la economía.”
Lo que se devaluó fu el el peso argentino, no el dolar. Saludos.