Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad…
Gabriel García Márquez
Vivimos una encrucijada histórica, una era de crisis civilizatoria donde mundialmente nos jugamos la vida y la muerte, coyuntura en la cual Colombia enfrenta un hondo dilema. El 29 de mayo, 2022, alrededor de 21 millones de ciudadanos y ciudadanas votaron en las elecciones nacionales del país para elegir a su poder ejecutivo. En la votación la coalición del Pacto Histórico “Colombia Puede”, una alineación de nueva izquierda con Gustavo Petro como presidente y Francia Márquez como vicepresidenta, fue la más votada. Es la primera vez que una coalición de izquierda queda primera en una elección presidencial en Colombia, sumando 8 millones y medio de votos (más del 40%), la cantidad mayor obtenida en la primera vuelta electoral por cualquier agrupación política en la historia del país. El próximo 19 de junio se realizará una segunda vuelta, para decidir los dos principales puestos ejecutivos, debido a que en esta primera ninguna parte obtuvo más del 50 % de la votación.
Colombia: resultados electorales fijan una segunda vuelta entre Gustavo Petro y Rodolfo Hernández
Fue un domingo de pasiones múltiples y expectativas en disputa, que revelan la pluralidad política e ideológica del que es uno de los países de mayor diversidad étnico-racial, ecológica, cultural y regional de las Américas y del mundo. Colombia es un baluarte, una ficha clave en la estrategia geopolítica de los Estados Unidos, con nueve bases militares que son pilares del Comando Sur. En su papel de Secretaria de Estado en la administración de Barack Obama, Hilary Clinton caracterizó a Colombia como “la democracia más estable de América Latina”, defendiendo así la llamada política de “seguridad democrática” del entonces presidente Álvaro Uribe, que dejó una ecuación de millones de desplazados por el conflicto armado, junto a decenas de miles de líderes y lideresas sociales y sindicalistas asesinados y desaparecidos, consolidando un régimen de violencia y corrupción que todavía prima en el país. Así, las miradas imperiales están puestas en las elecciones colombianas.
Desde las elecciones parlamentarias y la consulta para candidaturas presidenciales del 13 de marzo de 2022, el hecho político más notable fue el triunfo del dúo Gustavo Petro y Francia Márquez, del Pacto Histórico, producto de la alianza de una multiplicidad de movimientos —afrodescendientes, indígenas, campesinos, juveniles, estudiantiles, feministas, LGTBQ+, urbanos, obreros, ecológicos, pacifistas—, una amplia constelación de reivindicaciones que dan vigor y conjugan las luchas sociales, culturales y políticas del país. El “Pacto” representa una coalición, un discurso y un programa que reinventa la izquierda latinoamericana, por su vocación plenamente democrática y su política interseccional, que articula una pluralidad de identidades, luchas y reivindicaciones. Gustavo Petro, la figura política progresista de mayor relieve en Colombia, quien ya fue alcalde de Bogotá, es la tercera vez que participa en la contienda presidencial, logrando el segundo lugar con más de 8 millones de votos en las elecciones del 2018.
La mayor novedad en la política colombiana es la candidatura, primero a la presidencia, y luego al segundo puesto ejecutivo del país, de Francia Márquez,1 abogada y activista afrodescendiente que surge en el escenario nacional a partir de su liderato de las luchas de su comunidad rural minera “La Toma”, en el Departamento del Cauca. Francia comenzó su carrera como lideresa del Consejo comunal de su vecindario en Suárez, Cauca, y como activista de movimiento social, particularmente del Proceso de Comunidades Negras-PCN, una organización de movimiento social que ha encabezado la gestión a favor de la autonomía, la integridad territorial, contra el racismo, en oposición a los paradigmas neoliberales de desarrollo, a favor de la paz con justicia, los derechos humanos, la identidad étnico-racial y cultural, la ciudadanía diferenciada y la democracia sustantiva, a partir de sus bases en comunidades negras, afrocolombianas, palenqueras y raizales a través del país. En 2015, Francia emergió con fuerza en el escenario nacional, como organizadora principal de la denominada Marcha de los Turbantes, un peregrinaje de una semana que iba desde el Cauca hasta la ciudad capital de Bogotá, como forma de protesta por la destrucción del ambiente y el asesinato de líderes en la comunidad de “La Toma”. Su consigna “Marcha de Mujeres Negras por la Vida y en Defensa de sus Territorios”, sirvió de ejemplo paradigmático en denuncia de la violación de vidas y territorios en comunidades negras, indígenas, y campesinas a través del país.
Francia Márquez, enunciando un nuevo discurso de protección de la “casa común”, la madre naturaleza, esgrimiendo la bandera de la vida contra la destrucción, tanto del ambiente como de vidas humanas, que prima en Colombia debido a las formaciones de violencia promovidas por los actores armados (paramilitares, guerrilla, ejército) y el modelo neoliberal, mereció el Premio Goldman por justicia ambiental en el 2018, y emergió como vox populi durante el Paro Nacional del 2021.
En ese contexto, surgió el movimiento Soy Porque Somos, que lanzó su candidatura presidencial abogando por un amplio proyecto de justicia y paz, contra el entramado de violencias e injusticias —sociales, étnico-raciales, ecológicas, patriarcales— que pululan en el país. La inclusión de Francia Márquez como candidata a Vice-Presidenta le añadió a la campaña presidencial de Gustavo Petro una voz de mujer negra de sector popular-rural, con autenticidad y claridad en su crítica de las desigualdades y opresiones, y un nítido discurso de cambio no antes visto en el escenario político nacional colombiano. Es importante reconocer que el discurso de Gustavo Petro se enriqueció con Francia Márquez, dándole mayor relieve a problemas como el racismo y el sexismo y, consecuentemente, a las reivindicaciones de afrodescendientes, indígenas, feministas y sectores LGTBQ+. En esta clave, el Pacto Histórico siembra la semilla de una nueva forma de hacer política, por un proyecto de liberación más plural y profundo.
El discurso político del Pacto Histórico se puede resumir en tres consignas: la aseveración de Gustavo Petro de que su propósito principal es convertir a Colombia en “una potencia mundial de la vida”, y las afirmaciones de Francia Márquez de que “Vamos de la resistencia al poder hasta que la dignidad se haga costumbre”, y que queremos construir una suerte de país donde se pueda “Vivir Sabroso”. El llamado a convertir a Colombia en “una potencia mundial de la vida” es un pliego por la paz, un alerta a combatir la necropolítica, las fuerzas de la muerte, patentes tanto en la suma cotidiana de asesinatos políticos y feminicidios, como en el grave aumento de la inseguridad y desigualdad social en la nación colombiana. Por eso la alineación es, fundamentalmente, un grito por la paz con justicia social. En clave, cuando Francia Márquez habla del movimiento “de la resistencia al poder hasta que la dignidad se haga costumbre”, enuncia en realidad la necesidad imperativa de un cambio sustantivo en la ecuación política del país, es decir, una profundización de la democracia donde los y las “nadie” —la gente negra, indígena, campesina, los jóvenes, de sector popular urbano, LGTBQ+, etc— que son excluidos y excluidas del poder político, entren a gobernar el país.2
Por otro lado, el “Vivir Sabroso” es una expresión vernácula afrodescendiente oriunda de la región del Chocó que se usa para denominar el ideal de vida, que en boca de Francia Márquez se ha convertido en un principio ético-político de voluntad de reconstruir el país en aras de una política por la vida, fundamentada en ideales de justicia, paz, y equidad, una “política del amor” para recrear la nación.
Desde otro ángulo de visión, la gran sorpresa de las elecciones del 29 de mayo de 2022, fue el logro del segundo lugar por Rodolfo Hernández, un millonario magnate de la industria de la construcción, que fue alcalde de la ciudad de Bucaramanga en el Departamento de Santander, con casi 6 millones de votos, los cuales constituyen el 28 % del electorado, obligando a una segunda ronda de elecciones para decidir el ejecutivo. Hernández sorprendió al ganarle al ex-alcalde de Medellín —la segunda ciudad en importancia de Colombia— Federico Gutiérrez, reconocido como candidato opositor al Pacto Histórico, promovido por las élites políticas y económicas que gobiernan el país. Dichas clases dominantes ven a Petro y a Francia como una seria amenaza a su imperante régimen de injusticia y corrupción. Rodolfo Hernández emergió a última hora al segundo lugar con una retórica moralista simple contra la corrupción, manifiesta en su consigna “No robar, no mentir, no traicionar”. Declara ubicarse por fuera de la clase política a pesar de ser un político electo que confronta cargos legales de corrupción. Su discurso populista autoritario se nutre con su admiración expresa a “un pensador alemán que se llama Adolf Hitler”, tal comó expresó en una entrevista en la televisión.3
Su sensibilidad neo-fascista se alimenta con sus declaraciones misóginas de que las mujeres no están destinadas a la política, sino “a quedarse en la casa a cocinar”. Dichas manifestaciones son afines a sus expresiones xenofóbicas contra mujeres inmigrantes de Venezuela en Colombia que, según Hernández, solo se dedican a “parir hijos”. Nos preguntamos hasta qué punto el electorado conoce estas acciones y cómo las interpreta. Expresiones de apoyo en las redes sociales indican que un sector del electorado ve a Hernández como un benévolo patriarca con la voluntad de “salvar a país”, como enunció en su discurso triunfal del 29 de mayo, celebrando el ser declarado contendor de Gustavo Petro por la presidencia en la segunda ronda electoral.
A pesar de su pretensión de independencia de las élites políticas del país, el liderato oficial ha expresado apoyo a Hernández. Lo han hecho el ex-presidente Álvaro Uribe y las principales figuras políticas asociadas al “Uribismo” como María Fernanda Cabal y Paloma Hernández. En concierto conservador, Federico Gutiérrez manifestó su intención de votar por Hernández en su intervención pública al aceptar que perdió las elecciones, afirmando que “no queremos perder el país”, mientras acusaba a Petro de ser “un peligro para las libertades, la economía, nuestras familias y nuestros hijos”, dando rienda suelta así al relato del miedo a supuestas amenazas del socialismo, mensaje que marca una especie de premisa de la contienda política por venir.
La aparición de Rodolfo Hernández en la palestra principal de la política colombiana le puede dar un carácter claramente neo-fascista al escenario de poder colombiano. Su discurso y estrategia se asemeja mucho más a las nuevas derechas, como las de Trump y Bolsonaro, que a los viejos líderes de la derecha colombiana, como Álvaro Uribe e Iván Duque, quienes fueron derrotados por voluntad popular en las elecciones del pasado 29 de mayo. Uribe cubrió su autoritarismo con una retórica de “seguridad democrática” y no esgrimió políticamente con certeza contra las mujeres, a la vez que hizo gestos de reconocimiento de los grupos étnico-raciales excluidos. Es importante tener en cuenta que la mayoría del electorado activo votó por Gustavo Petro y por Francia Márquez, mientras Rodolfo Hernández se declaró independiente de agrupaciones políticas. Sin embargo, Hernández votó contra la paz en el plebiscito del 2018, defiende políticas de mano dura, y enuncia un discurso populista autoritario afín no solo a Uribe, pero más aún a Donald Trump y a Jair Bolsonaro. Sus afinidades con Trump se revelan en su proyección empresarial de la política, que lo celebra como un capitalista próspero. Sus similitudes con Bolsonaro se ven en su estrategia electoral a través de las redes sociales, identificando de manera pragmática qué mensaje le da a cada sector, y negándose a participar en los debates presidenciales. Su afinidad tanto con Bolsonaro como con Trump es patente en su discurso agresivo, beligerante, misógino y xenofóbico. De ese modo, sus sensibilidades autoritarias y su carencia de experiencia política en el escenario nacional, en un contexto de crisis y polarización, configuran una fórmula perfecta para el neo-fascismo.
En un país que tiene una de las escalas de desigualdad mas altas de mundo, que mantiene los índices mayores de desplazamiento forzado e inseguridad alimentaria (o hambre), además de los niveles más altos de asesinato de líderes y lideresas sociales y sindicalistas; todo esto demostrado en el paro nacional o estallido social del 2021, el carácter político de Rodolfo Hernández, conjugado con su carencia de un claro programa de gobierno, apuntan al peligro de la consolidación de un régimen neo-fascista en caso de que gane las elecciones en la segunda ronda del 19 de Junio.
El dilema histórico de Colombia en las elecciones presidenciales del 19 de junio del 2022 se perfila claramente como uno que oscila entre facilitar el camino hacia la consolidación de un régimen neo-fascista o hacia el cultivo de una gestión que busca transformar el país en “una potencia mundial por la vida” para, por fin, como dice Francia Márquez “vivir sabroso”. Tocando este tambor, Gabriel García Márquez, en su memorable discurso al recibir el Premio Nobel en el 1982 dijo, como profetizando este momento: “Los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer, que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a 100 años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.”
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Notas:
1 Francia Márquez, con monto de alrededor de 8000,000 votos, llegó segunda, después de Gustavo Petro, entre las candidaturas a la presidencia del Pacto Histórico en la consulta del 13 de marzo. Francia llegó en el tercer lugar de las candidaturas de todos los partidos políticos en dicha consulta lo cual lo coloco como la tercera fuerza presidencial en el escenario político colombiano.
2 Francia Márquez ha tomado la expresión de “los nadie” del escritor uruguayo Eduardo Galeano, para significar las subjetividades políticas excluidas que ella representa, y cuyo ascenso al centro del poder político constituye una especie de revolución política en el país.
3 El concepto de “populismo autoritario” fue concebido por el intelectual-activista afro-británico Stuart Hall para caracterizar el discurso y la política de Margaret Thatcher, quien atrajo amplio apoyo en la ciudadanía británica con la arenga de “representar al pueblo” por encima de los intereses de la clase política que gobierna. En el amplio y diverso debate sobre los populismos latinoamericanos hay un consenso que la figura del caudillo es un elemento común al populismo como discurso y como estrategia de gobierno. En los debates se hace una distinción entre populismos de derecha, donde ubicamos el populismo autoritario y populismos de izquierda.
Profesor: su pensamiento politico,no tiene que ser la realidad..Es su creencia.Deje al pueblo colombiano que elija.
y mi comentario ?